lunes, 27 de julio de 2009

Ya lo pasado, ¿futuro?

El trabajo de los adivinos está desprestigiado. Nadie que quiera vivir de predecir el futuro se autodenomina como tal. Se han nombrado científicos, consultores, licenciados, asesores: gente seria, de ciencia, con conocimientos herramientas para asegurar ante los demás que sus dichos no son charlatanería.

El hombre vive obsesionado con el futuro. Quizás esa obsesión venga por nuestro miedo a la muerte. Preferimos saber qué va a pasar antes de que alguien junto a nosotros no regrese jamás. Nos aterroriza la incertidumbre y nuestro fundamento como seres racionales parece ser conocer el futuro.

Imagino a un cavernícola en su cueva gimiendo porque acaba de mojarlo la lluvia. Repentinamente recuerda los momentos previos a su desgracia. Un fuerte viento azota el valle en el que vive. Pasan unos minutos y aquello que se encuentra en el río cae desde el cielo. Comienzan las especulaciones: qué fue lo que pasó? Subió el río al cielo? Tiré un hueso y el dios de los huesos se enojó conmigo aventándome agua? El agua del río se evaporó, formó nubes y la estática provocó la lluvia? Demasiadas respuestas posibles.

El método científico nos ha permitido tener un mundo más controlable o menos inesperado. Sin embargo, a veces olvidamos que la ciencia utiliza al pasado para predecir el futuro. Si bien es nuestra única herramienta ya que no podemos usar al futuro porque aún no pasa ¿es esto válido? Los hombres modernos olvidamos que no del todo. Todo es una aproximación a lo que puede pasar pero nunca una garantía. El futuro es indescifrable porque en él reside la existencia de los dioses en un mundo creado por ellos o inventado para que siempre existan.

Las variables de este mundo son incontrolables: el estado del tiempo se dicta en probabilidad, se vota por un candidato creyendo que nos traerá el progreso si es más preparado y apostamos por un equipo de fútbol que ha tenido un desempeño sobresaliente el último mes. Olvidamos que el 65% de probabilidad de lluvia es un 35% de que no llueva, que alguien con muchos estudios o experiencia puede saber mucho sobre cómo robar sin que los demás se den cuenta y nuestra apuesta olvida la juerga de los jugadores, la corrupción en el técnico o el exceso de confianza.

El pasado es nuestra herramienta más cercana al futuro. Un candidato se presenta con un historial limpio, diciendo que no ha robado o que ha realizado muchas cosas: ¿eso garantiza que no robará o que realizará más acciones si gana la elección? De ninguna manera. Nadie en México votaría por Bejarano pensando en que volverá a meter el dinero en maletas, siendo que podría apostar a que ello no ocurrirá jamás.

El mundo actual se parece mucho al del cavernícola que se inventaba recetas para que no le pasara lo inesperado, sólo que ahora tiene menos misticismo y es más aburrido.

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