domingo, 4 de octubre de 2009

El año 1000

El mundo es tan grande que muchas historias nadie las conoce, aunque algunas cosas que nunca pasaron son repetidas hasta el cansancio. El toque de fantasía y de inimaginable las hace interesantes y seductoras. Quizás por eso los cuentos sean tan populares entre los niños y los adultos.

Últimamente he leído mucho sobre el año mil. Entre la pequeña biblioteca que traje al viaje, metí una novela cuya descripción me sedujo y un ensayo sobre historia económica. No imaginé que estuvieran relacionados, ni tenía decidido leerlos consecutivamente. Por casualidad ahora conozco sobre una época de la que no había escuchado nada. Ni siquiera un cuento hermoso.

La novela que leí es de Homero Aridjis y se llama El Señor de los Últimos Días. Es un texto casi coral, porque cuenta con muchas voces, pero sólo hay un narrador que habla en primera persona. El protagonista es Alfonso de León y la historia se desarrolla en Córdoba, España. Alfonso es un monje que se prepara para enfrentar a su hermano gemelo en una batalla que definirá el futuro de la humanidad. Es una novela contada con mucha gracia y que mezcla vocablos del español antiguo con palabras en árabe y el misticismo en torno al año 1000. El actual territorio español es zona musulmana y aún no existe el castellano.

El segundo libro es mucho menos fantástico. Es del historiador Ugo Pipitone y se llama Ciudades, Naciones, Regiones. Acabo de empezarlo, pero su ensayo comienza en el año 1000. El lugar no es sólo España, sino toda Europa. El mundo es distinto, ya que no está compuesto por Estados Nación y Francia, España, Inglaterra, Italia o Alemania aún no existen. Las grandes ciudades están deshabitadas o destruidas por la peste y el capitalismo apenas está en condiciones de surgir.

En ambos textos he leído fascinantes historias de paranoia en torno al año 1000. Coincide con el sinfín de leyendas que se contaron antes del año 2000 sobre que la luz se iba a terminar, que Cristo regresaría al mundo y hasta la guerra con extraterrestres. Incluso toda una secta gringa se suicidó para que su alma pudiera ser transportada a la nueva tierra de felicidad. No los envidio, aunque si no fueron embaucados por un charlatán, seguro viven mejor que nosotros.

Sin embargo, no recuerdo que con motivo del año 2000 se hicieran recuentos sobre el milenio. Sí me acuerdo de muchos programas y suplementos en el periódico con lo mejor del siglo XX, recontando sólo los últimos cien años. Quizás faltaban hojas para contar la historia milenaria, dinero para hacer investigaciones serias o simplemente a la gente no le interesaba porque no conocía nada. Sólo recuerdo un conteo que colocó a Gutenberg como el mejor inventor del milenio por la imprenta.

Las historias son interesantes si hablan de algún lugar común o si el protagonista es alguien con quien nos podemos identificar. Los chismes seducen cuando conocemos a la persona involucrada, aunque sólo lo hayamos visto en alguna película. Por ello no es casualidad que en México se conozca muy poco sobre esa época. El año 1000 es una historia europea y asiática. Aún faltaban 500 años para que América apareciera en el mapa occidental. En Mesoamérica, los aztecas fundaron Tenochtitlan hasta 1325 y algunas culturas alcanzaron su esplendor hasta dos siglos después.

Cuando iba de misiones no hablaba del año mil, sino de mucho antes. Sin embargo, mi primera plática para los niños fue un desastre. Yo tenía 14 años, casi la misma edad que mis alumnos más grandes. Los niños eran pequeños diablos que sin ganas de escuchar sobre Dios. Sólo querían jugar, gritar y molestar al niño gordo o al que les caía mal. No los culpo, en la secundaria yo hacía lo mismo. Para la segunda plática, el amigo que fungía como líder en aquella ocasión me recomendó cambiar algunos detalles de las historias para que los niños se interesaran más.

Así como mucho antes del año 1000, los antiguos cristianos cambiaron ídolos locales por santos católicos, nosotros escribimos una nueva Biblia. En nuestra historia, José y María no habían caminado de Belen a Jerusalén, sino de Zacapoaxtla a Oriental. San Pablo había llegado a predicar sobre Jesús hasta Puebla, pues de regreso de México había tenido una visión.

No todos los cambios fueron sobre lugares. El único vino que conocían los niños era el aguardiente de caña (charandas). No consideraban normal que Jesús hubiera convertido el agua en vino. Muchos incluso desconocían sobre la fermentación y no veían complejo el cambio. En la nueva historia, Jesús convertía el agua en café. Los niños se asombraron más. Veían como un verdadero milagro que hiciera café sin usar semillas, algo que nadie más podía.

El Mar Muerto se volvió el arroyo que cruzaba el pueblo y sobre el que Jesús caminó. Los panes y los peces multiplicados los sustituimos por tortillas y pollos. Debo confesar que cometimos algunos excesos. Algunas cosas pudieron quedarse en su versión original, pero la buena respuesta de los niños incrementó nuestra imaginación y ganas de seguir adaptando la Biblia. No podíamos desaprovechar la oportunidad de reescribir la historia y hacerla más entretenida.

A principios de este año leí El Evangelio de Lucas Gavilán de Vicente Leñero. Un libro que lleva al extremo las ganas de contar la Biblia coloquialmente. En él, Jesús no es un carpintero que atrae seguidores entre los pescadores y que difunde un mensaje de amor. Es un iztapalapense que atrae seguidores entre los pepenadores y difunde un mensaje de justicia social. Un texto sumamente entretenido, en el cual la imaginación de Leñero hacen que Jesucristo Gómez se suba al metro, negocie con sindicatos, tome un autobús Estrella Blanca y rechace ser candidato por el PRI.

No voy a escribir explícitamente lo que aprendí sobre el año 1000. Estoy seguro que no aguantaría las ganas de cambiar muchas partes de la historia, algo imperdonable en un tema sobre el que sabemos muy, pero muy poco.

Aparte, a la mayoría ni nos interesa lo que pasó en esa época.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miguel, ja ja ja, casi se me sale una lágrima ja ja te faltó decir que nuestra Jerusalem se haya en el centro del mundo, Cuetzalan obviooo ja ja ja Digamos que lo hicimos bien a los ojos de Tonantzine aunque para algunos de la Congregación de la Defensa de la Fé no tanto, pero semilla sobre roca no germina...