viernes, 13 de junio de 2008

Segurita

Tenía en mente escribir algo sobre este tema. Me encontré con esta columna el día de hoy y me pareció fucking good. Salió en el Excelsior y este es el link.

http://www.exonline.com.mx/diario/columna/251798

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13-Jun-2008
Juegos de Poder
Leo Zuckermann
Alexia


Tenía doce años. Una niña que se estaba convirtiendo en adulta. Tenía poca inocencia porque, al fin y al cabo, vivía en una de las tantas ciudades mexicanas donde la violencia es cotidiana. Era perceptiva. Se daba cuenta de la podredumbre que la rodeaba. Sí, a los doce años. Hace poco habían matado a un muchacho que en algún momento de la vida había sido vecino suyo. Y le dijo a su madre: “Qué feo; qué feo que lo hayan matado a balazos. Es lo más feo. Morir quemado o de balazos”. Días después, la pesadilla de Alexia se haría realidad. La astuta adolescente sería acribillada cuando trataron de usarla como escudo humano.

Era un lunes a las seis de la tarde. Un día común y corriente en Juárez. Alexia caminaba por la acera con dos amigas. De repente se paró junto a ellas una de esas camionetotas que utilizan los señores todopoderosos del crimen organizado. Tipejos que se creen invencibles. Con toda impunidad, secuestraron a las tres jovencitas que tranquilamente paseaban por la calle. Las metieron a la fuerza al vehículo. Al parecer otra camioneta los venía persiguiendo. Comenzó la balacera. Y los secuestradores trataron de utilizar a las niñas como escudos humanos. El adjetivo cobarde se queda corto para describir a un animal que protege su vida utilizando a niños inocentes.

Una de las amigas le gritó que se agachara. “Pero no respondió”. Era demasiado tarde. Un disparo en la cabeza ya le había arrebatado la vida a Alexia. A la misma niña de doce años que le había confesado a su madre que la peor muerte era a balazos. Eso es lo que piensan los adolescentes en las ciudades violentas de México. Y así murió Alexia.

Estaba a punto de graduarse de primaria. Logró sacarse la foto de la graduación de la generación 2002-2008 del plantel Ignacio Ramírez. Ayer la publicó Excélsior en su primera plana. Aparece una linda chiquilla con toga y birrete rojos. Una niña que podría ser la hija de cualquiera de nosotros. Que en lugar de pasar a la secundaria y comenzar a soñar con su primer amor, acabó secuestrada por dos gallinas que se creían muy machitos y la utilizaron como carne de cañón.

Encima de la tragedia, al padre le andan buscando si tiene algún vínculo con la delincuencia para explicar por qué secuestraron a su hija. “Yo soy cristiano, mi hija era cristiana. Era mi única hija. Y quiero decir que no tengo nada que ver con ninguna organización criminal”, reclama Hugo Moreno en su dolor. Se trata de un simple trabajador que arregla carrocerías de coches. Dice que tuvo que vender su camioneta para pagar el entierro de Alexia que costó más de sesenta mil pesos: “Para darle un buen funeral porque es mi única hija”.

Mientras el señor Moreno velaba el cuerpo de la hija, los responsables del asesinato seguían prófugos. Son los enemigos de la sociedad mexicana. Los que están corroyendo al Estado. Un crimen organizado que también es barbárico. Dispuesto a utilizar a niñas como escudos para proteger sus miserables vidas.

La historia de Alexia debe dolernos o por lo menos escandalizarnos. Estamos obligados a mostrar nuestra empatía con las víctimas. No podemos vernos al espejo como si nada hubiera pasado. No debemos soslayar la realidad. Eso ocurrió esta semana en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde termina o comienza México. No en algún país lejano.