domingo, 9 de agosto de 2009

La conquista de la caja idiota

-Los gringos nunca nos pudieron colonizar, ni con Pinochet pudieron imponer nada en este país- en una plática de cantina, un chileno hace esta afirmación con orgullo- Los únicos que han podido conquistar Chile después de los españoles, pero sólo culturalmente, son los mexicanos - puntualiza para no hacernos sentir más importantes.

El Chavo del Ocho es el punto de encuentro de conversación de los latinoamericanos, pues todos lo vieron. Los chilenos, como los colombianos, guatemaltecos o peruanos, en cuanto escuchan el acento mexicano se acuerdan de la torta de jamón, el llanto de Kiko y las carcajadas durante su niñez.

Esta semana salimos de juerga a una cantina típica chilena. La comitiva la integrábamos cuatro mexicanos, un chileno, una colombiana, una nicaragüense y una boliviana. No puedo recordar mucho, pues tomé muchos “terremotos”, una mezcla de vino blanco, una pizca de sustancia embrutecedora y helado de piña en vez de hielo. El lugar era de lo más chileno: lleno de banderas, jóvenes y refranes de este país en las paredes.

Un grupo regional entra a amenizar la velada. Eran tres personas que tocaban dos guitarras y un acordeón. Es inevitable pensar en las bandas mexicanas, los tigres del norte e incluso alguna canción ranchera. Cantan dos canciones chilenas en otra zona del lugar. Al llegar a nuestra mesa, pensando en ganarse una buena propina comienzan a cantar la puerta negra. No sé si era el efecto de los terremotos, pero la escuché igual que los grupos norteños que tocan en Garibaldi.

Comienzan las peticiones. La nicaragüense pide canciones de Vicente, la boliviana una de El Recodo. Toda la mesa y el lugar cantamos al unísono. Una vez afónicos y sin más ganas de cantar en ese momento, el grupo nos abandona. En la mesa de junto hay unos argentinos que piden Cucurrucucu paloma. Les recuerda mucho a su tierra, nos dicen.

Los terremotos despiertan al artista que llevamos dentro y seguimos cantando a capela. Hemos mejorado mucho en nuestra entonación o al menos lo hacemos con más valor. Alguien comienza a cantar El Rey. Una de las argentinas de la mesa de al lado habla por celular y en eso termina la canción. Nos suplica la cantemos otra vez. Había hablado sólo para que su interlocutor escuchara cómo en Chile también se canta esa canción. Es la canción que más le gusta a mi hijo, nos aclara. Creo está muy borracha, pero llena el ego, bien pudo haber pedido que cantáramos un tango.

México ha sido muy bueno exportando su acontecer a Sudamérica. El país genera respeto, cariño y admiración. A pesar de todo sigue siendo el grande, el modelo y lo que todos aspiran a ser. Las telenovelas nos hacen la vida más fácil. Entiendo el sentido aspiracional y me parece hasta normal.

Cuando alguna novela se graba en el pueblo de mi abuela, al comenzar la transmisión todo el pueblo ve la televisión para identificar los lugares que conocen y quieren, siendo conocidos por otras personas. La gente de esta zona del mundo que ve telenovelas daría mucho por conocer Tepito, Garibaldi, Polanco o Cuetzalan, sólo por estar donde estuvieron los hermanos Reyes, la Gaviota, Pedro Infante o los de Rebelde.

Las telenovelas posicionan nuestras palabras, idiosincrasia y hacen nuestra vida más fácil. En ocasiones no siento en Chile, a miles de kilómetros de mi país y mi gente. Por algunos lapsos, rodeado de chilenos, me siento en otro Estado de la República, en Colima, algún lugar de Oaxaca o en el Norte, donde no comen tanto picante pero se saben las canciones que yo me sé. Aunque después de la fiesta creo deberíamos importar los terremotos.

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