sábado, 21 de noviembre de 2009

El Columnista 161109

Por una confusión el lunes pasado (16 de noviembre) apareció mi colaboración en El Columnista que debió salir el día 13. Este es el texto.
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Señales en el camino. 16 noviembre 2009.

Más firmas electrónicas menos filas

Hace cincuenta años el mejor banco era cualquier escondite. Los azulejos mal colocados, los colchones viejos y las macetas eran guardianes del dinero más eficaces que decenas de funcionarios malencarados. En esa época, retirar pocos ahorros del banco implicaba formarse por varias horas. En cambio, los azulejos y colchones no tenían filas, ni en las familias más grandes.

Los cajeros automáticos jubilaron al dinero escondido. No había que hacer una gran fila para retirar poco dinero y eran más seguros. Cuando era pequeño me gustaba presumir que había visto salir dinero de una máquina. Lo más parecido a un árbol de billetes que jamás veré.

La aparición de los cajeros automáticos no solucionó todas las esperas. Aunque ya se puede recargar el saldo del celular y pagar algunos servicios, aún no pueden realizarse depósitos en efectivo a otras cuentas. Finalmente, los Tokens bancarios alejaron a muchas personas de las filas para pagar una deuda.

El trato con el banco es mejor a la distancia. Es complejo lidiar con alguien que cuida de tu dinero, pero que te hace esperar para retirarlo. De no haberse inventado las firmas electrónicas para que el Token y el cajero sólo dieran dinero a su propietario, las colas serían aún peores.

El trato bancario y el burocrático son similares. Es complejo lidiar con alguien que recibe su salario de tus impuestos pero que difícilmente lo reconoce. Entre menos tiempo pase un ciudadano en oficinas de gobierno, menos se sentirá rodeado de malencarados. El conveniente trato a la distancia necesita que el solicitante pueda identificarse, para lo cual necesita de una clave o contraseña que sólo él conozca o le pertenezca.

Actualmente es más difícil falsificar los mecanismos de identificación electrónicos (huella digital, algoritmos, etc.) que los tradicionales (firmas, credenciales, etc.). La firma autógrafa, por ejemplo, se basa en lo que perciben los ojos y los sentidos pueden ser engañosos. Por otro lado, después de firmar o rubricar cien hojas, la última difícilmente se parecerá a la primera. Después de pasar cien veces la misma huella digital, la última y la primera serán iguales.

La tecnología puede evitar que los sentidos nos engañen. En este año, el Poder Judicial de la Federación instaló en más de 300 juzgados un sistema biométrico para registrar la asistencia de quienes enfrentan un proceso en libertad provisional. Antes los procesados firmaban una libreta y un oficial corroboraba con una identificación que el procesado fuera el firmante. Algo sencillo para un hermano, primo o parecido que quisiera suplantarlo: repetir un garabato y sonreír. En un sistema con huellas digitales suplantar no es tan sencillo.

Algunas dependencias federales cuentan desde hace cuatro años con firmas electrónicas avanzadas. Ellas son mecanismos de identificación con los cuales se pueden realizar transacciones y contratos, pagar impuestos, adquirir bienes, servicios o presentar la declaración patrimonial. La firma electrónica más conocida es la utilizada para pagar impuestos por Internet en la página del Sistema de Administración Tributaria (SAT). Al menos han tratado de no hacernos esperar en una interminable fila cuando vamos a pagar.

Entre las entidades federativas, Jalisco, el Distrito Federal, Estado de México o Nuevo León cuentan con legislaciones específicas para el uso de firmas electrónicas en varios de sus procedimientos. Todas tratan de hacerle la vida más sencilla al ciudadano, aunque bajo distintos alcances. Mientras el Estado de México y Jalisco contemplan medidas como firmas electrónicas notariales para registrar empresas más rápidamente, en el DF se le dio a ciertos documentos electrónicos la misma validez que un escrito tradicional.

Guanajuato fue el primer estado que aprobó una ley para establecer una firma electrónica. Dicha ley no contempla sólo la adquisición de materiales o la mejora de los servicios a la ciudadanía. También incluye mecanismos para hacer más fluida la comunicación entre el mismo gobierno.En el aparato gubernamental, muchas de las notas u oficios entre áreas son simples instrucciones de las que sólo se busca dejar constancia por escrito. Se malgasta papel y tiempo en un documento que puede generarse y autenticarse de manera electrónica. El papel se ha vuelto más lento y más fácil de falsificar que un monitor. Por otra parte, es más sencillo recuperar la información entre archivos electrónicos. No es necesario bajar decenas de carpetas, basta con apretar algunas teclas.

Entre tantas leyes parecería que la situacion marcha bien. Sin embargo, un reportaje del periódico Reforma mostró que aproximadamente el 85% del aparato gubernamental del país en 2009 no usa firmas, facturas u oficios electrónicos. La mayoría de las dependencias utilizan los procedimientos artesanales de hace ciencuenta años. En la era de los tokens, siguen guardando cifras millonarias detrás de un azulejo o comunicándose por medio de palomas mensajeras.

En Puebla, hace un mes el Ejecutivo local presentó una propuesta al Congreso del Estado para legislar una Firma Electrónica Avanzada que funcionaría en el Registro Civil. La SEDECAP detalló que la propuesta agilizará los casos en este ente, reducirá la corrupción y eficientará sus procesos. De acuerdo con la página del Congreso del Estado, el Secretario de Finanzas anunció que la medida podría implementarse en seis meses y que el ahorro en el Registro Civil por concepto de papelería podría superar los 40 millones de pesos.

La medida es aplaudible. Si bien ocurre un lustro después que en otros estados, es importante adaptar los avances tecnológicos a la relación del gobierno con sus ciudadanos. Sin embargo, el debate en el Legislativo no debe remitirse sólo a la relación de los ciudadanos con el Registro Civil. Sería bueno que también se discutieran y crearan mecanismos para facilitar la comunicación entre dependencias gubernamentales y que abarcaran otros entes públicos. Un sistema electrónico podría ahorrar millones en papeleo usado sólo para informar minucias entre la misma burocracia. También podría hacerle la vida más sencilla al ciudadano ahorrándole filas en otro tipo de trámites.

Ojalá que se apruebe una Ley que permita eliminar colas interminables, pero que se parezca más a un Token que a un cajero automático.

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