domingo, 30 de agosto de 2009

No pagar la luz en 5 años

Los chilenos se quejan de haber sido utilizados como experimento del mundo. Los taxistas, meseros y estudiantes toman como referencia el Consenso de Washington para explicar que el neoliberalismo no funciona. “Pinochet nos usó como conejillos de indias y privatizó todo”, dicen por igual quienes no han tomado una clase de economía, pero tienen herramientas que no he encontrado en algunos licenciados.

En este país el gas, la luz, y el agua son manejados por empresas privadas. También se paga por toda la educación y la salud, en todos los niveles. No hay subsidios del estado y en el mejor de los casos, la gente más vulnerable recibe un vale.

Aún no compruebo qué tanto afecta esto. Si bien se quejan con argumentos sólidos y añoran al menos una universidad pública gratuita, esta semana llegó mi recibo de la luz. A pesar de que no recibí subsidio del gobierno, pagué menos que en el DF. Por otro lado, incluye un campo interesante para uno que está acostumbrado a la burocracia ineficaz: “compensaciones”. Si un día se me va la luz, la compañía reduce mi adeudo por el posible costo que me pudo provocar. La medida me parece extraña, pero bastante justa.

El año pasado el gobierno mexicano lanzó una convocatoria innovadora. Ofrecía un atractivo premio en efectivo a quien describiera el trámite burocrático más inútil. Atraído por el dinero, participé para describir mi relación con la peor dependencia en México: Luz y Fuerza.

Mucha de la correspondencia no llega a mi casa. Un día me di cuenta que no había pagado la luz en varios meses. No fueron a cortarme el servicio, pero sabía que debía al menos 4 meses. Decidí ir a las oficinas, llevando el suficiente dinero para pagar de una vez.

Llegué alrededor de las 9 de la mañana. Las 10 o 15 personas que llegaron antes que yo me hicieron pensar que saldría como en media hora. Finalmente sólo iba a preguntar cuánto debía. Mi apreciación fue errónea: las dos ventanillas atendían por igual tanto a quienes iban a inconformarse del cobro, como los que contratarían algún servicio y a los que iban a llorar porque no tenían dinero. Salí hasta la 1.30 p.m

Durante parte de las 4 horas y media que esperé, pensé que quizás mi caso era atípico. Seguro los demás habían ido a pelearse o a algo más complicado. Después me di cuenta que hubiera tardado el mismo tiempo si hubiera querido felicitarlos por su servicio. Al llegar a la ventanilla, me piden mi número de contrato, pues no podía dar mi nombre, dirección o algún otro dato. Una vez con él, el burócrata se levanta de su asiento. Toma un libro como de 300 fojas. Busca alguna referencia entre las páginas y anota algo en un papelito. Baja otro libro. Busca otra referencia y hace otra anotación en el mismo papelito. Deja ambos libros en su lugar y sube unas escaleras. Baja después de un tiempo.

Cada cosa que anotó eran posibles adeudos: suspensión, reinstalación, etc. Se sienta frente a mí y hace la cuenta con una calculadora (bendije al cielo, finalmente algo de tecnología). Desglosa el total en un formulario y va a otra oficina para que se lo sellen. Con el recibo en mano, ya podía formarme en la fila de la caja para pagar. El procedimiento pudo hacerlo con un formulario de Excel y tardar 5 minutos. El mecanismo artesanal me hizo esperar más de 20.

Me gusta el libre mercado para casi todo. Sin embargo, siempre he creído sano que el Estado debe manejar los servicios públicos: la basura, la luz, el agua y hasta el petróleo. Ellos son patrimonio nacional, derecho ciudadano y empresas rentables. No creo que deban ser manejados bajo un perfil estrictamente empresarial que busque rendimientos inmediatos y menos en un país tan desigual como México.

Un gobierno honesto podría generar utilidades de los cobros en luz o agua y redistribuirlo entre los más pobres por medio de programas focalizados. Sin embargo, la competencia entre empresas genera al menos un esfuerzo por atender mejor a los posibles clientes.

La correspondencia sigue sin llegar a la casa, pero ya puedo consultar mi recibo de luz por Internet. De haber sufrido un calvario parecido cada mes, seguro habría ganado el premio al trámite más inútil en México.

Aunque si Luz y Fuerza aplicara el sistema chileno, creo que hubiera recibido tantas compensaciones como para dejar de pagar la luz unos 5 años.

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