viernes, 6 de noviembre de 2009

Sin hogar, identificación ni tréboles de cuatro hojas


En el jardín de mi casa había muchos tréboles. Aunque mi probabilidad de tener buena suerte era más alta que quien no tenía jardín, nunca encontré uno con cuatro hojas. Nunca le he puesto atención al mal augurio y muchas veces me encomiendo de más a mi buena suerte. Quizás sea porque pocas veces me ha abandonado o quizás olvido cuando me ha dejado a la deriva.

Gaby no confía en su buena suerte. No es que no la tenga, pero prefiere reducir riesgos. Antes del viaje, buscó casas y departamentos para vivir. Tuvo suerte en encontrar lugares pero no en cerrar tratos. Al final contactamos al amigo de la amiga de la compañera chilena de la maestría de una tía. Nos dio varios tips por correo y nos ofreció una pieza por algunos días mientras encontrábamos algo. A Gaby la tranquilizó. Yo me conformaba con un lugar donde pudiéramos guardar las maletas. Lo demás lo podía solucionar mi buena suerte.

Nuestro vuelo llegó a las 11 de la noche, por lo que pasamos la primera noche en un hotel. Al día siguiente, el amigo de la amiga no apareció. No contestaba sus teléfonos y mucho menos un correo. Nuestras maletas eran tantas y tan grandes que desplazarlas era complicado. Era necesario encontrar al menos un lugar donde guardarlas.

Fuimos a la universidad a pedir auxilio. La coordinadora de intercambios internacionales dijo que estaba para ayudarnos en todo lo que necesitáramos. Antes de que le formuláramos nuestra solicitud expresa acotó: “Claro, siempre y cuando no sea algo como guardarles sus maletas”. Su concepción del todo me pareció demasiado limitada. Lo que sí nos ofreció fue un teléfono para realizar llamadas locales y computadoras con Internet.

Mi trébol de cuatro hojas vino bautizado como Contact Chile, una empresa que canaliza dueños en Chile con extranjeros y facilita la renta de casas. Después de hacer unas llamadas, otro compañero y yo fuimos a las oficinas. Unas horas después regresamos a ver a Gaby y nuestra otra compañera. Llegamos felices. Encontramos un departamento amueblado, cerca de la escuela y del centro. El precio era justo y en el regateo el casero nos redujo 10% al mes. Un sueño.

A diferencia de nuestra alegría, las niñas habían llorado, quizás no sólo metafóricamente. Trataron de conseguir que alguien nos guardara las maletas unos días. A pesar del fracaso, sus lágrimas fueron producidas por otra afirmación. Todas las personas con que hablaron les dijeron lo mismo: “No se preocupen, si ya sacaron su RUT es facilísimo conseguir casa”. La primera lágrima salió cuando recordaron que aún no teníamos RUT. En la mañana habíamos decidido ir a la universidad y hablar al amigo que no contestó, en lugar de acudir a Extranjería a registrarnos.

El RUT es una credencial que tienen todos los residentes en Chile. Es utilizado prácticamente para todo. Algunas tiendas departamentales te lo piden si les compras algo. La carencia de RUT no te restringe las compras, sólo los descuentos. Con base en tu RUT cuentan tu mercancía y te dan rebajas. El RUT aparte de funcionarle al Estado hace la vida más fácil para los publicistas, mercadólogos y administradores. Una buena base de datos permite detectar el comportamiento de los clientes en automático. Lo mejor es que al final depende de si el cliente se quiere registrar.

El RUT también sirve para los programas sociales y recaudar impuestos. En Chile si alguien quiere recibir apoyo del gobierno debe ingresar su RUT. Dos programas que otorguen apoyos parecidos no pueden ser recibidos por la misma persona, y el sistema los anula automáticamente. En México, alguien puede registrarse para recibir apoyo por varios programas. Sólo necesita registrarse varias veces en el IFE, quien sólo pide copia de acta de nacimiento u otra identificación. En el peor de los casos basta con dos testigos. Como las huellas digitales no se cruzan con las de los otros miles de ciudadanos, es mucho más sencillo engañar al sistema. Por otra parte, los tenderos te dan una papeleta en que aparece el monto de tu compra con su RUT.

En tres o cuatro días recibes tu RUT. Cuando me fui a inscribir al Diplomado aún no tenía el documento. Me inscribí con mi pasaporte. Mientras llenaba mis formularios el coordinador me preguntó cómo era el RUT mexicano. Le dije que no teníamos, sólo la credencial para votar. Me pregunta asombrado: “¿y los niños? ¿Cómo hacen sus trámites?” Le respondo: “con el acta de nacimiento”. Formula otra pregunta: “¿y si se los roban? ¿Cómo coteja la policía a un niño de dos años encontrado con el padrón de niños robados? ¿Acaso ve todas las actas de nacimiento?”. Olvidé mencionarle que ese tipo de crímenes no se investigan, a menos que seas rico y popular.

La mayor ventaja del RUT es que no debes cargar miles de millones de documentos. El día antes de salir de viaje, una imprudencia hizo que mi billetera viajara a la lavadora junto con el pantalón que no quería lavar. Tendré que ir a varias oficinas para recuperar mis pocas identificaciones. En Chile sólo tendría que ir a la oficina de los RUTs.

El gran debate mexicano por la Cédula de identidad me parece mal enfocado. El documento es una bendición para los ciudadanos, empresarios y gobierno. Paradójicamente, sólo he escuchado una paranoia del Estado represor similar a la mexicana en el Reino Unido. En un lugar donde nacieron los autores de 1984 y V for Vendetta, es normal que tengan miedo de dar tanto poder a una persona o grupo de personas.

Creo necesaria una cédula de identidad en México. Sin embargo, el CURP me parece el mayor desperdicio de los últimos años. Se gastaron millones de pesos en crear un padrón que serviría para que niños, jóvenes y adultos pudiéramos identificarnos. Un papel verde que fue inservible. Si bien puedo presumir que tengo varios amigos con tres o cuatro actas de nacimiento por motivos escolares o errores secretariales (yo incluido), muchos de los que conozco reconocen tener dos CURPs de manera involuntaria. El CURP duplicado es de las cosas más normales de mi generación.

En cualquier otro lugar del mundo se hablaría de mejorar el CURP o añadirle la cosita biométrica. Si fuese inviable por tener errores estructurales, entonces se exigiría castigo a los funcionarios que diseñaron, ejecutaron o evaluaron mal el mentado CURP. En México no.

Seguramente esos funcionarios tenían miles de kilómetros cuadrados de jardín en sus casas con millones de tréboles de cuatro hojas.

Lástima que mi jardín no era tan grande

No hay comentarios: