miércoles, 2 de abril de 2008

Me quejo de Mafalda porque vivo en Mafaldalandia

Me gusta la democracia. Me gusta el creer que a través de mis acciones puedo influir y mejorar mi entorno, que creo es la razón básica de esa forma de llevar nuestra vida diaria. Creo en el voto y en la participación de los ciudadanos.

A veces me imagino naciendo en siglos pasados, como muchas otras personas. Sin embargo, casi siempre esas alucinaciones producen imágenes en las que uno es el rey, un miembro de la nobleza, el clero o un alto mando del Ejército de la Florencia del siglo XV, la España o Francia del siglo XVII, la Gran Bretaña del XIX o el Imperio Mexica.

Pocas veces (o ninguna) nos planteamos en esa imaginativa como un campesino que todos los días ve sus animales o sus cultivos, como el peón que viste al monarca o al noble, o como el vendedor de pescado en el mercado. Creo la democracia nos da la oportunidad, aunque remota, de poder cambiar nuestro entorno, nuestra persona y nuestras aspiraciones.

Cuando se habla de democracia la mayoría de las personas piensan en las elecciones. Aunque creo es lo más importante que se desprende de tal manera de organizarse, estoy convencido que paulatinamente deberán buscarse nuevos mecanismos. Una elección democrática tiene mucho sustento lógico en grupos pequeños de personas, pero tengo y tendré mis dudas respecto a lo útil o eficiente que puede ser en grandes proporciones.

Si nos reímos de que en otras culturas se decidían cosas trascendentales por los eclipses, las mareas o el resultado de un juego ridículo, ¿realmente es abrumadoramente mejor el voto? ¿qué diferencia hay entre elegir a alguien porque encontró un caracol mágico a que todo el mundo se tenga que aguantar a alguien porque fue el que más votos consiguió? ¿es tan lógico que en un lugar donde hay 100,000,001, deban de aguantarse 50,000,000 una decisión que no apoyaron? Una decisión que se dio en un voto sobre el cual la mayoría de los que participaron no tenían ni idea de lo que hacían. No lo sé y en ocasiones se me hace un poco ridículo y quizás origine risas de las personas que lo conozcan en varios siglos. En otro post escribiré sobre lo que creo se produce cuando votamos en masa y cuando nuestras decisiones son prácticamente irreconocibles. Puedo creer en el proyecto de Andrés Manuel porque creo que hace falta un cambio en las élites del país, pero a la vez puedo estar en contra de su política de nacionalización anacrónica del petróleo. Puedo creer en el proyecto de Felipe Calderón en su lucha contra el narco, pero no estar de acuerdo en su pragmatismo. Nadie, nadie, nadie se encuentra completamente a favor de uno u otro proyecto (igual y ni los mismo candidatos)

Entonces... ¿por qué votamos? ¿es eficaz poner tanto en tantas personas? ¿vale mi voto si el prd moviliza 2,000,000 de personas? Son simples alucionaciones que me parecen interesantes y que a la otra debatiré mejor.

Lo que sí creo es que es mucho mejor tener un sistema que paulatinamente desprende en mayores oportunidades. En que si nazco hijo de campesino, aspiro a terminar la preparatoria (con todo y la gigantesca desigualdad en un país como el nuestro), en el que me puedo expresar como quiera (con todo y la censura a los medios que sigue habiendo) y en el que puedo caminar libremente sin qeu súbitamente llegue alguien a quitarme mis cosas (con todo y el narcotráfico y la inseguridad).
En fin, nos quejamos de la democracia porque la democracia deja que nos quejemos de ella. Si no pudiéramos hacerlo, estaríamos dentro de otro siglo, donde la gente no se enteraba de los asuntos públicos no porque no quisiese (como ahora) sino porque no podían informarse y si acaso podían informarse, no podían quejarse.

Irónico, no?? Me puedo quejar de la democracia porque vivo en una democracia. Me quejo de Mafalda porque vivo en Mafaldalandia.

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