jueves, 10 de septiembre de 2009

No celebrar doscientos años


Septiembre es también el mes de la patria en Chile. Las calles anuncian por todos lados el mes de la chilenidad. Lo que en México parecería un albur, aquí es símbolo de unidad. Como en México, este año celebran 199 años de su Independencia. A pesar de que falta un año, las calles chilenas están llenas de publicidad sobre el bicentenario. Cada vez que subo al metro encuentro una nueva convocatoria para celebrar esta fecha: concursos de poesía, arquitectura, cuentos, historias y hasta sueños sobre Chile en 100 años. Todo se vale para que la sociedad participe.

Chile llegará al 2010 con una impresionante fiesta, con la gente verdaderamente involucrada en las celebraciones y dispuestos a vivir un momento inolvidable para recordarlo por muchos años.

En México hace tres años encontré un anuncio sobre la carretera que decía “Ruta México 2010”. Sentí emoción. Me sentí parte de la generación que atestiguaría el centenario de la Revolución y bicentenario de la Independencia. Muchos nacieron y murieron sin haber tenido ese gusto. Después de eso, no he visto casi nada.

Los cumpleaños de cada persona son tiempo de mucha alegría pero también de reflexión. Tenemos la suerte o el destino de que en un año se conmemorarán el inicio de dos luchas que marcaron al país, o al menos así nos lo vendieron en la primaria. El Bicentenario es el pretexto perfecto para recordar lo poco o mucho que se ha construido. Podría ser el año en que más veamos al pasado tratando de definir cómo queremos al país en cien años, aunque nadie viva para contarlo.

En medio de una crisis económica, gastar millones en fiestas puede sonar frívolo. Sin embargo, invertir de una manera adecuada en eventos con proyección mundial puede detonar el turismo, recuperar la confianza de los consumidores y unir a la población.

Hace tres años estuve en Rusia. La guía nos comentó con cierta añoranza: “si hubieran venido hace XX años (no recuerdo la fecha exacta) habrían visto la ciudad más maravillosa, se conmemoraron los XX años de la fundación de San Petesburgo, recibimos más turistas que en diez años juntos, la ciudad estaba limpia, sin rayones en las paredes, las calles pintadas y la gente celebrando”.

Hoy no encuentro motivo para invitar a algún amigo extranjero a que ahorre para ir a México en 2010. La Ciudad de México se encuentra en obra y paradójicamente inundada y con sequía. Trata de vivir el día con día y no ve la trascendencia del cumpleaños de la Patria. No se trata sólo de prender una antorcha y apagarla. Las fiestas del Bicentenario no se podrán lograr sin la participación de los ciudadanos a través de convocatorias donde se reconozca el talento de la gente y ese esfuerzo se vea reflejado en algo que quede a la posteridad.

El gobierno de la República tuvo un escándalo por la manera en que se escogió el proyecto para el Arco del Bicentenario. El gobierno de la Ciudad redujo el presupuesto para la construcción de la plaza conmemorativa que ganó un concurso. Ninguno de los dos ha anunciado reducciones dramáticas en su presupuesto de publicidad. ¿Qué mejor publicidad para alguien que quiere ser presidente o el mejor presidente de la historia que hacer una gran fiesta recordada por todos?

A nivel local el ánimo es aún más indiferente. Los estados no se han involucrado y piensan más en la siguiente elección. Olvidan que la gente de Ciudad Juárez, Guerrero, Yucatán, Puebla y todos los estados tendría algo que celebrar. Entre mexicanos ha habido peleas por más de 100 años (unos 60 ininterrumpidos) y casi en cada rincón se podría contar una historia. Mi papá me contaba con orgullo que su abuelo escondió a Carranza por unas horas cuando escapaba antes de ser encontrado y fusilado. En otros países, esa casa sería un museo y quizás mi padre pudo evitar la migración para ser historiador.

En algunas partes del mundo algunas localidades viven de un suceso aislado de la historia de su país, que sólo ellos recuerdan pero que les da de comer a los nietos. En México podría inventarse, con el bicentenario como pretexto, la ruta del escape juarista o zapatista que recorra los puntos donde estuvo don Benito o el camino de Zapata por Morelos. Sería un alivio para generar empleo en regiones a donde nadie tiene un pretexto para ir.

Cuántos europeos no pagarían por una ruta del mezcal en Oaxaca, del chile en nogada o el mole en puebla, del pulque o del tepache en Xochimilco o el Estado de México; o una móndriga ruta del taco en que el turista pruebe los tacos al pastor, campechanos, árabes, cachondos, en fin… Sobran recetas, falta impulso del gobierno y los empresarios.

Las últimas fiestas del Centenario cuentan que fueron impresionantes. Las crónicas de la época porfirista relatan al mundo rendido ante los pies de México. Con todo y el funesto desenlace posterior de Díaz aún se habla de ellas en clases de historia. Las condiciones no son las mismas que hace 100 años y no creo que ocurra una revolución, aunque estas palabras sean arriesgadas en tiempos de crisis con más impuestos, poca rendición de cuentas del gobierno y una guerra contra el narco.

Si el Estado mexicano (no sólo como figura del presidente o gobernador sino de todo lo que lo compone) no hace algo para festejar el bicentenario, quizás me arrepienta de haber llegado a Chile un año antes de su gran celebración.


1 comentario:

Unknown dijo...

Me cae que eres re bueno para escribir.

Proceso está publicando una serie de fascículos conmemorativos en torno a la Revolución que valdría muchísimo la pena que leyeras.

Lo lamentable es que todo mundo va a aumentar su gasto público y sólo unos cuantos lo aprovecharán en infraestructura. Invertir en el Libramiento Bicentenario, el Puente Bicentenario, el Edificio Bicentenario y demás sólo son pretextos, son obras que de todos modos tendrían que hacerse y que sólo están utilizándose como escudo.

Hace poco alguien me dijo: "Qué bueno que la Selección ganó. Si no, tranquilamente tendríamos una segunda revolución". ¡Imagínate eso, irnos 100 años atrás porque México no calificó!

La Ruta México 2010 debería tener más publicidad. El año pasado fui a Piedras Negras, Coah. en la frontera con EU y puedo asegurarte que TODOS los caminos dicen Ruta México 2010. Como bien dices, significa que cada pueblo tiene una historia que contar. Tristemente, nadie sabe de eso.