viernes, 11 de diciembre de 2009

El Columnista 11122009


Mi colaboración en El Columnista del 11 de diciembre de 2009

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Señales en el camino

Muchas travesuras sin castigo

Después de hacer una travesura, los niños siempre prometen no volverlo a hacer. Si bien una picardía inocente no amerita un gran castigo, aquella acción hecha bajo amenaza ocasiona una reprimenda legendaria. Si una madre le dice a su hijo que no se acerque a un balde con agua caliente y el niño se quema, éste recibirá un regaño mientras aún se queja por la quemadura.

Aunque a los hijos se les perdona todo, las promesas y lágrimas de una novia infiel no surten el mismo efecto y frecuentemente se les castiga con abandono. Un hombre o mujer que han sufrido muchos engaños casi siempre termina por dejar de creer en el amor, hasta que llega alguien más.

Las promesas de campaña mexicanas no reconocen sus errores, ni prometen no volver a cometerlos. Todo se centra en el futuro, como si en el pasado nada hubiera estado mal. Los candidatos juegan a ser hombres y mujeres maduros, sin cargos de conciencia, travesuras ni infidelidades.

Al igual que en las historias de novias infieles, las promesas incumplidas disminuyen la confianza en los políticos. Se duda de ellos y se piensa que no son sinceros y que actúan sólo por su bienestar. De acuerdo con la Encuesta de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la SEGOB, sólo el 11% de los mexicanos creen que los diputados y senadores toman en cuenta los intereses de la población al elaborar las leyes. Mientras tanto, 7 de cada 10 creen que sólo toman en cuenta sus propios intereses y los de los partidos.

Durante mucho tiempo se han propuesto diversos mecanismos para acercar a los diputados con los electores. Hace dos semanas, el presidente propuso reelegir a presidentes municipales y diputados. La reelección es un tema tabú, ya que a muchos nos tatuaron que la reelección es la peor herramienta que se le puede dar a un político, pues buscará gobernar de por vida.

Desprestigiar la reelección por razones históricas es desconocer la historia de México. Cuando la revolución empezó con el grito de Sufragio Efectivo, No reelección, el dicho maderista sólo buscaba evitar que Díaz continuara siendo presidente. En la Constitución de 1917 la reelección estaba contemplada e incluso Álvaro Obregón fue electo dos veces durante la década de los veintes, antes de ser asesinado. El slogan maderista fue un tatuaje que se colocó después en el imaginario colectivo intentando aplicarlo a toda circunstancia.

La paranoia es justificada. En casi toda Latinoamérica han existido caudillos que intentaron perpetuarse en el poder, por lo que en todos los países se han diseñado mecanismos para acotar la reelección del Ejecutivo. Si bien en países como Venezuela o Colombia la acotación se ha flexibilizado, hoy sólo México y Costa Rica prohíben la reelección inmediata de legisladores.

Los impulsores de la reelección entre diputados se fundamentan en que hoy las candidaturas sólo dependen de las cúpulas, lo cual incentiva a los legisladores a sólo quedar bien con el partido en detrimento de los electores. Con reelección, seguramente menos diputados habrían votado el aumento al IVA y habrían privilegiado mayores medidas de austeridad en el presupuesto. Por otra parte, la reelección traería consigo la profesionalización de los diputados, ya que el Legislativo cuenta con tiempos propios que sólo se dominan con experiencia.

A nivel local quizás la mayor ventaja sea que la carrera parlamentaria podría volverse un verdadero contrapeso al Ejecutivo. Un diputado con más tiempo en el Congreso que el Gobernador podría ser un fiel de la balanza tanto en su partido como de cara a la sociedad. La opinión de la gente pesaría más que la de una sola persona.

Respecto a los presidentes municipales, se argumenta que tienen poco tiempo para emprender proyectos. En un periodo de tres años, los alcaldes dedican el primero a puro aprendizaje, el segundo a ejecutar su programa y el último a cerrar la administración. La actual estructura no permite plantear programas a mediano plazo ni se garantiza la continuidad de los proyectos. Cada tres años los ayuntamientos se reinventan a sí mismos, enterrando los aciertos y los errores.

A pesar de las ventajas, la reelección no es por sí misma un instrumento noble o insustituible. En México existe mucha rotación entre puestos y en algunos casos un candidato ha buscado ser electo nuevamente por el mismo distrito años después. La nueva solicitud del voto no implica que antes se haya alejado de lo dictado por su partido.

Por otra parte, cada vez más los partidos utilizan encuestas para determinar sus candidatos. Si bien estos instrumentos tienen restricciones, de cierta forma expresan la opinión de los ciudadanos. Cada vez más los partidos se arriesgan menos en postular a alguien que parezca que sólo sigue órdenes.

La gente parece no estar tan de acuerdo en la eficacia de la reelección. De acuerdo con una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica, 42.7% de los consultados creen que los diputados trabajarían igual con la reelección inmediata, 31.2% consideran que lo harían peor y sólo 18.1% creen que trabajarían mejor.

Finalmente, el presupuesto de los alcaldes podría alterar la esencia de la reelección. En gobiernos con tan poca rendición de cuentas, el dinero municipal podría malgastarse en la adquisición de conciencias. Algunos han propuesto que en lugar de permitir la reelección se aumente el periodo a cuatro años, tiempo que tampoco garantiza proyectos a mediano plazo ni acerca a los ciudadanos con los representantes. Una solución amorfa de los que sólo se oponen por oponerse.

Si bien los diputados no tienen tanto presupuesto como para asegurarse una reelección, en Estados Unidos y el Reino Unido al menos 80% de los congresistas logran reelegirse. Esto ha traído consigo que muchos parlamentarios permanezcan veinte o más años en un mismo cargo. Sin duda son políticos profesionales, pero dificultan la entrada de nuevas generaciones.

Necesitamos diputados que conozcan los mecanismos de su ámbito de trabajo y respondan a los electores, así como alcaldes que logren establecer programas de gobierno a mediano plazo. La reelección es un factor indispensable para garantizar una mejor rendición de cuentas y un mejor desempeño, pero no por eso suficiente. Deben fijarse topes máximos de tiempo, así como garantizar mecanismos para castigar el uso de fondos públicos por parte de los alcaldes. Por último, pensar en la reelección sin candidaturas ciudadanas no tendría el efecto esperado. Si cualquier persona debe recurrir a los partidos para ser candidato por primera vez, la obediencia a ellos sería similar, sólo que disfrazada.

La reelección permitiría castigar cada tres años a quien nos haya engañado, sin importar las lágrimas de novia infiel o el llanto de niño travieso que hagan los candidatos. Finalmente tendríamos forma de castigar sus errores o infidelidades.


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