sábado, 7 de noviembre de 2009

El Columnista 06112009


Mi colaboración de ayer en el periódico de Puebla El Columnista

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Muchas calaveritas en lugar de ofrendas

Los lamentos porque el mundo de hoy es diferente al de ayer quizás serán eternos. Hay una esquizofrenia por mantener las tradiciones. Si bien las sociedades tratan de romper las ataduras al pasado que no las dejan avanzar, a su vez intentan conservar lo que le enseñaron sus abuelos. Se busca un equilibrio que sería perfecto. Un mundo de autos más veloces pero con piñatas cada diciembre, o turismo al espacio por el puente de Día de Muertos pero acompañado de hojaldras

El espíritu antiyanqui enerva estos lamentos durante el Día de Muertos. En esta guerra de tradiciones se enfrentan dos clases de muertos vivientes: los que regresan a visitarnos porque los extrañamos y otros que vienen a asustarnos. Los espíritus protectores contra los zombies sajones.

Para alejarnos del susto, en la escuela se organizaban concursos de ofrendas cada año. Todos participábamos o ayudábamos. Cuando más pequeños, algunas mamás iban a darnos chocolate y pan de muerto. Todos comíamos. También había un concurso de calaveritas, aunque en este casi nadie participaba. No se podía escribir una buena calaverita a un profesor, maestra o papá. La ofensa podía costar puntos esenciales para solicitar el nuevo juguete. La esquizofrenia por ser castigado nos hizo perder un poco de esa tradición.

Conozco poca gente que escriba calaveritas. Sin embargo, aún no conozco a alguien que no disfrute leer aquellas que se publican en el periódico, así sea para decir que fue mala. Las calaveritas, más que un homenaje a la muerte, son una simulación de ella. Epitafios contados como versos sobre lo que pasaría si un personaje público muriera graciosa y repentinamente. De seguro muchos políticos de medio pelo sueñan con que algún medio de comunicación les escriba una calaverita algún día. Quizás también les provoque la sensación de que su vida ha valido la pena. Al menos para hacerse famoso.

Las calaveritas mezclan picardía e ironía sobre la muerte, pero paradójicamente necesitan estar inspiradas en una vida próspera llena de errores propios. Muchos mueren sin que se haya escrito una calaverita en su honor. Puede ser que su vida haya sido poco fructífera o que no se hubiera rodeado de poetas. Sin embargo, hay muchos que simplemente no vivieron el tiempo suficiente.

Uno de los indicadores más utilizados para estimar la prosperidad de un lugar es la esperanza de vida. Ella es el promedio de edad de las personas que mueren en un año por razones no violentas. Un lugar higiénico y con servicios de salud que funcionen correctamente, aumenta la probabilidad de morir después de una larga vida en la que nos escribieran no una, sino muchas calaveritas.

Según datos de la CIA, en 2005 la esperanza de vida mundial era de casi 67 años, con diferencias sustanciales entre las regiones. Mientras en Norteamérica y Europa superaba los 74 años, el promedio de los países africanos era de 55, casi veinte menos. Los países con mayor esperanza de vida eran Andorra y Japón, con 84 y 82 años respectivamente. Mientras tanto, en América Latina, el país mejor colocado era Costa Rica seguido de Cuba, Ecuador, Uruguay, Argentina y Panamá. Según esta misma fuente, México es el país 51 con 75.19 años en promedio.

Según el INEGI, la esperanza de vida en México en 1930 era de sólo 34 años. En 1970 aumentó a 61 y llegó en 1990 a 71 años. Desde el 2000 se ha mantenido estable rondando los 75 años. Entre los estados, la mayor esperanza de vida se encuentra en Quintana Roo y el DF, mientras la menor en Guerrero y Veracruz. Puebla se encuentra ligeramente mejor que la media nacional con 75.2 años. Según el INEGI, desde 1970 la esperanza de vida en Puebla ha incrementado casi 18 años, tres más que el aumento que ha habido a nivel nacional. Podríamos decir que partimos de una realidad desventajosa respecto al resto del país y ahora nos encontramos mejor que el promedio.

La esperanza de vida genera la impresión de decirnos cuánto podemos llegar a vivir o cuánto viven en promedio los adultos mayores. Sin embargo, no es así. Al ser una media, en una sociedad donde mueran dos personas, una con 6 y otra con 70 años, la esperanza de vida de ese lugar sería de 38 años. En una situación extrema, la esperanza de vida mejora sólo si se reducen las muertes a temprana edad.

Un alto número de muertes no necesariamente implica un grave problema. Quizás sea originado sólo porque hay mucha población. En este sentido, la tasa bruta de mortalidad es la relación entre las muertes en un periodo y su población media. En 2007, Puebla tuvo casi cinco defunciones por cada mil habitantes ubicándose así en el lugar 16 a nivel nacional. Prácticamente a la mitad.

Pareciera que todas son buenas noticias, pero hay un aspecto grave. Si bien nuestra esperanza de vida ha mejorado y nuestra tasa bruta de mortalidad responde a la realidad nacional, en 2008 Puebla fue el quinto estado con mayor mortalidad infantil. El 70% de las muertes de menores de 15 años ocurrió a bebés menores de un año. Por otra parte, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México, el municipio poblano de San Nicolás Buenos Aires es el lugar donde un recién nacido tiene mayor riesgo de morir. Los niños que nacen en ese municipio en el centro del estado tienen una bajísima probabilidad de que alguien les escriba una calaverita.

El INEGI estima que la tasa de mortalidad de menores de un año para Puebla en 2009 será de 17.1 muertes por cada mil nacidos vivos. Si consideramos que hace sólo nueve años la tasa fue de 42 defunciones por cada mil, sin duda ha habido un gran avance. Sin embargo, en Nuevo León, Durango y Nayarit sólo ocurren siete decesos en este grupo por cada mil nacidos. Todavía es posible reducir la cifra.

Sería falaz negar los buenos resultados. La esperanza de vida ha aumentado en el estado y la tasa de mortalidad de niños menores de un año se ha reducido paulatinamente. Sin embargo, aún tenemos al municipio más riesgoso para nacer. Falta sólo cerrar la pinza.

Ojalá el próximo año no coloquen ofrendas por los niños que nacieron y murieron pronto. Ojalá a esos niños después les escriban muchas calaveritas.


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