martes, 27 de mayo de 2008

Sufro, sufro y me motiva que otros sufran

Mi abuela es una persona sumamente religiosa. No pasa festividad en que no vaya a misa para comulgar, compra estampitas de cuanto santo le dicen tiene “poderes” y se enorgullece de que algún sacerdote la reconozca y ubique. Recientemente me dijo que se encontraba leyendo un libro sobre la vida del Papa Juan Pablo II. Al preguntarle su opinión, me dio la siguiente respuesta: “Muy interesante su vida. Cómo sufrió el pobrecito Papa”.

Más allá de que soy 15 millones de veces menos católico, me asombró su respuesta. Karol Wojtyla fue un cabrón. Un hombre que tuvo los arrojos para dirigir de manera excelente a una Iglesia que enfrentó situaciones desconocidas en una escala tan global, desde la prohibición de la religión en muchos lugares (incluido su lugar de origen), hasta la paulatina liberación de la sociedad occidental. La última característica importante que yo mencionaría, sería que fue un gran hombre porque sufrió mucho.

El sufrimiento está presente en la vida de todos los seres humanos. Económicamente no todos nacemos iguales, jurídicamente tampoco, incluso algunos ni siquiera biológicamente. En un mundo por naturaleza injusto, todos los hombres hemos de sufrir muchas veces en la vida, algunos más y otros menos.

No sé qué carajos tenga el inconsciente del mexicano (y de América Latina en general, pero no me atrevo a catalogarlo a una escala global) que nos fascinan las historias de sufrimiento. Nos gusta escuchar cómo Benito Juárez fue un gran presidente después de sufrir mucho, la historia de las niñas que sufrieron porque sus papás las abandonaron pero salieron adelante, el sufrimiento de un niño que fue al Teletón por nacer con una enfermedad, así como las historias de victimización del buen Andrés Manuel.

La idea de pensar que el sufrimiento es visto a escala global me llegó por el éxito de la Pasión de Cristo. Conozco a chingo de gente de varias nacionalidades, que salió del cine pensando que debía ser una mejor persona, al observar bajo la excelente lente de Mel Gibson (lol, lol, and more lol) todo el sufrimiento que tuvo Cristo en su pasión. Incluso llevé a mi abuela y tías al cine y se pusieron a chillar por todo lo que había sufrido Jesús, al igual que las señoras de adelante y las de atrás.

Más allá de lo que cada quien piense de Jesús, creo que si hay que procurar ser mejor persona por algo sobre él, debe ser por sus enseñanzas, por el importante mensaje que dejó y la trascendencia que ha dejado para la humanidad. No porque le pegaron mucho. Entonces comenzaré a ser mejor persona cuando Michael Moore me presente la historia de un árabe inocente al que han maltratado en Guantánamo desde hace varios años. Quizás mi comparación haya producido sobresalto en alguna mente conservadora, pero creo es así.

Todos sufrimos. Desde el panadero que no tuvo agua para hacer su pan, la niña de Polanco que no pudo ver al chavo que le gusta, el señor de la Sierra que se separó de sus hijos por irse al gabacho, el trabajador que se levanta todos los días a hacer la misma pinche rutina, la señora a la que nuevamente le partió su madre su marido, la mujer que sueña ser artista pero es muy fea para salir en la tele, el candidato que chilla porque le robaron las elecciones y el ganador de las elecciones porque le dejaron un país de la chingada.

La vida es sufrir, sufrir y sufrir. La de todos tiene sufrimientos que producen caídas, desilusiones e incluso ganas de parar. Sin embargo, no creo que debamos enfocar el pensamiento en que un hombre es grande porque sufrió mucho. La verdadera razón por la que deben admirarse por igual a Juárez, las niñas abandonadas, el niño del Teletón y a Andrés Manuel (sí, incluso a él), es porque lucharon mucho. De una u otra manera todos han sabido enfocar su sufrimiento en seguir luchando, por las razones que quieran y los fines últimos que les guste.

¿Qué nos hace falta para eliminar eso? ¿Qué necesitamos que nos digan para pensar en luchar en lugar de enorgullecernos de nuestro sufrir? La neta, como casi todo lo que digo en este blog… La neta no lo sé, pero me aventuraré a decir lo que creo es más significativo.

Nos falta trabajar más. Nos falta darnos cuenta de lo que cuesta conseguir un pan, una comida corrida en una fonda, una peda en el restaurante más caro, una pantalla gigante de plasma, conservar el amor de nuestras vidas o grabar el primer sencillo en una disquera.

La mayoría de los que nacimos con buenas oportunidades (o no tan malas) no conocemos eso hasta mucho tiempo después, y muchos no llegamos a conocerlo hasta que ya no lo valoramos. Muchos nos refugiamos en el seno familiar cuando hay una emergencia económica o hasta para eliminarnos gastos como el gas, la luz, las cuentas, bla, bla, bla. Destinamos el fruto de nuestro trabajo a cosas que saben muy bien, pero no como ganar tu primer sueldo y con eso afrontar la vida, para darnos cuenta de que nos falta trabajar más si queremos dejar de sufrir.

Irónico, pero quizás la respuesta sería así: sufro antes de trabajar, sufro mientras trabajo, trabajo más esperando sufrir menos, me doy cuenta que funciona (quizás marginalmente pero it Works) y trabajo más y más con lo que sigo sufriendo mientras continúo trabajando. Finalmente, dejo de asombrarme del sufrimiento ajeno, para asombrarme de la tenacidad que otros tuvieron para trabajar más para dejar de sufrir, mientras yo me quejé de mi sufrimiento.

Lo ideal sería que el obrero flojo dejase de serlo; que el cerdo capitalista que no valora el trabajo de sus empleados porque nunca se ensucia las manos, quede como un marrano después de meterse a la obra; que el burócrata que sólo mama del presupuesto se ponga a pensar que su familia come con recursos públicos; que los dirigentes de los sindicatos vean el daño que hacen al promover la holgazanería; que la ambición de los más ricos se traduzca en beneficios de los demás por medio de fundaciones; que la niña fea que no puede ser artista se rompiera el hocico por demostrar su talento. Trabajo, trabajo y más trabajo.

¿Cómo conseguir que la gente trabaje más? Espero saberlo algún día. Lo que sí sé es que si lo llego a descubrir, en la entrega del Premio Nobel que me den por semejante hallazgo, haré un tributo al pueblo mexicano comenzando mi discurso con un: Desde niño sufrí mucho porque bla, bla, bla… lol

martes, 20 de mayo de 2008

Influyes en mi pensar

Esto no es para nada una carta de amor. Estas semanas comenzaron los debates para la reforma energética en el Senado de la República. Una idea que ha sido demasiado criticada, por el hecho de que quizás sólo veamos posturas encontradas entre grupos y ningún debate, entendiéndose este como el intercambio de ideas, en el que a través de argumentos puede modificarse la opinión de otra persona.

El argumento que más me llamó la atención fue uno de Carlos Elizondo, quien palabras más o palabras menos, decía algo como: no importa si algo de lo que se considera óptimo es inconstitucional, la Constitución es un elemento modificable por los legisladores si estos se encuentran de acuerdo.

Esto me recordó mucho algo que hablaba hace varios años con un buen amigo. En ese momento, él, aún estudiante de derecho en el CIDE, se quejaba de una clase que tenía con economistas y politólogos. En una discusión sobre qué podría hacerse para mejorar la situación de las recomunicaciones, me parece. Él me decía que comenzaron a decir puras pendejadas, pues no tenían idea de que sus propuestas violaban no sé cuántos reglamentos o leyes.

Fue chistoso en ese momento, porque a mí lo que él decía eran pendejadas no me parecían tales. Al contrario, me parecía pendejo que en una discusión de ese tipo, alguien pudiese argumentar que no era posible buscar un sistema en el que no exista una empresa con el 80% de los consumidores sólo porque una ley decía que no se podía. Después de platicar un rato me di cuenta de que su argumento no era propiamente que había una ley que decía que no se podía, sino que con el esquema actual podrían hacerse otro tipo de cosas.

Es una discusión sustentada únicamente en enfoques y que dependen en demasía de la formación. No es que se encuentren erróneos los argumentos que me parecieron inteligentes y el que me pareció pendejo de mi amigo. Simplemente unos están enfocados en el deber ser, mientras otros en lo que es.

La formación que cada profesionista tiene le da las reglas para definir su pensamiento. O al menos la manera en que pondrá a funcionar su cerecbro. Si eres abogado y siempre ves todo en función de las leyes (lo cual no es malo, se decdican a conocerlas e instruir a quienes no las conozcan) será muy difícil que puedas ver otras cosas. Si eres ingeniero y todo lo ves en función de fuerzas físicas y resistencia química de los materiales, será difícil que de un día para otro te pongas a pensar en el impacto social que tendrán tus construcciones. Quizás tengas herramientas para poder analizar lo que deberían decir las leyes o la manera en que un parque puede reducir los índices de criminalidad, mas estará más allá de tu objetivo inicial y para el que fuiste formado.

En este sentido me acuerdo de otros ejemplos chistosos que han venido de simple origen distinto de la formación. Una vez otro amigo me decía que era increíble que los diputados no conocieran las leyes o la Constitución, por lo que podría exigirse que todos ellos fueran abogados. Más allá de que el conocimiento de las leyes es deseable, yo creo que no necesariamente deben ser especialistas en leyes e incluso los mecanismos por los que se forman las comisiones lo restringen.

Los poderes legislativos están hechos bajo una lógica de representatividad. Dicho órgano fue concebido en un inicio como un lugar en el que las personas expresen sus opiniones por medio de un representante. En un Congreso perfecto (por lo que me dice mi formación) deberían haber campesinos, comerciantes, grandes empresarios, artistas, comunicadores y hasta profesionales de la lucha libre. Igualmente debería ser equitativo al nivel socioeconómico, desde pobres hasta millonarios. Como esta situación es hipotética e ilusa, sí creo que el modo en el que está diseñado actualmente (por número de habitantes en cada zona geográfica) me parece correcto.

En muchas ocasiones he tenido desacuerdo con amigos porque la formación es distinta. En algunos casos cometo el error de querer traspasa todo a la esfera pública o veo toda cuestión pública como mecanismos, instituciones, rendición de cuentas, bla, bla, bla. Al final del día lo importante es que puedan existir discusiones con argumentos sólidos, sin discriminar por raza, posición socioeconómica, credo o nacos o burgueses. Que haya palabras y menos gritos y sombrerazos.

martes, 13 de mayo de 2008

Aficionados en el mundial del 2002

Este post será muy corto, pues me urge encontrar una información y quizás alguien me pueda auxiliar. ¿Alguien tiene una idea de dónde puedo encontrar el aproximado de aficionados que fueron por cada país al mundial 2002 de Corea-Japón? ¿Incluso si se puede encontrar un estimado de asistencia a los partidos para cada nación? En el pasado mundial todos nos enorgullecimos de que México fue el segundo país que más gente llevó a Alemania (lo cagado es que todos estábamos en crisis jejej). Sin embargo al menos yo nunca me enteré de quién y cómo sacó ese dato, simplemente lo aceptamos sin discusiones. Ahora que me he puesto a buscar esa información de repente nadie la tiene (curioso cómo podemos tomar eventos por ciertos sin comprobarlos un ápice)

Me urge el dato porque con unos amigos pensamos hacer una investigación sobre eso. En cuanto esté bien delimitada la platico a todos por este medio. Mientras tanto si pueden ayudarme, pongan sus respuestas en el blog. Aprovecho para poner una foto del último mundial en Alemania, en el FanFest del juego contra Portugal. Yo creo la cámara sólo toma un 10% de los mexicanos que estábamos ahí, lo cual confirma que los mexicanos éramos un chingo, aunque no haya podido encontrar a cuántos mexicanos se refiere la expresión un chingo.

sábado, 10 de mayo de 2008

Límpiame, cuéntame... pero no te creo

No tengo idea del número de personas que se han hecho una limpia. Mucho menos conozco el aproximado de aquellos que están convencidos en que un acto así funciona. Durante un tiempo una tía trabajó de cerca con médicos indígenas tradicionales. Dentro de sus funciones estaba organizar eventos para promover sus tradiciones, vender productos medicinales artesanales, hacer limpias y hasta leer cartas o cosas así, a los cuales nos tocaba asistir. Esto ocasionó que por un momento me hiciesen limpias al menos dos veces por año.

En gran parte por esto aprendí a distinguir entre el que sabe hacer una buena limpia del que es un charlatán, suponiendo que ambos no pertenezcan a este último grupo. En algunas de estas limpias he sentido una emoción muy rara, mientras en otras he sentido que me han estafado. De igual forma ha pasado con la lectura de las cartas, pues la gran mayoría de las indígenas no tienen idea de cómo hacer una adivinación basadas en ese método y lo confiesan en corto. Pero platicaré una experiencia que sí me dejó helado.

Tenía 17 años y fui a Coyoacán, en la Ciudad de México. Iba con unos amigos de la universidad y fuimos simplemente a pasear, echar el heladito y relajo un rato. Entre las calles nos dio curiosidad leernos las cartas con alguno de los tantos adivinadores. Una amiga y yo nos detuvimos con un señor que nos cobraba barato, y ya que nos ganaba la curiosidad decidimos pagarle porque nos adivinara algo.

Me dijo que me iba a decir cosas salteadas sobre el pasado, presente y futuro. Me preguntó después mi nombre y edad. Hizo el garabateo de darme la baraja, hacerme soplarla, cortarla y comenzó.

Echó unas cartas y me dijo: tienes siete hermanos. Me comencé a reír y le dije que era más falso que otra cosa. Volvió a ver las cartas y volvió a afirmarme: tú tiene siete hermanos, estoy seguro de eso. Me dieron ganas de levantarme, pues su apreciación era más que errónea, nuevamente se lo negué. A continuación me dijo: tienes siete hermanos, cuéntalos bien, pueden ser hijos sólo de alguno de tus padres, no tienen que estar todos vivos e incluso alguno pudo no nacer.

Lo medité un segundo y me quedé helado. El matrimonio de mis papás era el segundo de mi papá, quien tuvo en el primero cuatro hijos. Mi hermana que aún vive era la quinta. Antes de que yo naciera mi mamá perdió un bebé recién nacido, y después de que yo nací se embarazó pero tuvo un aborto espontáneo. El cabrón que me leyó las cartas tenía razón y el equivocado era yo.

Siguió la lectura con aspectos que cualquier persona me podría decir. Me dijo que se veía en las cartas que no era del D.F. sino de otro lugar, que parecía que tenía menos de 6 meses que comencé a vivir solo y que si le echaba ganas a la vida podría llegar muy lejos. Cosas muy generales. Al terminar, me dijo otra cosa que aún hoy reflexiono y no me explico. Culminó diciendo: en las cartas se ve que en menos de dos meses, antes del 6 de diciembre comenzarás a andar con una niña que ya conoces pero hoy no te llama la atención.

Señor adivinador, es usted un cabrón (ironía y sarcasmo). Ahora resulta que hasta me dice cuándo me voy a enamorar, que esa persona me va a hacer caso y hasta me da una fecha. No mames... Si es tan poderoso preferiría pagarle mucho más, que se quedara con mis cartas y mejor moviese a los astros y me dijera cuándo comenzaré a andar con Bárbara Mori. Si puede predecir ese tipo de cosas, mejor me encomiendo a usted y a la voluntad de sus cartas.

A pesar de mi ironía y de que salí pensando en que había perdido algo de dinero, el hijo de puta tuvorazón. Tres días antes de aquel 6 de diciembre comencé a andar con mi novia actual. De hecho olvidé lo que me había dicho aquel adivinador hasta que llevaba 8 meses con mi novia, que fuimos a Coyoacán y recordé lo que me había dicho. Alguna ocasión busqué al mismo señor pero no me lo he vuelto a topar.

Esa fue la experiencia que más me impactó, pues de ahí en fuera todo ha sido un fraude. Finalmente la ventaja de ese tipo de cosas es que con que una persona le atine a algo muy específico, comienzas a dudar. Después sólo por si las dudas te lees más veces las cartas, aunque a la siguiente te digan las generalidades de: eres una persona que se ve ha sufrido mucho para llegar a donde estás, pero gracias a tu buen corazón has salido adelante y si sigues así cumplirás todo lo que te propongas.

Al final la mayoría de la gente se hace limpias, se lee las cartas o se pone un amuleto, sólo por si las dudas. Pocos se enorgullecen de afirmar categóricamente que creen que el rosario que cuelga en su cuello, la veladora que dejan en la Iglesia, el trébol o alguna foto, les traen buena suerte. En un mundo tan científico como el actual, la mayoría prefieren inclinarse por cuestiones más demostrables.

El misticismo, adivinación y cosas por si las dudas están inmersos en la naturaleza del ser humano y así seguirán durante muchos años. Si el mundo fuera tan poco místico y no tuviera creencias que caen en lo ridículo, como algunos nos lo quieren hacer creeer, ¿alguien podría explicarme por qué en gran número de edificios no hay piso 13? Creo saber la respuesta. Sólo por si las dudas.

Una limpia bien hecha es un proceso que hiela el cuerpo. La señora te pide que tú compres el huevo y las hierbas con que te limpiará. Antes de empezar te pregunta tu nombre, te pones de pie bien derecho y cierras los ojos. La curandera comienza a rezar una oración, un padre nuestro acompañado de peticiones por ti, diciendo tu nombre tan cerca de ti que lo percibes claramente. Invoca al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo mientras dice tu nombre. Repite esas jaculatorias una y mil veces, mientras con un manojo de hierbas en cada una de sus manos te limpia, te inciensa y te echa aromas que te producen escalofríos. Pide por ti, porque seas tenaz, porque nunca te rindas, porque los malos espíritus se alejen de ti, porque tengas paz, porque seas un hombre bueno. Sigue rezando y repitiendo tu nombre con una Fe que hasta si eres ateo, te hace sentir bien, te da una sensación de paz y tranquilidad impresionantes. Al final te pasa un huevo, para después romperlo en un vaso con agua y decirte cuántas “envidias” tienes.

Particularmente mi gran experiencia con las limpias ha sido hasta antes de que rompan el huevo. La sensación de paz es increíble. No es que crea que me va a alejar los malos espíritus, sino que me hace sentir bien y pues también por si las dudas.

Hace muchos años invité a un amigo que pertenecía al Opus Dei a hacerse una limpia, después de explicarle el ritual. Me preguntó que cómo era posible que me hiciera esas cosas y peor aún, cómo una vieja gorda, sucia y bruja podía atreverse a mezclar eso con el cristianismo puro y único. Qué se siente esa pinche vieja sucia y gorda, pecadora y tres veces pecadora por hacer pecar a los demás, por hacerlos creer en ritos mágicos, místicos y que Dios ni la Iglesia aprueban. Por momentos pedía excomunión a todos aquellos que se hayan practicado una limpia, pues no era posible que la gente civilizada fuera a pagar por un servicio provisto por gente de tan mala pinta.

Menos de un año después de esa conversación, en la ceremonia de Canonización del en ese entonces Beato Juan Diego, el Papa Juan Pablo II entró a la Basílica de Guadalupe. Acudieron a recibirlo decenas de indígenas vestidos con penachos, quienes con sus movimientos le rezaban al Cristo resucitado tal y como lo hicieron los aztecas para pedirle a Tláloc que trajese la lluvia.

Juan Pablo II tomó asiento y varias de esas viejas indias, gordas, sucias, brujas y pecadoras de las que les hablaba, lo incensiaron. Estoy seguro que mientras lo limpiaban decían una oración parecida, repitiéndole casi al oído con sus plegarias su nombre, Juan Pablo. Cuida a Juan Pablo, Dios mío, cuídalo de los malos espíritus, del aire, del mal de ojo, de todo aquello que nos ha afectado durante siglos. El gran jerarca católico recibiendo una limpia por parte de indígenas en la Basílica de Guadalupe es una imagen que difícilmente olvidaré. Aunque quizás, el Papa lo haya hecho sólo por si las dudas.

Lugar de donde saqué las fotos: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/2002/travels/mexico5.html
http://www.vatican.va/news_services/liturgy/2002/travels/mexico4.html

lunes, 5 de mayo de 2008

Falacias...

Dividí este texto en tres para no hacerlo tan pesado. El que aparece en el último post (el actual) es la primera parte y así sucesivamente…
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Un argumento falaz es aquel que está construido a medias verdades, malas apreciaciones o que no considera todos los elementos necesarios. Se remonta a los sofistas griegos, personas con palabras hermosas, que sonaban coherentes y que convencían a los demás pero que no corresponden necesariamente a la realidad.

Sin embargo, la magia de las falacias es que a parte del mundo les encanta escucharlas. Incluso me atrevería a decir que la publicidad está llena de falacias, en el sentido estricto de la palabra. Todo se refiere a que tal o cual es la mejor opción para mi dinero, que la calidad de determinado producto es superior (a qué? A quién? Cómo me lo demuestran?) o que la calidad del servicio es de excelencia (bajo qué indicadores?).

No veo malo el uso de falacias en la publicidad. Finalmente cada persona tiene la capacidad de elegir sobre los bienes o servicios que desea adquirir. Una adquisición que es producto del esfuerzo de la persona o en su caso, que demerita la posible adquisición de otros bienes.

Sin embargo, en discusiones de orden público hay muchísimas falacias que se esgrimen como argumentos. Aquí el problema de falta de información o análisis profundo de las cosas sí afectan de manera sistemática. Otro problema es que muchos de esos argumentos están inscritos hasta en el orden jurídico del país.

Voy a hacer un recuento de los que recuerdo, argumentando las razones sobre el por qué los veo mal formulados. Podré estar equivocado, pero me encuentro convencido de estas cuestiones.


Falacia 1.


Los capitales extranjeros pueden irse más rápido que los mexicanos, ergo no hay que fomentar a lo loco los capitales extranjeros.

Esta es una cuestión de incentivos. En la discusión de la reforma energética se ha esgrimido este argumento a más no poder. Se ha dicho que si los extranjeros tienen el control del petróleo, ellos solamente se harán ricos y cuando hayan saciado su avaricia se retirarán inmediatamente.

Esto querría decir que los inversionistas mexicanos mantendrían su dinero en el país a pesar de las circunstancias. Yo realmente no veo justificación ni teórica ni práctica de este hecho. Los inversionistas en cualquier materia realizan una inversión pensando en producir riqueza, lo cual es una característica innata de las relaciones de producción. Uno le mete dinero a un negocio de lavado de coches, de satélites o de una franquicia, para hacer más dinero. No conozco a nadie que haga eso con el objetivo principal de perder el capital invertido. En ese caso, sería mucho más productivo meter el dinero al banco o enterrarlo en la tierra para sacarlo poco a poco.

El problema de la inversión extranjera no es que mágicamente los capitales se vayan porque no quieran al país. Se irán si empiezan a perder dinero, tal y como lo haría cualquier mexicano. Nadie le reclama a Slim o a Zambrano (dueño de Cemex) que inviertan en Colombia, Perú o Venezuela. Incluso nadie exige que parte de sus ganancias las retornen a México. Finalmente es su dinero y saben qué hacer con él.

La preocupación de nuestro país no debe enfocarse en cómo evitar que los extranjeros que metieron su dinero lo saquen, sino cómo fomentar que cualquier empresario (nacional o extranjero) pueda invertir su dinero, dar empleos (para redistribuir la riqueza generada), generar ganancia para sí mismo, contribuir al fisco y en un último paso, realizar acciones en comunidades marginadas para mejorar el status quo de los más desprotegidos.

Insisto en que esto es cuestión de simples incentivos. Si el gobierno me dejará poner mi negocio rápidamente, si no pagaré mordidas, si me puedo informar de los requisitos desde cualquier lugar del mundo vía Internet, y si puedo encontrar posibles empleados a través de una bolsa de trabajo en línea, estaré posibilitado para hacer una estimación de si me conviene o no, desde cualquier departamento clasemediero de Suiza. Con esto tendré más incentivos a poner una fábrica, empresa o simple distribuidora de productos suizos en México. Pero si al llegar me salen con que me falta el impuesto no sé qué, que la ley no sé cuál me prohíbe hacer eso por ser extranjero o que hay que pagar por la palomeada del funcionario X, simplemente me retiro y no pienso en México como opción para invertir.

Estoy de acuerdo en que sería más deseable (y sueño con) que un día se pueda sostener un país competitivo con los ánimos y voluntades de la gente oriunda de ahí. Sin embargo, si los incentivos no son los adecuados, también sacarán su dinero.

Al menos en la crisis banquera del 94 yo nunca vi que hubiese manos extranjeras metidas en las irregularidades. Los autopréstamos y la existencia de créditos mal autorizados lo hicieron ciudadanos mexicanos. Inversionistas que vieron las condiciones para hacer crecer su negocio pero que fracasaron. Esa crisis nos ha jodido más que todos los extranjeros que han sacado su dinero del país.

El argumento de que los extranjeros retirarían su dinero más fácilmente viene de una época donde el nacionalismo era muy extremo y no sólo en México, sino en todos los países del mundo. Donde el príncipe, rey o presidente tenían un gran poder de veto sobre las decisiones de los empresarios. Creo eso ya ha cambiado, y lo que se vive ahora no es una actitud de sumisión de los empresarios hacia los gobernantes, sino de amplias interdependencias.

Me gustaría ver qué pasaría si mañana el gobierno mexicano quisiera exprimir a Cemex, Telmex, Liverpool o Farmacias del Ahorro. Estoy seguro que los dueños de esos negocios tan rentables sacarían sus capitales del país para hacer ganancia en otro lugar. La inversión extranjera es deseabilísima, pero hay que buscar mecanismos para promoverla.

Falacia 2

Los ministros de culto no pueden participar en política porque manipularían a las mayorías.

Un día tuve un sueño. Imaginé que el párroco del pueblo de San Pitas enloquecía y se postulaba para presidente municipal. Condicionó a los habitantes a que si no votaban por él, los dejaría de confesar, ya nos les impartiría la comunión, no haría más casamientos, bautizos ni primeras comuniones. Con esa medida terminaba de tajo con todo para lo que el pueblo luchaba, pues la gente de San Pitas sólo vive y ahorra para que cuando les toque ser mayordomos de algún santo o virgen, el dinero les alcance para el mole, el guajolote, la misa y los cohetes.

La gente votó por él por ese miedo y el sacerdote cuando tomó posesión se dedicó a robar (como buen cristiano), explotar a las personas y usar parte del dinero del erario para pláticas sobre educación sexual y noviazgo en el cristianismo, los concubinos son pecadores y la gracia de María en el trabajo de las mujeres. La otra parte del dinero la destinó a construir una gran casa parroquial y a hacer un gran paseo para que llegasen turistas en la semana santa a hacer peregrinaciones a San Pitas.

¿Realmente eso es posible? Claro que sí, pero esas cosas no las hacen sólo sacerdotes. Para muestra, el reciente despilfarro del gobernador de Jalisco, quien construirá con fondos públicos un paseo para turismo religioso en su Estado, y todo al amparo de la ley. El sacerdote condicionó el voto a las confesiones, pero cuántos caciques no condicionaron los votos en tiempos pasados (y también recientes, no me voy a hacer pendejo) a cuestiones como construcción de drenajes, alumbrado, despojo de tierra, etc.

En la mayoría de los países del mundo los ministros religiosos pueden participar en política. En México esto nos da miedo, pues pensamos que intentarán quitar de tajo el Estado Laico del que nos enorgullecemos. Les confiamos un valor extra a sus rezos, como dando por hecho de que si hacen penitencia, Dios les dará el ansiado Estado Católico Mexicano que ellos desean.

No veo en qué parte si en un país se permiten la libertad de culto y de profesión, pueda restringirse a que un sacerdote o ministro pueda pertenecer a una institución del Estado. Creo que tal restricción podría venir pero de las Iglesias hacia sus ministros (pues ellas creen lo que se les antoje), pero no desde el Estado. No entiendo la diferencia espacial entre que le prohíban ser diputado a un ministro religioso que al tendero del pueblo, el capitán del equipo de fútbol de la colonia o el empresario exitoso, estos últimos quizás con mucha mayor influencia que el cura.

Igualmente al menos en el caso de la Iglesia Católica, los curas sólo están de paso. Pocos duran más de quince años en el mismo cargo, en la misma localidad (a excepción de los grandes jerarcas). Por lo tanto, su poder no será infinito, como sí lo puede ser el del cacique que extorsiona a los indígenas.

Por otro lado, creer que todos los católicos votaremos por un cura sólo por ser católico es el mismo supuesto de que todos los poblanos votaremos por un poblano, o que todos los que nos gusta el fútbol votaremos por un futbolista, o que si nos gustan las chichis de Thalía votaremos por Thalía. Al menos yo no votaría por el Kikín Fonseca, Capulina (quien es poblano) o por Thalía.

El último punto que me parece importante es el de la representatividad. El Estado es un órgano que debe representar a los distintos sectores de la sociedad. La Iglesia ha logrado representación y ha podido impulsar sus opiniones desde la sombra, los arreglos informales o en lo oscurito. ¿Por qué no dejar que exprese sus opiniones a través de cauces legales? ¿Por qué no dejar en los ciudadanos si quieren que la Iglesia siga pugnando por un no al aborto o por cuestiones de vida privada?

Dentro de la misma Iglesia Católica hay visiones del mundo. A pesar de tener una estructura impresionantemente piramidal, entre ella misma hay divergencia. Durante los 70 fue común en América Latina la imagen del sacerdote revolucionario. Un cura que llega a una comunidad en extremo jodida y piensa que no puede haber libertad de credo, ni total comunión con Dios si primero no son saciadas las necesidades básicas. Este tipo de sacerdotes crearon hasta una corriente de pensamiento, llamada Teología de la Liberación. En algunos casos organizaron guerrillas y se pusieron del lado del católico jodido, no de aquel que va a misa para que lo vean, o que hace bautizar y comulgar a sus hijas para que vean que son buenas niñas de familia y que da limosna al pobre porque así le dijeron. Esos curas estaban del lado del indígena que no tenía qué comer, pero que ahorraba para las ceras de su santito. Estaban de su lado y tomaron las armas por ellos y con ellos. El más famoso, Camilo Torres Valenzuela (de él es la foto). Incluso recientemente fue electo en Paraguay un sacerdote (o ex sacerdote, neta no estoy muy seguro), el cual representa a la corriente de izquierda y no de derecha, como sería lo intuitivo.

En este supuesto, yo como católico preferiría ver en el Congreso a un padrecito de estos revoltosos, que quieren cambiar la realidad de esas personas desde las instituciones, a tener un gobernador como el de Jalisco, quien regala dinero para la Iglesia como parte de su diezmo. O en un asunto un poco menos claro, prefiero que el sacerdote X introduzca una ley en el Congreso para matar a los homosexuales, a que el obispo de la Ciudad de México negocie o corrompa a algún alto funcionario para que esa ley se apruebe. Que si la Iglesia decide introducirse en los asuntos públicos también pague un costo político y no sólo mordidas.

Suponer que el cura sólo por ser el cura puede hacer que la gente vote por él se me hace un argumento paternalista. Se está suponiendo que las personas tienen poco criterio para votar, lo cual no desmiento, pero es parte del sistema en el que se vive. Si es que existen pocas con poco criterio, ¿qué tiene de malo que voten por el que quieran? Finalmente en una democracia, el voto del más sabio de los sabios vale lo mismo que el de una analfabeta.

Falacia 3

La reelección.

El tema tabú de nuestra democracia. Si mal no recuerdo, en el Congreso revolucionario que dio formación al PRI (o PNR), se dio una larga discusión sobre este tema. Nuestros “ideólogos” en esa fundación (lol) debatieron sobre si iba a ser aceptada en sus fundamentos estatutarios. Al final ocurrió lo que todos ya sabemos: aquí la reelección no entra a menos que el Arcángel Gabriel nos anuncie que debamos hacerla, pero que después todos los mexicanos veamos a Juárez y Madero venidos del más allá, metiendo su mano en las llagas de un Cristo resucitado, como medio para confirmar que así lo quieren las fuerzas divinas y revolucionarias.

Uno de los mecanismos más importantes para garantizar el buen funcionamiento de una democracia es la reelección. Cuando fue pensada la democracia en tiempos modernos, nunca fue concebida sin la posibilidad de que un buen funcionario pudiese repetir los aciertos que realizó. Este es también un mecanismo de castigo para el inepto o corrupto que hizo un mal trabajo.

Me parece increíble que se esgriman argumentos sobre la codicia, avaricia o deseos de poder eternos. Todos los políticos, en todos los países del mundo, como buenos seres humanos, tienen codicia y son avaros. Todos tienen un sueño último que es trascender, al igual que lo tienen los escritores, publicistas, deportistas y artistas. Los medios por los cuales buscan trascender son distintos, incluso entre los mismos políticos.

El problema nuevamente no es la reelección sino la forma del sistema político. Actualmente si yo quisiera ser diputado tendría que afiliarme a un partido político, trabajar mientras estoy de lamehuevos con algún alto funcionario, mientras movilizo la gente que pueda a eventos o mítines. Al pasar los años ese funcionario podría postularme, pero siempre y cuando yo responda a los intereses del partido. Dios mío, hasta parece que estoy hablando de otro siglo. Qué miedo.

En cuanto llegue a la diputación, mi futuro político inmediato y lejano dependerá de mi padrino político o del que me dio la candidatura. No importará que siendo priísta haya ganado en el distrito más panista de todos, o que con mi campaña y carisma levanté el voto hacia mi partido en más del 40%. Esos serán sólo bonos futuros. Cuando llegue al Congreso seré uno más de los XX diputados de mi partido, un voto más de los XX que siempre aprueban o rechazan las iniciativas. No discutiré ni escucharé argumentos, simplemente propondré leyes que no desapruebe mi respectivo jefe. Pensaré que las cuentas públicas de los alcaldes de mi partido se aprueban por cuestiones de gobernabilidad y bla, bla, bla. Por otro lado, atenderé a lo que me diga mi líder parlamentario y no seré desobediente con lo que se acuerde.

Estoy de acuerdo que hay muchos diputados que sí se mueven, pero creo que no hay actualmente debate en el que verdaderamente se discutan ideologías. Discusiones en los que los argumentos de alguna persona pueden convencer a un legislador de otra postura. Se hace lo que dictan las élites y punto.

Si hubiese reelección, yo no podría negarme a presentar ante el pleno una iniciativa para que investiguen al presidente municipal de San Chimoyo, emanado de mi partido, porque violó a hijas de algunas de las 8,000 indígenas que me eligieron. Cada voto que haga en el Congreso se traducirá en un nuevo lema para mi futura campaña. Yo voté para aprobar la ley que te trajo agua, gracias a mi gestión te devolvieron el dinero que te quitó el alcalde ratero, etc.

Naturalmente la reelección no es la solución a todos los problemas. Faltaría fomentar la participación ciudadana, los mecanismos de rendición de cuentas (para que un candidato no me diga que hizo X cosa siendo diputado, cuando en realidad hizo W) y la manera de designar candidaturas. Sin embargo creo sería un gran paso.

Del lado de los presidentes municipales, estos creo tienen aún problemas mayores. El presupuesto de los municipios es ridículo, realmente no tienen muchas maneras de recaudar impuestos y su campo de acción también es corto. Sin embargo ellos se enfrenten a solucionar el día con día de los lugares. Su importancia es gigantesca pero no tienen ni recursos ni tiempo para levantar a un lugar.

Si alguno de nosotros fuese presidente municipal de XX municipio donde hay muchos baches, ¿invertirían millonadas en poner cemento hidráulico en toda la ciudad? Tan sólo con eso se terminaría el presupuesto de los 3 años y ya no habría para modificar el alumbrado público, el transporte (en algunos casos no lo manejan los municipios sino los Estados), la seguridad, etc. ¿Realmente me conviene poner esa obra tan costosa, detener el tráfico tanto tiempo y joderle la vida a los automovilistas para que al final cuando se vean las ventajas en el traslado o el ahorro del bacheo el titular sea otro alcalde? ¿qué tal si el otro alcalde es de otro partido o de otra corriente dentro de mi partido? Yo como alcalde tengo incentivos para no hacer eso y seguir rellenando baches como desde principios de siglo.

Otra cuestión es el tiempo. Si decido crear un gran centro de atención municipal a los pobres, me voy a tardar dos años en licitarlo, que se construya y opere a la mejor manera. Cuando termine la obra, el siguiente alcalde (quien podría ser mi rival) tendrá muchos incentivos a meterle mucho dinero a ese lugar y obtener una renta política de tres años de trabajo. Yo sólo habré obtenido seis meses o un año, pues no me dio tiempo. Luego entonces, mi incentivo está para que construya un centro pitero de atención a los niños pobres, donde después de 6 meses pueda estar trabajando y sacar mi renta política durante 2 años o 2 años y medio. Yo como alcalde no tengo incentivos a hacer cosas que trasciendan, pues sólo estaré tres años y no dependerá de mi trabajo que me quede para obtener la ganancia que espero. Si el jefe de gobierno del DF durara 3 años en el poder, no se habrían construido segundos pisos, ni se pensaría construir ahorita los súper túneles, pues después otro sería el gobernante.

Por otra parte está el costo de aprendizaje de las alcaldías. En un país con más de 2000 municipios, muchos presidentes municipales no tienen estudios de secundaria. En parte culpa del número de municipios tan grande, en parte por el bajo nivel educativo de una zona y en parte por la desidia de los mandatarios. Si para una persona con conocimientos contables y de las leyes, ejecutar proyectos de tipo público es complicado (por los filtros, documentos, reglamentación, etc), imagínense para un señor que siempre ha sembrado maíz y de repente es alcalde. Exactamente en el momento en que ya aprendió a bajar recursos, ZAZ, le quedan 2 meses de gestión y tiene que empezar a cerrar el changarro.

Hubo una iniciativa en el Senado de la República para permitir la reelección en 2005. Tristemente fue rechazada con argumentos cíclicos o tontos, como la ambición. Imaginen: senadores diciendo que no lo van a aprobar por la ambición que ellos mismos o sus compañeros de partido tienen. La neta ya ni sé, quizás ellos hayan sido lúcidos y yo desconozco el grado de ambición enferma de nuestros políticos. El peor me pareció el de la bancada del PRI y una senadora del PAN (no recuerdo cuál). Algo como: no aprobamos esta reforma porque antes tenemos que aprobar otras cosas para que las condiciones cambien.

Está de huevos. No hagamos nada, esperemos a que pasen otras cosas para movernos. No sembremos, mejor esperemos a que la tierra esté húmeda. No pongas alcantarillado, mejor esperemos a que haya recursos para pavimentar. No trates de cambiar el mundo, espera a que este cambie para que luego te acepten como eres.

viernes, 2 de mayo de 2008

I want to break free... What's that??

Las películas gringas se han llenado de guiones que tienen el mismo punto central. Uno podría pensar que desde el 11 de septiembre, aunque la neta yo recuerdo que en todas las del gigantesco director Mel Gibson como Corazón Valiente (lol), pasando por las que abordan sucesos “históricos” como Alejandro Magno, 300, Troya, El Álamo o historias fantásticas como Día de la Independencia. En todas ellas se maneja a un pequeño grupo de personas que luchan por su libertad. Otro concepto tan, pero tan etéreo que acaba perdiéndose en la nada.

Uno de los mejores textos que he leído sobre el tema es uno de Benjamín Constant, un francés que en un ensayo llamado “De la Libertad de los antiguos y los modernos” (algo así iba el título, neta neta no lo recuerdo bien), hablaba sobre cómo en la Antigua Grecia una persona era muy libre mientras más podía participar de los asuntos públicos, mientras que en los tiempos modernos, aquel que era más libre era quien no debía participar en dichos menesteres.

Es curioso y gran ensayo por el hecho de ver ese factor desde mucho tiempo antes. De observar y analizar cómo en la Antigua Grecia, al ser los únicos que podían participar los hombres que no eran esclavos, el hecho de ser partícipe de la democracia griega (que aún no era para todos, pero era lo más democratizante al momento) te hacía sentir libre. Siglos después sucede lo contrario en una sociedad donde al poder participar la mayoría en las decisiones, nos sentimos libres cuando no estamos atados a ellas, por lo que ocupàndonos de nuestros propios asuntos sentimos no estar esclavizados.

Creo esto no tiene mucho que ver con los guiones de las películas gringas. Verdaderamente me cagan sus argumentos por el hecho de presentar historias demasiado planas, en las que un pueblo esclavizado busca su libertad. Jajaja. Realmente en todos esos guiones la gente no busca la libertad, sino seguir viviendo esclavizados bajo su propio dictador local o en su caso, desesclavizarse de un reinado para pasar al yugo de otro. Eso no es buscar la libertad de un pueblo, sino simplemente modificar las élites o el sistema de cobro de impuestos.

La verdadera libertad no puede encontrarse en ningún lugar en el que falte respeto a la voz de los demás, en el que al nacer todos tengan la misma oportunidad de ser un empresario exitoso, un gran político o el barrendero que vive dignamente haciendo lo que más le gusta en el mundo: barrer. En esos ejemplso gringos, los pueblos no luchan por su libertad, sino por su ídolo, rey, pastor o futuro conquistador.

Por lo tanto, creo que la libertad a nivel grupal es algo demasiado etéreo y que siempre llegará a confundirse con el entorno. Lo que sí creo es que un hombre es libre cuando puede hacer lo que le gusta, teniendo una remuneración acorde con el nivel de beneficio que genera a los demás. La completa libertad en las sociedades actuales, como dicen Rawls y tantos partidarios de la justicida redistributiva, nunca se logrará si no existen igualdad de oportunidades para los individuos.

Esto también implica que uno es libre de ser flojo y no hacer nada, pero con el respectivo castigo en cuanto a las comodidades a las que aspira.

Sin embargo, creo que la libertad nunca podrá ser alcanzada por los humanos. Siempre tenemos algo que nos esclaviza, que no nos agrada y nos hace sentirnos poco libres, que mengua nuestros deseos y aspiraciones. Hace unos 10 siglos esto era la esclavitud, unos 8 siglos después se tradujo en la falta de opciones para participar y decidir de los asuntos comunitarios, mientras ahora esta falta de libertad implica que no nazcamos con las mismas oportunidades (que no implica necesariamente nacer con los mismos recursos). ¿qué pasará cuando esto sea así?

Quizás yo no viva para verlo, pero sí creo que en unos 6 siglos los humanos nacerán bajo las mismas oportunidades. En ese momento, estoy seguro que se continuarà escribiendo sobre la libertad. Los teóricos de esos tiempos se quejarán de que faltan X circunstancias o W cuestiones para que la humanidad sea libre. Habrá otro tipo de restricciones, que no tendrán que ver con la igualdad política, social o económica al nacer, sino con alguna otra circunstancia.

La libertad es un anhelo de la humanidad. Un anhelo que nunca podrá ser saciado, y cuando lo sea se escuchará que hacen falta nuevas libertades. Hoy existen muchas sociedades libres. Lugares donde puedes escuchar RBD, Daft Punk, Silvio Rodríguez, Bach o Bob Marley. Sociedades donde puedes salir a la calle vestido de negro, morado, azul, con shorts o pantalón. Se me ocurre que ese puede ser uno de los cambios que reclamará la libertad. Que pueda ir al trabajo con huaraches, pijama, playera naranja de “Vota por el Convergencia” o asistir a una boda con mi playera de las Chivas, short azul y espinilleras. Poder ser quien quiera en el momento que quiera. Ser verdaderamente libre, olvidándome de lo que me
dicta la sociedad.

De momento, yo me siento libre en un país como México. He tenido oportunidades que muchos no tuvieron al nacer y eso me hace sentirme libre para decir lo que quiera, votar por quien yo quiera, escuchar al artista que se me antoje e ir al cine a ver lo que se me antoje, desde una película de Disney hasta una ocho X. Sé que tengo que ajustarme a ciertas reglas de la sociedad, pero me siento libre. Faltará luchar porque otros puedan sentirse tan libres como yo.

No creo que las películas gringas cambien. Sé que nunca lo veré, pero puedo apostar a que en 4 siglos se seguirá hablando de libertad. Se dirá que en la campaña de 2006 las personas votaron por Andrés Manuel o Calderón porque no se sentían libres, que Obama perdió la elección de 2008 porque la gente quería seguir siendo libre con los republicanos, o que los jugadores de Alemania en el mundial del 54 se esforzaron y ganaron el campeonato porque querían demostrarle al mundo que una sociedad ya liberada podía ser triunfadora. No lo hicieron por gloria, sino por libertad.

Tal y como Alejandro Magno, Aquiles o William Wallace. Ninguno en el cine fue un conquistador, rebelde, pistolero o asaltante. Todos fueron próceres de la libertad, pues esa palabra es tan fácilmente aplicable que cualquier persona podría llamarse así. Tan fácil es usar esa palabra que hasta a Dios le pedimos que nos libere de nuestros pecados.

La neta yo no creo que Alejandro, Aquiles o William Wallace hayan sido libertadores, sino todo lo contrario. Dominadores de otros pueblos, pero que al dominarlos les mintieron para decirles que realmente los estaban liberando de sus otros dominadores. Libérame para hacerme esclavo, no del de antes, sino ahora de ti. Como cuando uno se vuelve a casar. Sale del yugo de una domadora, para entrar a un nuevo calabozo.