martes, 27 de mayo de 2008

Sufro, sufro y me motiva que otros sufran

Mi abuela es una persona sumamente religiosa. No pasa festividad en que no vaya a misa para comulgar, compra estampitas de cuanto santo le dicen tiene “poderes” y se enorgullece de que algún sacerdote la reconozca y ubique. Recientemente me dijo que se encontraba leyendo un libro sobre la vida del Papa Juan Pablo II. Al preguntarle su opinión, me dio la siguiente respuesta: “Muy interesante su vida. Cómo sufrió el pobrecito Papa”.

Más allá de que soy 15 millones de veces menos católico, me asombró su respuesta. Karol Wojtyla fue un cabrón. Un hombre que tuvo los arrojos para dirigir de manera excelente a una Iglesia que enfrentó situaciones desconocidas en una escala tan global, desde la prohibición de la religión en muchos lugares (incluido su lugar de origen), hasta la paulatina liberación de la sociedad occidental. La última característica importante que yo mencionaría, sería que fue un gran hombre porque sufrió mucho.

El sufrimiento está presente en la vida de todos los seres humanos. Económicamente no todos nacemos iguales, jurídicamente tampoco, incluso algunos ni siquiera biológicamente. En un mundo por naturaleza injusto, todos los hombres hemos de sufrir muchas veces en la vida, algunos más y otros menos.

No sé qué carajos tenga el inconsciente del mexicano (y de América Latina en general, pero no me atrevo a catalogarlo a una escala global) que nos fascinan las historias de sufrimiento. Nos gusta escuchar cómo Benito Juárez fue un gran presidente después de sufrir mucho, la historia de las niñas que sufrieron porque sus papás las abandonaron pero salieron adelante, el sufrimiento de un niño que fue al Teletón por nacer con una enfermedad, así como las historias de victimización del buen Andrés Manuel.

La idea de pensar que el sufrimiento es visto a escala global me llegó por el éxito de la Pasión de Cristo. Conozco a chingo de gente de varias nacionalidades, que salió del cine pensando que debía ser una mejor persona, al observar bajo la excelente lente de Mel Gibson (lol, lol, and more lol) todo el sufrimiento que tuvo Cristo en su pasión. Incluso llevé a mi abuela y tías al cine y se pusieron a chillar por todo lo que había sufrido Jesús, al igual que las señoras de adelante y las de atrás.

Más allá de lo que cada quien piense de Jesús, creo que si hay que procurar ser mejor persona por algo sobre él, debe ser por sus enseñanzas, por el importante mensaje que dejó y la trascendencia que ha dejado para la humanidad. No porque le pegaron mucho. Entonces comenzaré a ser mejor persona cuando Michael Moore me presente la historia de un árabe inocente al que han maltratado en Guantánamo desde hace varios años. Quizás mi comparación haya producido sobresalto en alguna mente conservadora, pero creo es así.

Todos sufrimos. Desde el panadero que no tuvo agua para hacer su pan, la niña de Polanco que no pudo ver al chavo que le gusta, el señor de la Sierra que se separó de sus hijos por irse al gabacho, el trabajador que se levanta todos los días a hacer la misma pinche rutina, la señora a la que nuevamente le partió su madre su marido, la mujer que sueña ser artista pero es muy fea para salir en la tele, el candidato que chilla porque le robaron las elecciones y el ganador de las elecciones porque le dejaron un país de la chingada.

La vida es sufrir, sufrir y sufrir. La de todos tiene sufrimientos que producen caídas, desilusiones e incluso ganas de parar. Sin embargo, no creo que debamos enfocar el pensamiento en que un hombre es grande porque sufrió mucho. La verdadera razón por la que deben admirarse por igual a Juárez, las niñas abandonadas, el niño del Teletón y a Andrés Manuel (sí, incluso a él), es porque lucharon mucho. De una u otra manera todos han sabido enfocar su sufrimiento en seguir luchando, por las razones que quieran y los fines últimos que les guste.

¿Qué nos hace falta para eliminar eso? ¿Qué necesitamos que nos digan para pensar en luchar en lugar de enorgullecernos de nuestro sufrir? La neta, como casi todo lo que digo en este blog… La neta no lo sé, pero me aventuraré a decir lo que creo es más significativo.

Nos falta trabajar más. Nos falta darnos cuenta de lo que cuesta conseguir un pan, una comida corrida en una fonda, una peda en el restaurante más caro, una pantalla gigante de plasma, conservar el amor de nuestras vidas o grabar el primer sencillo en una disquera.

La mayoría de los que nacimos con buenas oportunidades (o no tan malas) no conocemos eso hasta mucho tiempo después, y muchos no llegamos a conocerlo hasta que ya no lo valoramos. Muchos nos refugiamos en el seno familiar cuando hay una emergencia económica o hasta para eliminarnos gastos como el gas, la luz, las cuentas, bla, bla, bla. Destinamos el fruto de nuestro trabajo a cosas que saben muy bien, pero no como ganar tu primer sueldo y con eso afrontar la vida, para darnos cuenta de que nos falta trabajar más si queremos dejar de sufrir.

Irónico, pero quizás la respuesta sería así: sufro antes de trabajar, sufro mientras trabajo, trabajo más esperando sufrir menos, me doy cuenta que funciona (quizás marginalmente pero it Works) y trabajo más y más con lo que sigo sufriendo mientras continúo trabajando. Finalmente, dejo de asombrarme del sufrimiento ajeno, para asombrarme de la tenacidad que otros tuvieron para trabajar más para dejar de sufrir, mientras yo me quejé de mi sufrimiento.

Lo ideal sería que el obrero flojo dejase de serlo; que el cerdo capitalista que no valora el trabajo de sus empleados porque nunca se ensucia las manos, quede como un marrano después de meterse a la obra; que el burócrata que sólo mama del presupuesto se ponga a pensar que su familia come con recursos públicos; que los dirigentes de los sindicatos vean el daño que hacen al promover la holgazanería; que la ambición de los más ricos se traduzca en beneficios de los demás por medio de fundaciones; que la niña fea que no puede ser artista se rompiera el hocico por demostrar su talento. Trabajo, trabajo y más trabajo.

¿Cómo conseguir que la gente trabaje más? Espero saberlo algún día. Lo que sí sé es que si lo llego a descubrir, en la entrega del Premio Nobel que me den por semejante hallazgo, haré un tributo al pueblo mexicano comenzando mi discurso con un: Desde niño sufrí mucho porque bla, bla, bla… lol

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