miércoles, 19 de agosto de 2009

Mejor junto a un poeta


Nos encanta definir nuestro destino y nuestras acciones. Sin embargo, lo primero que marca a cada ser humano fue una decisión que tomaron sus padres. Nunca pasó por nosotros llamarnos Miguel, Julio, Archivaldo, Anivdelarev, Huitzilopochtli o Usnavy. Incluso puedes llamarte Linda, Bella o Astuto siendo todo lo contrario.

Bautizar algo permite trascender en el tiempo. Los padres prevén los daños pero nunca miden las consecuencias reales. Las calles, como los hombres, sufren de algo parecido.

Seguramente la primera calle era anónima. Se trazó y construyó para que la gente se comunicara, pero no tenía nombre. Hoy, para poder llegar a algún lugar, las calles necesariamente deben tener uno. Ellas se han vuelto también testigo del pasado y un legado para el futuro. Bautizarlas adecuadamente permite inmortalizar personas o fenómenos, aunque hoy no sean recordados.

Una calle con el nombre de una persona inmortaliza a aquel que dejó tanto por su comunidad. Incluso no importa que jamás se haya parado por ahí el verdadero dueño del nombre. En Polanco, en la Ciudad de México, ellas llevan nombres de filósofos y pensadores que jamás pisaron su terreno: Homero, Arquimedes o el Presidente Masarik (que era… alguien realmente lo sabe?). Un profesor de la universidad nos enseñó con nuestra ignorancia, que al hablar de algún pensador si el interlocutor no sabe a quién te refieres basta decir que es una calle de Polanco. Se ahorran explicaciones y se le da la importancia requerida al filósofo.

Las calles céntricas de cualquier pueblo de México tienden a llamarse parecido. Mientras más cerca nos encontremos de la iglesia, el palacio municipal o el centro de salud, más aparecen los nombres de Allende, Juárez, Morelos o Hidalgo. Algunas otras hablan de fechas importantes: 20 de noviembre, 5 de mayo, 16 de septiembre. Los nombres de las calles pueden no ser personas, sino simples días del calendario.

En Puebla el ordenamiento de la Ciudad impide la inmortalidad de las personas. Las calles están destinadas a llevar nombres matemáticos: 3 norte, 25 oriente, 4 sur. Brinda orden pero son impersonales, no dejan más historia y las leyendas se tornan aburridas. Si bien, se alejan de la sociedad y de los líderes locales, en un gobierno faraónico es saludable que los repentinos deseos egocentristas de un gobernante no puedan plasmarse en una avenida importante. De no ser así, cada 3 ó 6 años cambiarían los nombres de todas las calles. Si quieren inmortalizarse, los gobernantes deben bautizar estatuas, monumentos, colonias o calles más alejadas con su nombre. El centro es impersonal e intocable.

A pesar de las variaciones, las calles tienen un nombre único. Si bien algunas veces se rebautizan a una cuadra de distancia, su identificación y numeración son (o deberían ser) irrepetibles. Las carreteras no tienen la misma suerte. Su nombre depende del punto de llegada y de salida y no del punto específico. Dos personas pueden morir por un accidente en el mismo punto, pero uno podría ser reportado en la México Cuernavaca y otro en la Cuernavaca México.

Recientemente subí el camino más peligroso que he encontrado en mi vida. El asfalto estaba congelado, las vueltas eran peligrosas y el conductor del bus más valiente de lo que me imaginé. El chofer iba rápido y pasaba de 15 a 60 km/h en un lapso relativamente corto, las llantas debían ir encadenadas para evitar que se derraparan los autos. Las curvas para subir parecían vueltas en U en pendientes de al menos unos 30 o hasta 40 grados. El efecto era similar al de las montañas rusas y antes de arrancar nos pidieron avisar cualquier atisbo de mareo o vómito.

Sin embargo, a pesar de estar a varios kilómetros de la ciudad y las calles con nombres de libertadores, cada curva se llamaba como un poeta chileno. No tuve menos miedo pero me pareció interesante. Sin duda es mucho más romántico escuchar en las noticias sobre un accidente en la curva Pablo Neruda o Violeta Parra que en el aburrido kilómetro 17.5 del camino Santiago- Farellones o en la calle 4 esquina con calle 8.

Seguro alguien pensó que es mejor avisar de una noticia fúnebre acompañada del nombre de un gran poeta. Ojalá al menos fuera garantía para encontrarse con él en el paraíso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mientras el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones, el camino al abismo está pavimentado de poetas...