sábado, 9 de enero de 2010

El Columnista 080110


Después de unas semanas de descanso, esta es mi colaboración de ayer en el periódico El Columnista
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Señales en el camino


Mucha policía local poco capacitada


Antes de entrar a la universidad pertenecí por varios años a un grupo misionero. Durante las temporadas vacacionales vivía una semana en comunidades con alto grado de marginación. En ocasiones regreso para saludar o festejar. Los años no han evitado que varios compañeros hayamos sido invitados a bodas, bautizos o graduaciones de la misma gente del pueblo.

En una ocasión, me encontré a uno de los novios de la primera boda a la que fui invitado. Estaba en la cabecera del municipio y ya no iba vestido de traje para casarse con la mujer de su vida. La cosecha había bajado drásticamente en la comunidad y el campo no alcanzaba para mantener a su nueva y agrandada familia. Me platicó que un día fue al palacio municipal a pedir ayuda. Vieron que era fuerte y un poco más alto que el promedio de la región, por lo que le dieron un arma y lo nombraron uno de los cuatro policías que cuidarían el municipio.

La mayoría de los niños juegan a ser policías para combatir al crimen. Sin embargo, en la vida real mexicana, la policía es un camino para salir de la pobreza. La pertenencia a los cuerpos de seguridad no es un reflejo del anhelo de una sociedad más justa, sino un mecanismo de movilidad social para aquellos a los que el Estado no pudo educar ni darles oportunidades.

En México cada nivel de gobierno cuenta con un cuerpo de seguridad independiente enfocado en combatir determinados tipos de delitos. La guerra contra el narcotráfico ha traído consigo acusaciones del gobierno federal a los municipios sobre la poca profesionalización de sus cuerpos de seguridad. Critican la contratación de policías sólo por ser fuertes y sin tener capacitación.

El año pasado el gobierno federal propuso desaparecer las policías municipales e integrar sus funciones a la policía estatal, como un primer paso para establecer una única policía nacional. Una propuesta tentadora que daría fluidez al combate a la delincuencia en todos los niveles y que vino acompañada de datos preocupantes sobre las policías municipales. Casi por cualquier ángulo que se les vea, son entes con muchas atribuciones pero con una escasa capacidad de acción.

De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública federal en todo el país hay dos mil 90 cuerpos policiacos con 410 mil policías. De este total, 159 mil pertenecen a una de las 2 mil 22 policías municipales. Si recordamos que en México hay 2 mil 439 municipios, existen 417 ayuntamientos que no tienen policías. Un gobierno sin instrumentos para garantizar seguridad difícilmente sería considerado gobierno en otro lugar del mundo.

En cuanto al nivel educativo, más de tres mil policías municipales no terminaron la primaria y sólo una cuarta parte concluyó el bachillerato. El problema no se solucionará cuando haya licenciados que quieran convertirse en policías, sino cuando los que ingresen a los cuerpos de seguridad realicen estudios de nivel superior ahí mismo.

El número de efectivos por municipio es otro problema. De acuerdo con la misma Secretaría la mitad de los ayuntamientos tienen menos de 20 policías en su plantilla. No existe en las policías municipales un número de elementos acorde con la cantidad de población o las tasas de delincuencia. Mientras en Puebla se cuenta con 910 agentes, Tlalnepantla o Tijuana tienen más de cinco mil y tres mil respectivamente. En Culiacán, una de las ciudades con mayores tasas de violencia hay 898 policías y en Nuevo Laredo 833. El aumento en el número de efectivos es más una propaganda que una verdadera necesidad de elementos.

Por otra parte, la policía tiene un grave problema de confianza entre la población. De acuerdo con la Encuesta de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de 2008, sólo 8% de los mexicanos confían mucho en la policía. En contraparte, más del 60% de los ciudadanos confían poco o nada. La corrupción de las corporaciones es quizás el principal problema. En septiembre del 2009, más del 90% de los elementos de seguridad detenidos por tener nexos con el narcotráfico eran parte de las policías municipales.

Una solución utilizada comúnmente para combatir la corrupción es aumentar el salario de los policías. Entre los efectivos municipales, poco más del 60% gana menos de cuatro mil pesos al mes. Si bien el salario no genera por sí mismo honestidad, sí incide en el grado de corrupción.

Para el estado de Puebla, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública hay 16 mil policías en todo el estado y somos la entidad con más policías sin escolaridad con 700, mientras que en Baja California o Campeche la cifra es inferior a diez. En el municipio de Puebla recientemente se ha dotado de más capacitación y mejor equipo para los policías. Un gran avance, aunque según el tabulador de ingresos en su sitio web, un policía municipal gana entre 5 mil y 7 mil pesos al mes, lo cual lo hace sumamente vulnerable a la corrupción.

En octubre del año pasado, el Instituto Mexicano de la Competitividad y el periódico Reforma hicieron un sondeo entre gobernadores para conocer su opinión sobre la creación de una policía nacional. Entre los 23 entrevistados que respondieron, 6 se mostraron a favor de crear una policía nacional y 17 en contra. Podría pensarse que es una cuestión meramente partidista, pero mientras Veracruz y Nuevo León (priistas) respondieron estar a favor, los gobernadores de Guanajuato y Jalisco (panistas) se manifestaron en contra. La mayoría de los entrevistados consideraron mejor sólo aglutinar las policías municipales en las 32 policías estatales.

Sin embargo, los presidentes municipales que han sido cuestionados se oponen tajantemente. Los argumentos van desde la inconstitucionalidad de la propuesta o la vulneración a la autonomía hasta la diferencia sustancial de comportamiento entre regiones, como si los que viven en Cholula fueran completamente distintos a los que viven en Atlixco.

Las policías municipales son los organismos de seguridad más cercanos a la población, mas son también los menos preparados y los que menos ganan. En lugar de contar con grandes academias de policía, los municipios contratan al primer hijo de vecino que llega a pedir trabajo, se ve más alto que los demás y es fuerte. No hay incentivos para desarrollar una carrera policial ni todos cuentan con una capacitación mínima. Los ayuntamientos de Puebla o Tehuacán seguramente pueden capacitar eficazmente a sus uniformados y dotarlos de las herramientas adecuadas para brindar seguridad. Sin embargo, el problema ocurre en los municipios más pobres.

A pesar de que la centralización de la policía es una buena idea parece inviable. Una buena medida que podría ejecutarse desde el gobierno del Estado es brindar un curso único para los policías de todos los municipios de Puebla. Ayudaría a que si me llego a encontrar a un viejo conocido disfrazado de policía, al menos me diga con orgullo que entró a trabajar ahí para garantizar la seguridad de su municipio y un país más justo.

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