lunes, 28 de septiembre de 2009

Obligado a comprar pirata

Cuando era estudiante compraba mucha piratería, en parte porque mi casa está frente a una estación de metro. Aunque con un presupuesto limitado la decisión era sencilla: podría gastar 80 pesos (menos de 7 dólares) en comprar tres películas de estreno, unas palomitas y una cerveza; o ir a un cine y gastar 12 dólares en una sola película con palomitas y refresco mediano. Cuando comencé a trabajar y mejoró mi ingreso, me hice un poco más responsable del abuso que sufren las distribuidoras. Ya no visito el puesto pirata frente a mi casa.

A pesar de que mi abuela no vive frente a una estación de metro, en algún momento se acostumbró a comprar piratería. Los argumentos sobre la economía y el bienestar del país o la calidad del producto nunca la han convencido. Prefiere gastar 20 pesos y comprar una película o un disco pirata que ir al cine a ver una película en la que invariablemente termina dormida. Aparte sólo ve cintas de Pedro Infante o los Hermanos Almada y esas ya no las pasan en el cine.

Mi abuela me lleva 50 años exactos. A pesar de que podría pensarse que la tecnología la rebasó, se ha adaptado bien a los cambios. Sabe poner un disco compacto, en su estéreo suenan estaciones modernas y aprende fácilmente a utilizar aparatos novedosos como su DVD o su mp3 conectado a unas bocinas. Sólo no deja de usar su máquina de escribir y su cámara fotográfica de rollo.

Le encanta escuchar la misma música del mismo cantante por un tiempo, ya que sus gustos musicales cambian. De repente prefiere a Joan Sebastian, a José Alfredo o a Luis Miguel. En parte para agradecerle todos los años que me cuidó, hace poco le compré un reproductor MP3. Nunca pensé que se haría clienta frecuente de la piratería. Las empresas discográficas no venden discos MP3 originales, ni siquiera a un precio alto.

Alguna vez había leído de ello en un blog, pero nunca había visto sus implicaciones. Para que alguien utilice el estéreo mp3 que compró para su casa o que viene con su auto, debe emplear miles de horas bajando los videos de youtube (o pagando cientos de dólares por ellos), para después quemarlos en un disco compacto. Sin embargo, el único lugar donde mi abuela obtiene un disco para utilizar el equipo que le regaló su nieto es el tianguis del mercado.

Las compañías discográficas y cinematográficas se quejan de la piratería. Nunca dejará de ser un abuso que alguien tome la idea y el trabajo de alguien más para obtener ganancias sin dar regalías. Sin embargo, también es ridículo que los precios de utilizar cada canción sean tan altos que no puedan ponerse los mejores 100 videos de los 90 en un disco compacto. La ambición hace perder a las disqueras dinero y luego su trabajo es malbaratado por alguien con mucho tiempo e ingenio.

Los discos con millones de canciones son una gran oportunidad de venta y algo que los consumidores exigen a gritos. La serie de Los Años Maravillosos no ha podido salir en DVD porque el pago de los derechos de la gran cantidad de canciones que utilizaba es muy alto. ¿Qué hace el fanático? ¿Deja de ver la serie? Por supuesto que no, toma sus videos viejos, los transforma a algún formato de video digital y los sube a internet.

Desde un punto de vista meramente de elección racional, los distribuidores argumentan que comprar original es comprar calidad. Tienen razón en la mayor parte de las ocasiones. Sin embargo, ¿qué me convendría más? ¿Comprar un disco de mp3 con baja calidad en el mercado a un dólar o tres discos originales + un dvd a 15 dólares? Hace poco me incliné por el original para tener todos los éxitos de José José en mi colección. Sin embargo, maldigo cada vez que tengo que cambiar el disco. Quizás mi compra fue estúpida.

Otro argumento para no comprar piratería es fatalista. Si en algún momento todos dejan de comprar original, el mercado dejaría de existir. No sería negocio gastar miles de millones de dólares en algo que después cualquiera toma y obtiene ganancias. Es un argumento seductor, pero que responde a la realidad de hace 40 años. Hoy muchos pueden hacerse ricos o famosos a través de internet con un costo mínimo.

El negocio en casi toda industria está en vender a las grandes marcas la promoción de su producto y que ellas absorban el costo de la producción, como ocurre en la televisión abierta. La idea del sitio de videos de Yahoo me parece ha sido desaprovechada. Antes de empezar cada video, te aparece un comercial. Particularmente no me importaría que en mi hipotético disco original con 30,000 éxitos de Luis Miguel, cada 20 canciones se escuchara un anuncio de Pepsi o Coca Cola. Lo mismo ocurre cuando veo el fútbol o escucho un noticiero en la radio.

En cuanto a las películas, el cine utiliza argumentos nobles que tratan de concientizar sobre no comprar productos piratas: el ejemplo a los hijos y el hecho de que robar ideas es malo. Es cierto, pero también lo es que hasta hace poco comprar películas originales era absurdamente caro y no todos tenían para pagar 20 dólares por película. Me da gusto que hoy puedo ir a un supermercado y comprar una película original en 5 dólares, un precio que me parece justo. Aunque en el metro pueda adquirir tres películas por 3, agradezco la visión de las distribuidoras, que me quitaron el empaque especial y sustituyeron el libro que nadie leía por una mera portada, incluso algunas tienen publicidad al inicio. Por 5 dólares para ver Odisea 2001 o Requiem for a Dream cuantas veces quiera, no me quejo.

Hace poco mi abuela vino a visitarnos. El último día contratamos a una persona para que nos llevara a conocer diversos lugares. El auto tenía una pantalla que lo mismo servía de GPS que de televisor. El conductor puso un disco con grandes videos de los 80s que no volvió a cambiar. Andamos por más de ocho horas y no se repitió ninguna canción. Menos mal que mi abuela ya tiene DVD. Así le podré comprar un disco con 1000 videos de canciones de su época. No tendré que trasladarme mucho, pues el único tipo de tienda donde venden los discos está cerca.

Qué bueno que vivo frente al tianguis del Metro Chapultepec

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