jueves, 12 de noviembre de 2009

Trabajo jodido por trabajadores

El negocio de comida junto a nuestro edificio ahora siempre está vacío. Una semana antes, los dueños le habían cambiado la apariencia para atraer más clientes. En la parte exterior colocaron varias lonas con fotos de los platillos: hamburguesas, lomitos, hot dogs, colaciones, etc. Cuando llegamos hace cuatro meses, el local era más un puesto de hot dogs que un mini restaurante. Pocas semanas después el negocio se convirtió en nuestra salvación. Ofrecía comida rica a un precio bajo, la cual incluía papas o arroz, guisado, ensalada y un pan por unos 30 pesos mexicanos (2 USD). Lo suficiente para estar satisfecho. Aparte nunca encontramos nada más barato, incluidos nuestros propios guisos.

La caída del negocio no vino por un descuido o falta de entusiasmo de los dueños. Hace unas semanas los profesores chilenos de educación básica y media comenzaron una huelga. Desde ese día, ningún estudiante toma clases. La escuela frente al negocio parece más un edificio abandonado y el consumo del local se ha desplomado.

Cualquier mexicano nacido en los ochentas y radicado en el DF pensará que conoce todas las posibles demandas absurdas de los sindicatos. En México, los sindicatos se han vuelto cotos de poder para que los líderes se hagan millonarios y no para que los trabajadores tengan una vida digna. Un instrumento de impunidad y sembradío de votos a cambio de mantener la paz y dejar vivir al ciudadano común. A pesar de convivir con el SME, el SNTE, la CROC, la CTM y tantas otras bellas organizaciones de trabajadores, la exigencia del Magisterio chileno es la más ridícula que he escuchado.

En 1981 los maestros fueron traspasados a las municipalidades. El decreto que estableció la medida estipulaba que los maestros traspasados recibirían un bono. En ese año Michael Jackson aún no grababa Thriller, la Guerra de las Galaxias llevaba sólo una película estrenada y Diego Maradona no había jugado un mundial. Yo ni siquiera había nacido. Han pasado casi 25 años y el bono nunca llegó. La exigencia fue bautizada como una telenovela: "Los maestros exigimos el pago de la deuda histórica".

Seguro habrá miles de explicaciones para que los maestros exijan su bono. En un sentido jurídico puede parecer hasta justo. Un decreto del Ejecutivo compromete a una institución y no a los deseos de una persona. Sin embargo, no por eso deja de parecerme ridículo detener las clases por tanto tiempo después de tantos años. No he escuchado a alguien elaborar un argumento sobre por qué antes no reclamaron airadamente. La democracia lleva en Chile casi veinte años y el decreto fue firmado nueve años antes de que ella llegara. Puede haber alguna explicación técnica, como que ahora es el mejor momento porque antes había crisis, que el otro presidente no cumplió su palabra o que ahora gobierna la parte más izquierdista, bla, bla, bla... Sin embargo, por más justificaciones que imagino no encuentro alguna que me convenza de que los maestros tienen razón. Quizás tenga tendencias a la tiranía o a la injusticia.

Los maestros no son los únicos que están en huelga. Las últimas visitas al centro han estado marcadas por marchas de doctores, trabajadores de supermercados, sindicatos del gobierno, etc. En la mayoría de los casos las marchas parecen ser de verdaderos involucrados con demandas justas y exigibles: mejores servicios, mejor sueldo a los que menos ganan y más prestaciones. Dos aspectos me generan una buena impresión: las manifestaciones no son exclusivas de empresas públicas y las marchas se hacen sobre los paseos peatonales del centro de Santiago. Las molestias a los automovilistas son mínimas en comparación al DF, aunque quizás diga eso porque no ando en auto.

A sólo veinte años de la caída del Muro de Berlín, en México hoy muchos ningunean a la libertad de expresión y manifestación. Muchos miembros de las generaciones no reprimidas por estados autoritarios incluso se quejan de los nacos manifestantes que no dejan pasar sus autos de lujo. Argumentan que mejor deberían ponerse a trabajar en vez de exigir que el patrón los trate dignamente. En el país de los abusos por parte de los holgazanes, la demanda burguesa comienza a volverse legítima. Los líderes exigen trato digno para sus representados mientras ellos viajan en cruceros, compran grandes ranchos y fuman habanos finos. Los sindicatos son un instrumento de dignidad y movilidad social, pero sólo para los líderes.

Cuando trabajaba sobre Paseo de la Reforma, algunas noches había una manifestación interesante: los 400 pueblos. Un grupo de indígenas que reclamaban que les habían quitado sus tierras. Prendían antorchas y daban vueltas sólo con un taparrabos alrededor de la Glorieta de Colón. Durante las tardes las mujeres indígenas andaban desnudas repartiendo volantes. Los 400 pueblos se volvieron por un tiempo recordatorio de las injusticias del país. Sin embargo, su reclamo se ha vuelto intermitente. Después de ser visitantes de ocasión se convirtieron en una buena postal. Van y regresan a su estado natal cada determinado tiempo. La demanda por sus tierras dejó de parecer legítima a muchos, incluido yo. Aunque por la mirada de los indígenas que duermen (o dormían) cerca del Monumento a la Madre, estoy seguro que muchos sí se encueran esperando que su desnudez les devuelva las tierras. Mientras tanto, en una entrevista con Excélsior su líder presume sus departamentos de lujo y sus cenas en la Condesa. Naturalmente vestido y con sus propiedades en orden.

Las marchas y manifestaciones son un elemento fundamental de cualquier democracia. Los análisis mexicanos sobre el caso chileno alaban la competitividad de este país, una verdadera joyita en medio del caos latinoamericano y con problemáticas de primer mundo en algunos aspectos. En Chile tan valiosa es la libertad de expresión que seguramente las marchas han servido en el pasado para que los chilenos hagan un alto en el camino y se propongan mejorar.

En medio de tantas cosas buenas de este país, el "pago de la deuda histórica" me recuerda que en la semana de las marchas, la demanda más ridícula viene de los maestros chilenos y ha ocasionado que el negocio de comida junto a nuestro edificio ahora siempre esté vacío.

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