jueves, 22 de octubre de 2009

Recuerdo a Victor y Ali

En mi casi cuarto de siglo he conocido mucha gente. Conforme pasen los meses y los años me he dado cuenta de que a muchos no los volveré a ver. No es presunción, tampoco un lamento, ni siquiera un testamento.

La primera vez que murió alguien cercano a mí fue la persona que más quise y a la que más extraño. La segunda ocurrió unos meses después, muriendo en esa ocasión el segundo ser al que más quise y el segundo al que más extraño. Aún hoy les sigo llorando. El fantasma de la muerte se alejó, pero la probabilidad indica que conforme más viejo me haga, mis conocidos envejecerán y entre más viejos conozca, más muertos se aparecerán.

Durante este mes me enteré de la partida de dos personas. Nunca tan cercanas como las muertes más dolorosas de mi vida, pero lo suficientemente cerca como para dañar al corazón. Uno no imagina que al conocer a alguien éste se irá. Mucho menos si se ve de tu misma edad y tú apenas tienes 24 años. Las primarias no enseñan que debemos de morir sino alientan el sufrimiento haciéndonos crear lazos con los demás. En Un Mundo Feliz, la muerte no era motivo de sufrimiento. A los niños les daban dulces cuando alguien moría. Una descripción sobre la irrefutable verdad de que el mundo debería estar de fiesta cuando cualquiera muere.

Alí murió en una tragedia. Al terminar su fiesta de cumpleaños su novio la apuñaló y después intentó suicidarse. Un crimen tan canalla como el de Caín a Abel, el homicidio más repudiado del mundo. Caín, al igual que el novio de Alí, se aprovechó de que su víctima lo estimaba. En las guerras, muchos dicen que las muertes no son un delito sino un daño colateral. En los ataques terroristas las muertes son un crimen. Mientras el muerto por guerra sabía que podía morir, al otro le llegó por sorpresa. El terrorismo y los cainismos merecen un escupitajo por la falsedad de sus intenciones y por la falta de hombría para decir te odio en vez de te amo.

Alí bailaba música electrónica y acompañaba a Erick, su hermano, a muchas fiestas. La conocí en una fiesta en la casa donde Erick vivía con otros 6 ó 15 amigos, dependiendo del día y la hora en que fueras. Muchos de mis colegas convivieron mucho más que yo con ella. No por eso dejo de sentirme mal por su familia y sus amigos. Me entristece que el novio pueda evitar la cárcel por el corrupto sistema judicial mexicano. Ningún Caín debería estar libre, pero parece que en México los Caínes andan sueltos si su hermano fue diputado. Hay un grupo en facebook. Ojalá todos los que lean esto se unan para exigir justicia.

De Victor puedo contar más cosas de su vida que de su muerte. No sé cómo murió, pero lo conocí desde que iba en la primaria. Su rostro blanco y con ciertas pecas lo ataron toda su vida a un apodo que parecía albur: el huevo. En la primaria y secundaria jugaba fútbol, era zurdo y usaba shorts más cortos que los demás. Una anécdota que hoy suena chistosa, pero que en la secundaria lo era aún más.

Creo que fue en la secundaria cuando dejó de ser aplicado para entregarse al desmadre. Aunque suene catastrófico, no era así. No era de los que destrozaba a alguien más con tal de generar risa. Su desmadre fue siempre inocente y alegre.

En la prepa cada año había una fonomímica. Mientras algunos la veían como EL momento para demostrar a todos sus habilidades dancísticas, para otros era LA ocasión para parodiar y generar risa. Huevo y sus amigos lo veían de la última manera. No recuerdo ninguna presentación como la de ellos. Se disfrazaron como los changos de Bloodhound Gang y se llevaron una gran ovación.

Un año después retomaron a sus personajes para la campaña del Consejo de Alumnos. Si la política mexicana es un circo, las campañas de nuestra prepa eran un mini circo en el que había mariachis, luchadores, gorditas, comida, concursos y grupos de rock. El evento más exitoso de nuestra planilla no fue cuando rifamos ositos de peluche. Todo buen circo necesita de estrellas y para el segundo día de las campañas, Huevo y sus amigos se pusieron nuevamente sus disfraces de changos. Había que contrarrestar la botarga de pollo que había llevado la otra planilla y que había causado furor. En un descuido del pollo, los changos lo aventaron al suelo. Al día siguiente nuestra planilla ganó. Nunca había pensado que quizás el Huevo-Chango tirando al pollo era una premonición de lo que pasaría al otro día.

Después de la prepa le perdí la pista. Aunque recuerdo un día que fue mi salvación: una amiga y yo lo encontramos en el Sanborns donde trabajaba en Puebla y le pedimos que nos prestara unas monedas para completar para nuestros cigarros. Ese día fumamos mucho a su salud. Supe que se fue a España y la mente me juega malos momentos, pues no recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi.

La verdad les tengo mucha envidia y les pediría que mandaran saludos a Lidia y a Juan. Seguro están mejor hoy que todos nosotros en este mundo lleno de nuevos impuestos y de luchas diarias. En este mundo de espíritus con cuerpo nos queda seguir luchando para que se haga justicia en el caso de Alí y para que todos los días seamos tan alegres como el Huevo.

Con mucho cariño a ambos.

Descansen en paz


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