viernes, 11 de septiembre de 2009

El honor a un caído

Hoy se cumplieron 30 años de la muerte de Salvador Allende. Ayer en la noche, los analistas de los noticiarios discutían sobre la vigencia de celebrar esta fecha. Casi todos llegaron a la misma conclusión: las posibles marchas las realizarían grupos políticos que tomarían el día como un pretexto para jalar agua a su molino. Normal en año de elecciones.

Cuando llegué a La Moneda ya había iniciado el evento. Una conmemoración austera, sólo con algunos arreglos florales en la estatua de Allende localizada frente al Palacio de la Moneda. Sin duda esperaba encontrar más personas.

No se instaló templete y nadie tomó el micrófono. Sólo se colocaron un par de bocinas junto a la estatua. El sonido repetía su último discurso. Una grabación que hace en La Moneda poco antes de pegarse un tiro cuando ocurre el golpe de Estado. Se escucha su voz quebrada pero su espíritu enaltecido. Sus palabras desgarradoras pero confiadas. Habla de la igualdad, la lucha de los trabajadores, del pueblo chileno y el imperialismo que ese día “trata” de derrumbarlo.

Al terminar la grabación todos aplaudimos, como si Allende hubiera estado ahí. Ya hay más personas en el lugar, aunque soy de los más jóvenes. La mayoría son ancianos, que dan la impresión de haber creído en Allende porque lo escucharon cuando vivía. Incluso algunos lloran como si treinta años no hubieran secado sus lágrimas. Dos canciones en honor a Allende cierran el homenaje: su himno de campaña y otra que no distingo. Algunos cantan abrazados, como si 36 años no hubieran pasado.

De lo que he leído sobre el gobierno de Allende, la añoranza que genera es un espejismo. La verdad no le fue tan bien. Ganó sus elecciones con apenas poco más del 30% de los votos (como Calderón en México) y sus niveles de aprobación nunca fueron altos. Los socialistas creían que él haría los cambios para lograr la “justicia” de manera inmediata. Cuando la derecha se lo impide (defendiendo lo que era suyo), Allende trata de negociar. La izquierda le da la espalda por “entreguista” y olvidar los valores socialistas. La derecha le reclama el nulo crecimiento económico y lo acusa de incompetente. Empieza un juego de todos contra el presidente.

Cuentan los chilenos que semanas antes del golpe militar, Allende estaba listo para convocar a un referéndum. Dejaría en el pueblo la decisión de si continuaba en el poder o se convocaba a nuevas elecciones. La mayoría de lo que he leído coincide en que iba a perder el referéndum. También en que si ello hubiera ocurrido, el lado más radical de la izquierda hubiera tratado de conservar el poder por la fuerza. Ni Kissinger ni Pinochet decidieron arriesgarse y dieron el golpe militar.

Después de esa emotiva celebración se cumplió el pronóstico de los analistas. Una calle aledaña a La Moneda se llenó de banderas con una hoz. Eran simpatizantes del Partido Socialista con su candidato a la presidencia encabezando la comitiva. Marcharon una cuadra, mientras cantaban el himno de la Internacional Socialista y algunas porras que hubieran quedado bien en un partido de fútbol. Los cánticos ya no eran a Allende como persona, gobernante o símbolo. Allende se volvió el pretexto para gritar: el pueblo, unido jamás será vencido; bachelet escucha, el pueblo está en la lucha; muera el gobierno fascista; Navarro presidente y cosas por el estilo.

Antes de irme los líderes del partido tomaron el micrófono. Hablaron de la democracia simulada, los desaparecidos durante la dictadura y cambiar a Chile. Sus demandas podrán ser legítimas y justas pero me dejaron un mal sabor de boca.

Poco antes de que hablara el candidato socialista a la presidencia todos callaron. Otro grupo “proallendista” marchaba, gritando consignas contra el partido socialista. Al parecer la desunión de la izquierda ocurre por doquier. Ellos eran aún más descarados. Iban a manifestarse al Ministerio del Trabajo por alguna demanda, quizás justa pero usando a Allende como pretexto para que la televisión los grabara y de paso, pintar distancia de los socialistas.

El primer homenaje fue increíble. El más discreto pero el más emotivo. Si no hubiera ido, seguro tendría la idea de que todos eran unos aprovechados. Seguramente los analistas dirán en la noche rato: como dijimos ayer, hoy fue un día donde se utilizó a Allende como pretexto para bla, bla, bla, bla…

A pesar de que tengo un buen sabor de boca, tristemente creo que estarán en lo correcto por los marchistas y no por los que lloraron cantando el himno de campaña:


1 comentario:

Unknown dijo...

¡Qué buena columna! Me gustó mucho la parte de exaltar valores pasados pero sin afanes partidistas. Una lástima que después el candidato del Socialista lo hiciera.

Envidia de la buena por tu estancia allá, salúdame mucho a Gaby, un abrazo.