sábado, 28 de noviembre de 2009

El Columnista 271109

Durante esta semana tomé un diplomado que dura toda la mañana y la tarde. No ha habido tiempo de escribir pero sí han surgido muchas buenas ideas. Espero no dejar de escribir toda la siguiente semana.
Por lo pronto esta es mi colaboración de ayer en el periódico El Columnista de Puebla.

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Señales en el camino

Mucho político pocas políticas

Si bien algunas caricaturas generan reflexión, su objetivo principalmente es entretener. Por ello da igual si los ratones hablan, los conejos besan a sus cazadores o si un niño amarillo anda en patineta. Nadie reclama que estas caricaturas gringas tengan ojos, boca, nariz y manos como los humanos, pero sólo cuatro dedos. Kalimán y la familia Burrón parecen estar hechas para el mundo real. Sus personajes tienen dos ojos, dos manos y cinco dedos como los humanos.

El dedo omitido no es una moda de todos los dibujos gringos. Los personajes de historietas y tiras cómicas sí tienen su cuerpo en orden. El Hombre araña, Superman y la Pequeña Lulú tienen dos ojos, dos piernas, una boca y cinco dedos. A pesar de que entre estas historietas el trazado de la Pequeña Lulú es el menos parecido al mundo real, sus tramas son mucho más parecidas a nuestro mundo. El dibujo perfecto no es garantía de ser un buen espejo.

El mejor amigo de Lulú, Toby, tiene un club al que sólo pertenecen los niños. Un letrero a la entrada garantiza la exclusión femenina: “No se admiten mujeres”. En una sociedad imaginaria como el mundo de Lulú, el asunto es anecdótico y genera risa. Aplicado al mundo real genera reflexión e indigna que muchos seres humanos reales se comporten como Toby.

La discriminación a las mujeres es peculiar. Hay menos varones en el mundo pero los derechos femeninos son minorizados. Ellas son una mayoría que sufre trato de minoría. Históricamente no han tenido las mismas oportunidades para decidir el destino de su vida. Aunque han habido avances, a más de 60 años de la aprobación del voto femenino en México, aún dominan las fotografías de políticos varones en los periódicos.

La participación política de las mujeres es un indicador sobre las oportunidades de desarrollo que les brinda una sociedad. Un país lleno de Tobys tendrá a las Lulús encerradas en la casa, no porque ella lo decida sino porque no tenía opción. La teoría de equidad de género dice que la proporción de hombres y mujeres en cada puesto y trabajo público debería ser similar. Si bien es probable que exista una variación natural dependiendo de las características de cada persona.

Si bien en América Latina sólo hay dos jefas de Estado, en México ni siquiera ha habido una candidata a la Presidencia con posibilidades de ganar. A nivel estatal, sólo seis mujeres han sido gobernadoras. En Puebla, la última candidata a la gubernatura fue postulada hace diez años.

Por otra parte, según el INEGI sólo el 5% de los municipios en el país son gobernados por mujeres en 2009. Incluso hay seis estados sin alcaldesas: Aguascalientes, Colima, Baja California, Campeche, Nayarit y Querétaro. Del lado contrario, el mayor porcentaje de presidentas municipales no se explica por una inclusión generalizada en algunos estados, sino por un bajo número de municipios, lo que hace que en caso de Baja California Sur obtengan un 20% con sólo una presidenta.

Evaluar el desempeño poblano requiere compararnos con estados que cuenten con muchos municipios. En este sentido, mientras en Puebla hay 9 alcaldesas en 217 municipios (4.15%), en el Estado de México existen 11 en 125 municipios (8.8%) y en Veracruz 15 en 106 (14.15%). Ambos estados nos superan tanto en términos absolutos como relativos.

Afirmar que la ausencia de una mujer en el poder Ejecutivo es sinónimo de discriminación sería falaz. Los votantes no sólo ven el género para definir su voto. Sin embargo, en una sociedad incluyente, ellas deberían ocupar una proporción similar de cargos públicos respecto a los hombres en puestos de primer nivel. Tampoco ocurre así en la realidad.

En el actual gabinete presidencial sólo hay dos secretarias de Estado (10.5%). Un nivel jerárquico más abajo la situación sigue siendo preocupante. Según el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG) de la Cámara de Diputados, el 75% de las Subsecretarías a nivel federal son ocupadas por hombres. Las reuniones del más alto nivel en la SEDENA, SSP, SAGARPA, SEP, SRA y Secretaría de Marina son clubes de Toby. En dichas secretarías no hay una mujer como Secretaria ni como Subsecretaria de Estado. En el caso de Puebla, de los 24 miembros del gabinete–o puestos homólogos- que aparecen en la página de Internet, sólo la Consejería Jurídica la ocupa una mujer (4.1%).

Todavía hoy algunos cuestionan el nombramiento de mujeres en puestos clave. Al ser una decisión del Gobernador o Presidente en turno, es más complicado incentivar la participación desde las reglas del juego. Obligar al Ejecutivo a nombrar a alguien con el que no esté de acuerdo -sea por su género, ideología u otro factor- sería una ventana para no asumir sus responsabilidades.

En el poder Legislativo no ocurre este fenómeno. Incluso hace quince años se establecieron cuotas para incentivar la participación de las mujeres a nivel federal y local. Las cuotas garantizan el acceso y homologan oportunidades. Si bien no son una garantía de que la participación femenil sea más efectiva o que se legislará más a favor de las mujeres, al menos aumentan la probabilidad de que ello ocurra. A pesar de las vueltas a la ley -como las renuncias de titulares mujeres para dejar a su suplente varón- las cuotas han aumentado el número de legisladoras. Desde 1994, el porcentaje de mujeres electas en el Congreso de la Unión ha aumentado en 10%.

En los congresos locales, de acuerdo con la CEAMEG, Colima, Campeche, Guanajuato, Yucatán y Sonora tienen más de 30% de diputadas locales, la proporción recomendada por Organismos Internacionales para garantizar equidad de género. En Puebla, nos encontramos un punto abajo. En esta legislatura el 29% de los escaños son mujeres. La situación estatal parecería satisfactoria si consideramos que menos del 10% de los legisladores locales de Jalisco y Nayarit son mujeres. Sin embargo no hay que olvidar que el 30% es sólo un mínimo y que en Sonora, el porcentaje de legisladoras es de 48.5%, mientras en Yucatán y Guanajuato de 40%

La participación de las mujeres es una condición necesaria para garantizar la representatividad y las oportunidades de desarrollo para todos los poblanos. No fomentar su presencia en la toma de decisiones nos aleja de una sociedad justa. Si bien en el poder Legislativo se han logrado avances, aún falta exigir la integración de más mujeres en los puestos de primer nivel.

Al parecer las cuotas de género permitirán la entrada de mujeres en la próxima legislatura. Sin embargo, a la hora de escoger representantes en los Ejecutivos estatal y municipal habrá que tener cuidado con los Tobys.

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