lunes, 24 de agosto de 2009

Menos hambre

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Que todos coman

El objetivo primordial de toda especie es sobrevivir. No hay ser viviente en este planeta con algún objetivo distinto, y si alguna vez lo hubo no tuvimos el placer de conocerlo. Los seres humanos podemos pensar y lucir diferente, tener distintas habilidades y talentos, pero todos necesitamos y todos tenemos derecho a alimentarnos.

Los hombres de las cavernas debían vivir con lo que se encontrara alrededor. Si tenían muchos recursos naturales, podían alimentarse saludablemente. En cambio, si nacían en un territorio desértico o muy frío, debían conformarse con lo que estuviera disponible.

La mayoría de los humanos ya no vivimos en cuevas y ya no producimos fuego frotando madera ni golpeando rocas. Sin embargo, somos una especie contradictoria: llevamos más de doscientos años hablando de derechos, igualdad, democracia y conceptos abstractos que parecería ya cumplimos la necesidad más básica para todos. Tristemente mucha gente aún no puede hablar de derechos ni exigirlos, pues todavía sigue buscando qué comer.

En el mundo, 1 de cada 6 personas no tiene para comer. Esto no implica que no quieran hacerlo o que hayan decidido no trabajar. El desigual mundo en el que vivimos no pone a su alcance los medios para que puedan alimentarse: no cuentan con las fuentes de empleo o desarrollo de habilidades para que no sientan el estómago vacío.

El hambre y la desnutrición crean un círculo vicioso que impide el desarrollo humano. Aquellos mal alimentados hoy, mañana tendrán menos posibilidades de aprender y les costará mucho más trabajo salir adelante. Podrían pasar los años y sus hijos o nietos podrían seguir desnutridos o hambrientos.

En ocasiones asociamos el hambre con las zonas más áridas de África. Sin embargo, en América Latina y el Caribe habitan más de 50 millones de personas con hambre. En Haití, el 75% de los haitianos viven con menos de 2 dólares y el 56% con menos de 1. Si la cifra de hambrientos fuera menor, el efecto de una crisis económica o financiera no sería tan devastador.

Que alguien tenga hambre es una gran injusticia. Acostumbrarse a ella es la mayor injusticia contra nuestra especie. Si los recursos no alcanzaran, podría debatirse la conveniencia de alimentar a los demás. No es el caso. Según la FAO, la tierra produce suficientes alimentos para todos los seres humanos. Que todos comamos es una cuestión voluntad, tanto de gobiernos como de los que sí pudimos alimentarnos hoy.

Así como no todos cuentan con los medios adecuados para alimentarse, pocos de los que lean esto tendrán las herramientas para alimentar a alguien más. Incluso si lo hicieran, no sería más que un esfuerzo aislado, momentáneo y generalmente muy costoso. Podríamos transformar parte de nuestro gasto no indispensable en ayuda para que otro humano pueda comer. El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas recibe cualquier tipo de donación en línea y sería un gran comienzo para cumplir con uno de los ODM.

Las generaciones anteriores alcanzaron gran progreso pero no erradicaron el hambre. Si empezamos a trabajar este sueño, quizás esta generación algún día sea recordada como aquella en que terminó la hambruna.

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