viernes, 28 de diciembre de 2007

El pambolazo


El futbol tiene una esencia que lo hace irresistible. Es multifacético y tiene millones de rostros. Es democrático, burgués, populachero, comerciante, burócrata, socializador, inspirador. Puede tomar casi cualquier figura, principalmente por las pocas restricciones que tiene para poder ingresar a verlo o practicarlo.

Millones de seres humanos lo pueden jugar, pues sólo basta con poder caminar. Esto provoca que todos aquellos que hayamos tocado un balón con el pie (sin importar lo diestros que fuimos) comprendamos a plenitud la complejidad de llevarse a 5 rivales como Messi, de lograr un gol de chilena como Hugo Sánchez, o de atajar un balón imposible como Memo Ochoa. Comprendemos el juego y su complejidad.

La mayoría distinguimos entre una gran jugada y una de rutina, entre un golazo y un gol afortunado, entre una falta táctica y una entrada criminal. El fútbol nace, a diferencia de otros deportes, en un sinfin de lugares. La diferencia en la manera de aprenderlo en distintos lugares del mundo tiene únicamente diferentes detalles menores. Un niño que viva en la riviera francesa juega con la pelota como un niño en la Sierra de Guerrero o en las fabelas de Rio de Janeiro, siendo la única diferencia la textura y marca del balón. Ambos tienen la capacidad inicial de hacer jugadas parecidas, e incluso es más probable que el de las fabelas llegue más lejos que el francés (no voy a ahondar en explicaciones sobre por qué se da esto).

El futbol adopta figuras diversas que cada quien ve como gusta hacerlo, y eso hace que nos sintamos emocionados al verlo. Otros deportes no tienen la simpleza de poder jugarse únicamente con dos piedras que simulen una portería, y un balón (o en el peor de los casos con una piedrita o un envase de frutsi) al cual patear. No es necesario tener más instrumentos como una cancha con medidas estrictas (beisbol), un juez que determine cada jugada (tae kwon do), una canasta a determinada altura (basquet), una red de determinado material con los postes de la cual colgarla a distancias específicas (volley), un balón difícilmente imitable (futbol americano) una raqueta (tenis) o una amplia instrucción en academias (esgrima o algún otro).

Quizás en otros siglos, cuando todas las personas (excepto quizás los campesinos de algunas regiones) hayan tenido espadas en sus hogares y guerras al por mayor, la lucha habría sido más emocionante que sólo patear un balón. En este siglo, el futbol permite la emoción de identidad necesaria para el ser humano (destacar aquello que te hace distinto del de enfrente) sin correr riesgos. La vida está asegurada y permite la misma adrenalina que una guerra, donde la vida que se buscaba preservar era la nacional, pues la personal estaba perdida. El futbol da esa emoción sin riesgo a perder territorio, familiares o la vida, pues simplemente es un juego.