martes, 20 de mayo de 2008

Influyes en mi pensar

Esto no es para nada una carta de amor. Estas semanas comenzaron los debates para la reforma energética en el Senado de la República. Una idea que ha sido demasiado criticada, por el hecho de que quizás sólo veamos posturas encontradas entre grupos y ningún debate, entendiéndose este como el intercambio de ideas, en el que a través de argumentos puede modificarse la opinión de otra persona.

El argumento que más me llamó la atención fue uno de Carlos Elizondo, quien palabras más o palabras menos, decía algo como: no importa si algo de lo que se considera óptimo es inconstitucional, la Constitución es un elemento modificable por los legisladores si estos se encuentran de acuerdo.

Esto me recordó mucho algo que hablaba hace varios años con un buen amigo. En ese momento, él, aún estudiante de derecho en el CIDE, se quejaba de una clase que tenía con economistas y politólogos. En una discusión sobre qué podría hacerse para mejorar la situación de las recomunicaciones, me parece. Él me decía que comenzaron a decir puras pendejadas, pues no tenían idea de que sus propuestas violaban no sé cuántos reglamentos o leyes.

Fue chistoso en ese momento, porque a mí lo que él decía eran pendejadas no me parecían tales. Al contrario, me parecía pendejo que en una discusión de ese tipo, alguien pudiese argumentar que no era posible buscar un sistema en el que no exista una empresa con el 80% de los consumidores sólo porque una ley decía que no se podía. Después de platicar un rato me di cuenta de que su argumento no era propiamente que había una ley que decía que no se podía, sino que con el esquema actual podrían hacerse otro tipo de cosas.

Es una discusión sustentada únicamente en enfoques y que dependen en demasía de la formación. No es que se encuentren erróneos los argumentos que me parecieron inteligentes y el que me pareció pendejo de mi amigo. Simplemente unos están enfocados en el deber ser, mientras otros en lo que es.

La formación que cada profesionista tiene le da las reglas para definir su pensamiento. O al menos la manera en que pondrá a funcionar su cerecbro. Si eres abogado y siempre ves todo en función de las leyes (lo cual no es malo, se decdican a conocerlas e instruir a quienes no las conozcan) será muy difícil que puedas ver otras cosas. Si eres ingeniero y todo lo ves en función de fuerzas físicas y resistencia química de los materiales, será difícil que de un día para otro te pongas a pensar en el impacto social que tendrán tus construcciones. Quizás tengas herramientas para poder analizar lo que deberían decir las leyes o la manera en que un parque puede reducir los índices de criminalidad, mas estará más allá de tu objetivo inicial y para el que fuiste formado.

En este sentido me acuerdo de otros ejemplos chistosos que han venido de simple origen distinto de la formación. Una vez otro amigo me decía que era increíble que los diputados no conocieran las leyes o la Constitución, por lo que podría exigirse que todos ellos fueran abogados. Más allá de que el conocimiento de las leyes es deseable, yo creo que no necesariamente deben ser especialistas en leyes e incluso los mecanismos por los que se forman las comisiones lo restringen.

Los poderes legislativos están hechos bajo una lógica de representatividad. Dicho órgano fue concebido en un inicio como un lugar en el que las personas expresen sus opiniones por medio de un representante. En un Congreso perfecto (por lo que me dice mi formación) deberían haber campesinos, comerciantes, grandes empresarios, artistas, comunicadores y hasta profesionales de la lucha libre. Igualmente debería ser equitativo al nivel socioeconómico, desde pobres hasta millonarios. Como esta situación es hipotética e ilusa, sí creo que el modo en el que está diseñado actualmente (por número de habitantes en cada zona geográfica) me parece correcto.

En muchas ocasiones he tenido desacuerdo con amigos porque la formación es distinta. En algunos casos cometo el error de querer traspasa todo a la esfera pública o veo toda cuestión pública como mecanismos, instituciones, rendición de cuentas, bla, bla, bla. Al final del día lo importante es que puedan existir discusiones con argumentos sólidos, sin discriminar por raza, posición socioeconómica, credo o nacos o burgueses. Que haya palabras y menos gritos y sombrerazos.

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