martes, 25 de agosto de 2009

El comunista coleccionista

En mis clases de teoría política aprendí que el socialismo era el paso previo para alcanzar el comunismo. Marx veía que en el capitalismo los medios de producción se encontraban en manos de unos pocos y el trabajo lo ejecutaban muchos otros. Para él, era previsible que eventualmente los muchos buscaran hacerse de los medios de producción. Después de repartirse los bienes se alcanzaría el ideal en que todos los seres humanos comparten sus riquezas de una manera estable. Todo ello, claro, en términos bastante generales.

El comunismo ha tenido tantos millones de detractores como fanáticos empedernidos. Durante el siglo pasado aún se mantenía para algunos como la esperanza del mundo y para otros como la desgracia total. Muchos poetas, académicos y pensadores lo creían viable. Hoy la discusión parece algo estéril y se ve imposible.

La joya de la corona del capitalismo es el consumismo. Adquirir todo tipo de bienes excéntricos, sin importar si son necesarios o siquiera útiles. Que una mujer esbelta adquiera productos para bajar de peso, que un hombre compre una sala nueva para que combine con su papel tapiz y deseche la anterior o comprar papitas por la bolsa especial y no para alimentarse.

La semana pasada fui a dos de las tres casas (casi mansiones) que tenía Pablo Neruda en Chile. Una se encuentra en Santiago y la otra en la playa de Valparaiso.

Pablo Neruda es uno de los dos premios nobel de literatura que tiene Chile (la mitad de los latinoamericanos). Era un tipo excéntrico. El casero que nos renta donde vivimos ahora nos contaba que era más bien como un niño. Neruda gustaba de comprar cosas con las cuales jugar y bautizaba todo: su sillón, su lámpara, su chimenea, etc. Una de sus casas se llama la Chascona porque su mujer tenía el cabello abultado (así se les llama a esas mujeres).

Sus salas de convivencia eran auténticos museos. En una de ellas, el comedor simulaba un barco. El techo no era plano, sino curvo; las sillas eran de madera de barco; el piso estaba formado por piedras que se encuentran en el océano y las ventanas no eran cuadradas, sino redondas como escotillas. Quizás lo más excéntrico era el canal que construyó junto al comedor. Al correr el agua, daba la impresión de encontrarse comiendo dentro de un navío.

Las dos casas estaban llenas de chácharas por demás interesantes: tejas chinas con esculturas, sillones raros, mapas antiguos y bancas con distintos detalles. Los juegos de baño eran traídos de Francia o Asia y tenían motivos chistosos. El grifo de uno de los bares tenía la forma de un pescado, lo cual simulaba que el animal era quien aventaba el agua. Sin embargo, nos explicaron que nunca estuvo conectado, por lo que simplemente adornaba. Nos explicaban que esos artículos le inspiraban al escribir e incluso les hizo sinfín de poemas. Le escribió poemas a las cebollas, las alcachofas, su sillón, en fin. Adquiría artículos para utilizarlos como musas inspiradoras.

Neruda no sólo fue escritor. También se desempeñó como diplomático y legislador. Estuvo en varios países representando a su país y fue senador por el Partido Comunista. Junto a su medalla del premio Nobel, se encuentra otro premio que le otorgó la Unión Soviética por un poema sobre la paz.

A los pocos días de que el golpe militar en Chile derroca el gobierno de Allende, Neruda muere. La guía del museo nos explica que si bien se encontraba enfermo, la caída del gobierno comunista lo hunde en una profunda depresión. Creía en el comunismo como forma de vida y el derrumbe de su sueño lo termina de matar.

Siempre he creído que la congruencia trata de enlazar dos espacios de la vida humana que no pertenecen a la misma dimensión: las ideas y el actuar. Todos tratamos de que ellos vivan en sintonía, aunque no he conocido a nadie que sea firme en ambas, o al menos nunca indefinidamente. Las ideas de toda persona cambian al pasar el tiempo y con ello la congruencia de hoy puede ser distinta a la de ayer.

Los ideales del comunismo siempre me gustaron cuando los leí en algún libro. De haber nacido en el siglo pasado no sé si hubiera sido un comunista, pero de cualquier manera me habría encantado tener todas las cosas de Neruda. Al menos hasta que triunfase la revolución.


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