lunes, 5 de mayo de 2008

Falacia 3

La reelección.

El tema tabú de nuestra democracia. Si mal no recuerdo, en el Congreso revolucionario que dio formación al PRI (o PNR), se dio una larga discusión sobre este tema. Nuestros “ideólogos” en esa fundación (lol) debatieron sobre si iba a ser aceptada en sus fundamentos estatutarios. Al final ocurrió lo que todos ya sabemos: aquí la reelección no entra a menos que el Arcángel Gabriel nos anuncie que debamos hacerla, pero que después todos los mexicanos veamos a Juárez y Madero venidos del más allá, metiendo su mano en las llagas de un Cristo resucitado, como medio para confirmar que así lo quieren las fuerzas divinas y revolucionarias.

Uno de los mecanismos más importantes para garantizar el buen funcionamiento de una democracia es la reelección. Cuando fue pensada la democracia en tiempos modernos, nunca fue concebida sin la posibilidad de que un buen funcionario pudiese repetir los aciertos que realizó. Este es también un mecanismo de castigo para el inepto o corrupto que hizo un mal trabajo.

Me parece increíble que se esgriman argumentos sobre la codicia, avaricia o deseos de poder eternos. Todos los políticos, en todos los países del mundo, como buenos seres humanos, tienen codicia y son avaros. Todos tienen un sueño último que es trascender, al igual que lo tienen los escritores, publicistas, deportistas y artistas. Los medios por los cuales buscan trascender son distintos, incluso entre los mismos políticos.

El problema nuevamente no es la reelección sino la forma del sistema político. Actualmente si yo quisiera ser diputado tendría que afiliarme a un partido político, trabajar mientras estoy de lamehuevos con algún alto funcionario, mientras movilizo la gente que pueda a eventos o mítines. Al pasar los años ese funcionario podría postularme, pero siempre y cuando yo responda a los intereses del partido. Dios mío, hasta parece que estoy hablando de otro siglo. Qué miedo.

En cuanto llegue a la diputación, mi futuro político inmediato y lejano dependerá de mi padrino político o del que me dio la candidatura. No importará que siendo priísta haya ganado en el distrito más panista de todos, o que con mi campaña y carisma levanté el voto hacia mi partido en más del 40%. Esos serán sólo bonos futuros. Cuando llegue al Congreso seré uno más de los XX diputados de mi partido, un voto más de los XX que siempre aprueban o rechazan las iniciativas. No discutiré ni escucharé argumentos, simplemente propondré leyes que no desapruebe mi respectivo jefe. Pensaré que las cuentas públicas de los alcaldes de mi partido se aprueban por cuestiones de gobernabilidad y bla, bla, bla. Por otro lado, atenderé a lo que me diga mi líder parlamentario y no seré desobediente con lo que se acuerde.

Estoy de acuerdo que hay muchos diputados que sí se mueven, pero creo que no hay actualmente debate en el que verdaderamente se discutan ideologías. Discusiones en los que los argumentos de alguna persona pueden convencer a un legislador de otra postura. Se hace lo que dictan las élites y punto.

Si hubiese reelección, yo no podría negarme a presentar ante el pleno una iniciativa para que investiguen al presidente municipal de San Chimoyo, emanado de mi partido, porque violó a hijas de algunas de las 8,000 indígenas que me eligieron. Cada voto que haga en el Congreso se traducirá en un nuevo lema para mi futura campaña. Yo voté para aprobar la ley que te trajo agua, gracias a mi gestión te devolvieron el dinero que te quitó el alcalde ratero, etc.

Naturalmente la reelección no es la solución a todos los problemas. Faltaría fomentar la participación ciudadana, los mecanismos de rendición de cuentas (para que un candidato no me diga que hizo X cosa siendo diputado, cuando en realidad hizo W) y la manera de designar candidaturas. Sin embargo creo sería un gran paso.

Del lado de los presidentes municipales, estos creo tienen aún problemas mayores. El presupuesto de los municipios es ridículo, realmente no tienen muchas maneras de recaudar impuestos y su campo de acción también es corto. Sin embargo ellos se enfrenten a solucionar el día con día de los lugares. Su importancia es gigantesca pero no tienen ni recursos ni tiempo para levantar a un lugar.

Si alguno de nosotros fuese presidente municipal de XX municipio donde hay muchos baches, ¿invertirían millonadas en poner cemento hidráulico en toda la ciudad? Tan sólo con eso se terminaría el presupuesto de los 3 años y ya no habría para modificar el alumbrado público, el transporte (en algunos casos no lo manejan los municipios sino los Estados), la seguridad, etc. ¿Realmente me conviene poner esa obra tan costosa, detener el tráfico tanto tiempo y joderle la vida a los automovilistas para que al final cuando se vean las ventajas en el traslado o el ahorro del bacheo el titular sea otro alcalde? ¿qué tal si el otro alcalde es de otro partido o de otra corriente dentro de mi partido? Yo como alcalde tengo incentivos para no hacer eso y seguir rellenando baches como desde principios de siglo.

Otra cuestión es el tiempo. Si decido crear un gran centro de atención municipal a los pobres, me voy a tardar dos años en licitarlo, que se construya y opere a la mejor manera. Cuando termine la obra, el siguiente alcalde (quien podría ser mi rival) tendrá muchos incentivos a meterle mucho dinero a ese lugar y obtener una renta política de tres años de trabajo. Yo sólo habré obtenido seis meses o un año, pues no me dio tiempo. Luego entonces, mi incentivo está para que construya un centro pitero de atención a los niños pobres, donde después de 6 meses pueda estar trabajando y sacar mi renta política durante 2 años o 2 años y medio. Yo como alcalde no tengo incentivos a hacer cosas que trasciendan, pues sólo estaré tres años y no dependerá de mi trabajo que me quede para obtener la ganancia que espero. Si el jefe de gobierno del DF durara 3 años en el poder, no se habrían construido segundos pisos, ni se pensaría construir ahorita los súper túneles, pues después otro sería el gobernante.

Por otra parte está el costo de aprendizaje de las alcaldías. En un país con más de 2000 municipios, muchos presidentes municipales no tienen estudios de secundaria. En parte culpa del número de municipios tan grande, en parte por el bajo nivel educativo de una zona y en parte por la desidia de los mandatarios. Si para una persona con conocimientos contables y de las leyes, ejecutar proyectos de tipo público es complicado (por los filtros, documentos, reglamentación, etc), imagínense para un señor que siempre ha sembrado maíz y de repente es alcalde. Exactamente en el momento en que ya aprendió a bajar recursos, ZAZ, le quedan 2 meses de gestión y tiene que empezar a cerrar el changarro.

Hubo una iniciativa en el Senado de la República para permitir la reelección en 2005. Tristemente fue rechazada con argumentos cíclicos o tontos, como la ambición. Imaginen: senadores diciendo que no lo van a aprobar por la ambición que ellos mismos o sus compañeros de partido tienen. La neta ya ni sé, quizás ellos hayan sido lúcidos y yo desconozco el grado de ambición enferma de nuestros políticos. El peor me pareció el de la bancada del PRI y una senadora del PAN (no recuerdo cuál). Algo como: no aprobamos esta reforma porque antes tenemos que aprobar otras cosas para que las condiciones cambien.

Está de huevos. No hagamos nada, esperemos a que pasen otras cosas para movernos. No sembremos, mejor esperemos a que la tierra esté húmeda. No pongas alcantarillado, mejor esperemos a que haya recursos para pavimentar. No trates de cambiar el mundo, espera a que este cambie para que luego te acepten como eres.

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