lunes, 2 de noviembre de 2009

Apestan como salvación

Señalar culpables quizás sea lo más fácil de este mundo. Alivia la responsabilidad del culpable y hasta puede convertirse en víctima o héroe. Al contrario, quizás lo más difícil del mundo sea encontrar que un culpable declare su culpa. La búsqueda por la justicia ha generado miles de mecanismos, desde tribunales donde la palabra es lo más valioso hasta torturas donde lo menos importante es la verdad.

Recientemente he pensado que quizás lo más inteligente no sea negar una acusación. La mejor estrategia es adelantarse a los hechos y aceptar que existe la probabilidad de ser culpable. El truco es negarlo antes de que alguien siquiera lo piense. Las autoconfesiones negadas sin cuestionamientos son como las “preguntas frecuentes”, declaraciones de las empresas sobre las posibles fallas reconociéndolas como ventaja.

Mi último trabajo estaba muy cerca de la casa. Casi todo el tiempo que trabajé ahí preferí llegar en transporte colectivo. Vivo frente a una parada de autobuses y una de esas rutas me dejaba en la oficina en menos de veinte minutos. Los autos te alejan de la convivencia con los demás, del trajín que sufre mucha gente y de cientos de divertidas historias.

Casi cada mañana se subía un vendedor con mucho talento. No era el clásico merolico que sólo grita. Tenía una oratoria pulcra, una buena argumentación y un producto novedoso. Ofrecía unas nuevas cápsulas para quitarse el mal aliento en menor precio que en cualquier tienda. En su exposición nos daba la libertad de tomar el producto para comprobar que estuviera cerrado, en buen estado y que no se hubiera pasado de la fecha de caducidad. Algunos le compraban pero nadie dudaba que dijera la verdad. Es como cuando compras un disco pirata y le preguntas al vendedor: “y si no sirve?” Y el vendedor responde: “está garantizado amigo”. Un absurdo de la comunicación, de las ventas informales y las preguntas frecuentes.

Un día le compré al gran vendedor. No porque el producto me hubiera convencido, sino porque creía que hacía un trabajo excelente. En el Diablo Guardíán, la protagonista pedía limosna sin sentir pena ni remordimiento. En su autoconfesión ella consideraba la limosneada como un trabajo, en el que ofrecía que alguien se sintiera caritativo y con alivio en el alma a cambio de unas monedas. En el caso del vendedor talentoso, mi compra fue una recompensa a su desempeño y me hizo sentir bien.

Llegué muy contento a la oficina con mis nuevas cápsulas no caducas, que mantienen mi aliento refrescante por más tiempo, con mejor sabor y más baratas. Superada la emoción comencé a ver el empaque de mi maravilloso producto. Lo que me vendieron estaba rico aunque ya había caducado. En la tarde, me encontré más baratas las mismas cápsulas en una tienda. A pesar de que seguí viajando en transporte colectivo, nunca no a ver al vendedor de la excelente oratoria y gran argumentación. No pude reclamarle ni me sentiría desahogado si me inconformaba en el mejor lugar para consumidores defraudados.

Desde hace tiempo creo que la mejor página de internet para los consumidores mexicanos no es la de PROFECO, sino Apestan.com. Su lógica es simple. Cualquier persona que se sienta estafada y furiosa con algún vendedor de pastillas o empresa se desahoga por Internet. Un consumidor que gogleé opiniones de usuarios para deliberar su compra puede ver tu comentario. Si la ofensa que te hicieron es tan grave, te habrás vengado del trago amargo cebándole una venta a la compañía.

Apestan nos hizo preferir Cablevisión sobre SKY. Mientras los clientes de SKY se quejaban de que cuando llovía se iba la señal y de la pésima actualización del menú; los de cablevisión se enfocaban en un elevado costo para servicio HD y que no había muchos centros de pago. Desde esa vez vimos deportes sin HD incluso cuando llueve mucho. Apestan es una vacuna contra las autoconfesiones. Es una sección de preguntas frecuentes respondidas por los usuarios.

En los últimos días pareciera que retomé muchas amistades. Mi correo electrónico se llenó de mails de muchos remitentes de quienes tenía mucho tiempo de no saber nada. Después de leerlos todos, me quedé casi igual en cuanto a conocimiento sobre sus vidas. En todos los casos me reenviaron correos sobre un niño desaparecido en Puebla. Más allá de que el mensaje de la “madre” es cero cautivador, su estrategia para embaucarte en que pierdas tu tiempo reenviando el mail es similar a la del señor del autobús y las preguntas frecuentes. Declara todas sus culpas pero las niega con un mensaje similar a este:

Hola. Sé que te llegan muchos mensajes así pero ayúdame a encontrar a mi hijo, él es Agustin Martin, vive en la colonia (nombre real), estudia en el Colegio Humboldt, lleva 9 días desaparecido, di aviso a la policía pero nadie lo encuentra por más que lo buscan, bla, bla, bla, yo se que no me vas a creer pero lo quiero mucho, cualquier información al correo: todosporagustin@hotmail.com. Esta es su foto.

Me recordó al vendedor ofreciéndome un producto caduco y barato que estaba vencido y más caro que en la tienda. También a que seguro muchos me reenviaron ese correo sólo por sentir su alma tranquila. En esta ocasión no iba a caer presa del engaño. Antes de llenar la bandeja de mis conocidos utilicé la estrategia de Apestan que alguna ocasión anterior utilicé. Googleé el nombre del niño y el mail de ayuda. Encontré que el correo fue enviado durante 2009 en al menos Argentina, Chile y Colombia con el mismo nombre, el mismo mail de ayuda, la misma foto del niño sonriente y quinientos millones de resultados diciendo que era fraude.

No fue la primera vez que Google me dio la verdad. La salvación de las almas por no sentir culpas puede generar mucho caos. Hace unos tres años me mandaron un correo parecido. Quizás mejor hecho porque tenía mucha más información. Era una narración de un supuesto secuestro de una zona comercial popular de Puebla que incluso se leía cómica por el estilo. Básicamente decía:

Hola, el 18 de febrero de 2006 fuimos a La Fayuca a comprar mi Xbox y casi no lo cuento. Iba con un amigo y una amiga, a él lo mataron y lo dejaron ciego y a ella la violaron repetidamente. Nos secuestraron y nos encerraron pero somos reales ya fuimos a la policía y nadie nos quiere ayudar porque son parte de la misma banda pero yo me escapé, bla, bla, bla, bla. Si no nos crees, te mandamos una lista con los nombres de todos nuestros familiares y el número de averiguación previa 12124-dj234 atentamente, 30 nombres

El correo funcionó para lo mismo que ahora: recibir noticias de viejas amistades que sólo se indignaban de la inseguridad y los nacos vendedores fayuqueros. Se propagó entre mucha gente conocida y salió en la tele. Algunos medios poblanos incluso hablaron sobre la inseguridad, sus orígenes y la importancia de comprar en lugares establecidos. El día que lo recibí googleé el nombre que aparecía en el correo y otra persona ya me había hecho el favor de encontrar que nada había sido cierto. El nombre del secuestrado era inventado y los amigos de los damnificados era como treinta argentinos muertos durante el régimen militar.

Creo es un buen negocio declarar todo por lo que puedes ser culpable y después negarlo. Al menos sirve para hacerte rico como en los multiniveles (otro día malparidearé sobre eso). Ojalá abrieran un sitio como Apestan.com dedicado a las cadenas de los correos y los vendedores en camiones

Los culpables que se señalan a sí mismos serían castigados por sus mentiras y no premiados por gente que adquiere la tranquilidad de su alma.

1 comentario:

soldiertj dijo...

TIENES RAZON, ACOSTUMBRO GOOGLEAR, LA DESAPARICION DE LAS PERSONAS O TAMBIEN CUANDO SOLICITAN ALGUNA AYUDA Y ME HE DADO CUENTA QUE EL 90% SON FALSOS, ES UNA TRISTESA EL ENGAÑO Y MAL USO QUE SE LE DA A LA TECNOLOGIA