sábado, 20 de febrero de 2010

El Columnista 190210 Jóvenes Ni nis

Mi colaboración de ayer en el periódico El Columnista.

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Señales en el camino

Mucho joven sin esperanza

Los jóvenes de mi generación recibimos mucha presión para escoger qué carrera estudiar. Los adultos nos exigían decidir con mucha cautela y pensando en todas las variables posibles. Algunos incluso recibimos asesoría de orientadores vocacionales, quienes a través de un examen indicaban nuestras fortalezas, como si tuvieran una bola de cristal. El objetivo era que nuestra decisión fuera la correcta.

Nos vendieron que nuestra carrera determinaría a lo que nos dedicaríamos toda la vida. Lamentablemente, en muchos casos las horas de desvelo pensando en la mejor opción fueron en vano. Según datos de la SEP, más de la mitad de los profesionistas trabajan en algo que no estudiaron.

De acuerdo con la CEPAL, los jóvenes son el sector más vulnerable durante las crisis económicas. Ante una caída en las ventas, los primeros empleados que se despiden son aquellos con menor experiencia. Según la SEP, desde 2008 el desempleo de egresados de educación superior sufrió un incremento mayor al 2%. Antes un título universitario garantizaba tener empleo y un salario mucho mayor al resto de la población. El año pasado, el ingreso promedio de los licenciados fue de 7 mil 500 pesos mensuales.

Los profesionistas de algunas carreras sufren más la falta de opciones laborales. La SEP indica que las carreras críticas por la gran cantidad de egresados respecto a los puestos de trabajo son: Contaduría, Administración, Derecho, Ingeniería Eléctrica, en Computación e Informática, Arquitectura, Comunicación y Ciencias Políticas. En otras carreras, existe trabajo para más o menos satisfacer la demanda pero los salarios son muy bajos, como en Enfermería, Turismo, Ecología, Nutrición, Historia y Diseño Gráfico. En algunos casos el salario promedio mensual es incluso por debajo de los 2 mil pesos al mes. Un profesionista ganando menos dinero que un peón, quien no dedicó tanto tiempo a la escuela.

La educación es una inversión y como tal, debe tener un retorno. El destinar dos, cuatro u ocho años de la vida a prepararse tiene como objetivo conseguir un mayor ingreso en el futuro. Si no fuera así, valdría más la pena dejar los estudios y enfocarse en trabajar desde jóvenes. No tiene sentido endeudarse o pagar más de 100 mil pesos al año a una universidad privada, si al salir de la carrera el salario es menor a 8 mil pesos. Lamentablemente a nivel local no hay estudios sobre el ingreso promedio entre egresados de distintas universidades, como para determinar si incluso vale más la pena dedicarse al negocio familiar o a trabajar que en ir a la universidad.

De acuerdo con la misma Secretaría de Educación Pública los ingresos promedios en el país son de risa. El salario promedio de un técnico superior universitario (dos años extra de estudios después de la preparatoria) es de poco menos de 5 mil pesos al mes; el de los licenciados de 7 mil 500 pesos; el de los maestros de 11 mil 208 y, finalmente, los que terminaron un doctorado ganan en promedio poco menos de 13 mil pesos. Muchos años de preparación para una magra retribución.

El bajo ingreso y la poca dedicación a las carreras estudiadas parecería uno de los más grandes retos del país. Sin embargo, en México la preocupación no queda ahí. La historia de los licenciados que trabajan, aún ganando poco y en otra área, es un cuento de éxito en un país donde 7 millones de personas entre 18 y 34 años no estudian ni trabajan.

España tiene un problema similar, aunque en menor escala. Ahí, el 6% de la población menor a 34 años no estudia ni trabaja. Son aproximadamente 700 mil personas que viven del ocio. Ellos se mantienen y alimentan, según el periódico El País, exclusivamente del dinero que les dan sus padres. Los sociólogos españoles los nombraron Ni-nis. Ni estudian, ni trabajan. Sólo viven.

De acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Juventud, las razones de estos 7 millones de jóvenes son variadas. Los que no estudian regularmente fueron rechazados por el proceso de admisión de alguna universidad, desertaron los estudios por problemas económicos o simplemente no les interesa. Por otra parte, los jóvenes que no trabajan no han recibido la oportunidad, fueron despedidos o la misma crisis se los ha impedido.

Algunos analistas han tratado de hacer conciencia sobre este problema. Los Ni-nis son carne de cañón para el crimen organizado según Raymundo Riva Palacio, ya que el 64% de los ejecutados en el país tienen entre 16 y 34 años. Sabino Bastidas escribió que son un grave problema de segregación y discriminación e incluso pregunta por qué no se han manifestado o por qué no toman las calles.

En Puebla como casi siempre no se hace nada. Ni siquiera se escribe o estudia sobre el tema. Todas las universidades en esta época del año llaman a los jóvenes preparatorianos a escogerlas por ser la mejor opción. Ninguna publica información sobre dónde o qué hacen sus egresados. La publicidad la centran en la vida académica, como si ahí terminara la vida de estos jóvenes. Les niegan que su mundo verdaderamente empieza al terminar la carrera.

Un joven que no estudia ni trabaja hoy no está adquiriendo experiencia para aspirar a un mejor ingreso. Conforme pasen los años, madurará sin haber trabajado. La pirámide poblacional nos dice que nunca más en la historia del país habrá tantos jóvenes como ahora. Estamos desperdiciando la fuerza, voluntad y creatividad de este sector.

Hace falta un programa estatal que incentive a las empresas a contratar jóvenes, así como otro que les otorgue créditos para emprender negocios propios con tasas bajas. Por otra parte, el gobierno del Estado debería llevar a cabo un proyecto de voluntariado, donde los jóvenes puedan aportar algo a su comunidad si es que no estudian ni trabajan. Ello les permite por una parte adquirir algo de experiencia y por el otro se aprovecha su creatividad en beneficio de la población.

El ayuntamiento de Puebla cuenta con un programa que permite aprovechar los conocimientos empresariales de los estudiantes en pequeñas y medianas empresas que necesitan asesoría. No da retribución económica, pero al menos permite que los jóvenes tengan experiencia para después solicitar un empleo.

Las políticas de juventud han sido olvidadas por todos los niveles de gobierno. Al parecer muchos sólo fueron presionados para escoger qué estudiar. ¿Con qué cara los candidatos pedirán el voto a un sector que fue capacitado, pero que hoy no puede estudiar ni trabajar?


sábado, 13 de febrero de 2010

El Columnista 130210. Sobre los debates


Mi colaboración de ayer en el periódico El Columnista

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Que haya muchos debates con buen formato
Si el mundo real fuera como en las telenovelas, seguramente sufriríamos mucho menos. La historia televisiva de mayor éxito es la de un hombre y una mujer casi perfectos. El primero es apuesto, elegante y millonario, pero bastante ingenuo. La segunda es bondadosa y hermosa pero pobre. Lo que le da sabor a la historia es una tercera en discordia: una mujer hermosa, millonaria y astuta pero maldita. En el último capítulo, casi invariablemente la maldita termina muerta, loca o encarcelada, mientras los buenos se abrazan en un atardecer.

La vida real no es tan simple. Muchas personas buenas a algunos les parecen despiadadas, mientras los malos podrán ser unas blancas palomitas para otros. En la vida pública las ventajas que un candidato crea tener, pueden ser consideradas como la mayor peste para alguien más. Algunos admirarán que un funcionario vaya a misa todos los días y lo grite a los cuatro vientos, mientras otros pensarán que está vulnerando el laicismo del Estado.

La semana pasada López Zavala y Moreno Valle tuvieron un debate radiofónico improvisado. Más allá de rigideces gramaticales, en las democracias modernas los debates que definen elecciones son más parecidos a citas románticas que a entrevistas de banqueta. El componente principal es que sean foros premeditados, donde los candidatos lleguen preparados para discutir sobre diversos temas.


Los debates no deben ser sólo concursos de oratoria. También deben fomentar que haya interacción entre los candidatos y buscar respuestas espontáneas. Dejarlos prepararse, pero al final tratar de sorprenderlos. Desde que tenemos debates en México se han privilegiado los discursos leídos y no las respuestas rápidas. Un debate ideal sería aquel donde los candidatos se diferencian claramente uno del otro, donde exponen sus planes de gobierno, debaten ideas enfrentadas y no repiten lo mismo. El peor debate es aquel donde repiten las mismas frases vacías y sin ningún sentido. En esta perspectiva, el tipo de debate que se desarrolla es influido en gran medida por el formato.

Un mal formato genera que los candidatos sólo digan que trabajarán por el bienestar de los poblanos o que mejorarán nuestra calidad de vida. Frases que se esperaría de cualquier gobernante y que no termina de reflejar cuál es la mejor opción. En las elecciones no sólo importa lo que los candidatos anhelen con todas sus fuerzas, sino el cómo creen que es adecuado lograr sus objetivos, considerando la ideología, el tiempo y los recursos.

La frase de sólo buscar lo mejor para los poblanos es ambigua y estúpida. Como afirmar que si fuera Marimar, mataría desde el inicio de la trama a la antagonista. En un Estado con problemas muy complejos, gran diversidad y millones de posibles estrategias para alcanzar un resultado óptimo, manifestar que un gobierno se distinguirá sólo por buscar el bien de Puebla es una burla. El que quiera ser gobernador deberá decirnos en cuál estrategia central se enfocará. Un debate con buen formato es el escenario perfecto para discriminar entre el que tenga más proyecto que buena intención.


Si bien los debates permiten apreciar las mayores cualidades de cada candidato, también exhiben el mal comportamiento en el pasado. En México, durante el debate presidencial del 94, Diego Fernández de Cevallos presentó pruebas sobre propiedades misteriosas de Cuauhtémoc Cárdenas. En el 2006, el candidato con la imagen más honesta hasta ese momento, Felipe Calderón, fue evidenciado por López Obrador por la adjudicación de un contrato millonario a una empresa de su cuñado. Ambas acciones seguramente se hicieron dentro del marco legal y cumpliendo todos los formalismos. Sin embargo, son moralmente cuestionables y reprobables.

En un debate con buen formato, López Zavala tendría la oportunidad de preguntarle a Moreno Valle sobre el programa de la alianza, sobre su desempeño como senador y hasta de cosas que importan menos como su relación con la maestra. Moreno Valle podría preguntar por los rezagos de Puebla en indicadores como el de CONEVAL, los de competitividad y los de Transparencia Mexicana; o también podría atacarlo con asuntos superficiales como su origen chiapaneco. Partiendo de que todos los humanos somos imperfectos, su capacidad para responder nos haría ver quién puede ser mejor gobernador.

En todo el mundo se han introducido diversos formatos para modernizar la discusión y acercar al electorado. En algunos países se hacen foros con periodistas que interrogan a los candidatos. Si bien uno podría pensar que incentiva a los medios a cobijar o apedrear a uno u otro candidato, hay formas de evitarlo. Lo más común es que las preguntas sean puntuales y sobre temas específicos. Que no se pueda cuestionar a un candidato por ser alto o mujeriego, pero sí por su estrategia para generar más empleos. Darles derecho de réplica permite que incluso los comunicadores proclives a un candidato se luzcan. Si el candidato rival sale bien librado, el mérito es mayor que el recitar un discurso.


La última campaña presidencial de Estados Unidos marcó la pauta a lo que debe seguirse. Desde la precampaña demócrata se realizaron diversos debates en que el electorado podía mandar preguntas específicas por youtube, twitter o facebook. En una interlocución así es difícil que te salgas por la tangente, prometiendo sólo el paraíso y la muerte de la villana.

Los novedosos formatos gringos han traído más audiencia. El segundo debate entre Obama y Mc Cain alcanzó más de 60 millones de televidentes en Estados Unidos. Poco más de la mitad de los espectadores que vieron el último Super Bowl. Para ser un debate realizado entre semana y en un tema en que mucha población tiene tan poco interés, la cifra es impresionante. En México, según La Crónica, el segundo debate de 2006 alcanzó 23.2 puntos de rating en el Valle de México (6 millones). A esa misma hora, La fea más bella y Amor en Custodia, alcanzaron 27.4 y 19.5 puntos respectivamente. La gente prefirió ver historias predecibles. Busqué cifras sobre el último debate poblano a la gubernatura para ver el panorama que nos espera. Al parecer ya todos lo olvidaron, pues no hay registro en ningún medio.


Hoy los debates se han vuelto una obligación para los candidatos. El año pasado, en los seis estados donde hubo elección para gobernador se realizó al menos uno. En la mayoría de los casos los organizó el Instituto Electoral local. Valdría la pena que los debates que se piensen realizar en Puebla incorporen elementos de otras partes del mundo, para que el electorado los vea con mayor atención.


Los debates que se hagan deben tener la magia de las telenovelas para arrebatarle rating a La Loba o al Mundial.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Tolerancia al talento ajeno


La derrota de los Colts en el Super Tazón trajo funestas consecuencias.


Desde el lunes me sentía algo mal, aunque pensé que era una simple cruda. El martes amanecí hecho un gargajo. No podía moverme de la cama, pero como había dormido toda la noche, tampoco podía dormir. Prendí la tele en el Noticiero de Loret. Nada nuevo. Muertes, disculpas, inundaciones y un resumen sobre el Super Bowl. La enfermedad es condimentada con sal y limón, recordando el dolor de días previos. Le cambié al Noticiero de TV Azteca poco antes de las 9 de la mañana.


Cerré los ojos sin poder dormir. Mi cuerpo ya no respondía pero seguía más lúcido de lo que me sentía. Empezó el programa “Venga la alegría”. Tenía mucho tiempo que no veía el programa de revista y variedades matutino. Más allá de las señoritas que salen bailando y que enseñan protuberantes escotes, en el trance enfermil recordé que en Chile veía casi a diario esos programas.


Veía los programas matutinos chilenos para conocer cómo piensa el ciudadano común. Si bien Andrea Legarreta o Ana La Salvia no son especialistas en ningún tema, su opinión es escuchada y repetida por miles de personas. Ayer en la mañana un comentarista de Venga la Alegría aseguró que el SME estaba cortando la luz en cientos de colonias para que la gente se indignara del mal servicio de CFE. Hoy en la mañana otro comentarista hizo la misma afirmación diciendo que un televidente le había dicho eso en un restaurante. No importó que la falta de luz (al menos en mi casa) coincidió con días en que había mucho viento y con otro en que tembló. La caída de árboles no explican las fallas en el suministro eléctrico, sólo el SME.


¿Es peligroso dejar que alguien que no ha estudiado sobre las causas del crimen opine sobre el caso Cabañas, el JJ o la guerra contra el narco? Por supuesto que no. Es democrático y el peligro depende más de si el que escucha el comentario se lo cree.


La calidad de las producciones chilenas y mexicanas está a varios años luz. Quizás porque en Chile hay más televisoras, por lo que el talento y el rating se atomizan. No recuerdo haber visto conexiones en vivo complejas entre varios sets o locaciones, cosa que en Tv Azteca hacen (o simulan) muy bien.


Un día un programa chileno matutino habló por horas sobre la televisión mexicana. Rafael Araneda (el conductor de la Academia) dijo que algunos productores mexicanos se habían interesado en llevar “Pelotón” a México, un reality chileno que suena a albur y cuyo chiste es que se filma en una academia militar. Durante horas hablaron sobre el éxito de Araneda y lo bondadoso que es México. Lo bonito de su gente, cultura, comida y que es la tierra de las oportunidades para los artistas. Hablaron sobre cómo en Argentina era imposible ver a un chileno conduciendo un programa de televisión. También bromearon sobre cómo en Chile nunca se vería a un peruano, boliviano, uruguayo o argentino conducir un programa. De súbito plantearon a mi sociedad mexicana machista, homofóbica y poco incluyente como la panacea de inclusión al talento latinoamericano.


Tienen algo de razón. Personalmente nunca había puesto atención en si una presentadora de la tele es de Uruguay, Argentina, Costa Rica, Monterrey o Puebla. En lo primero que me fijo es (más allá que en el casi siempre intangible talento) en si está guapa o si tiene curvas. Machista, pero cierto. Sin embargo, seguramente la mayoría de las mujeres que veían al wey que hacía Yoga en “Hoy” se fijaban más en cómo se desprendía de su playera que en su propia rutina. Si no fuera así, todas las mexicanas amas de casa serían maestras de yoga.


Hoy la gripa aún no cede totalmente, por lo que tampoco pude cambiar el canal después de que terminó el noticiero de TV Azteca. Tras unas horas comenzó una presentación del gobierno sobre las actividades en el Bicentenario. Poco antes del inicio formal de la inauguración, los comentaristas hablaron para perder el tiempo. Ana La Salvia, uruguaya de nacimiento pero mexicana naturalizada, habló sobre este país. Repitió un discurso similar al del programa chileno: “México ha significado la oportunidad para muchos como yo, de ser mejores. En este país valoran tu talento sin importar si eres de fuera o eres nacional (…)”


Contrario a lo que he tratado de decir sobre mi país, voy a sonar muy excluyente pero ¿realmente valoraremos el talento del artista o del cirujano? ¿Unas tetas firmes venezolanas valen más que una voz privilegiada de Campeche? ¿Un acento extranjero hace clic más fácil con la audiencia? Esto último no me parece tan cierto. Si así fuera, tendríamos puras conductoras tapatías y las costarricenses no tratarían de imitar el acento mexicano. Mi país finalmente me hace ver algo en lo que nuestra sociedad se porta de manera ejemplar. Ojalá así fuéramos de tolerantes con los gays, las lesbianas, discapacitados y hasta con las mismas mujeres.


Entre la divagación de la enfermedad y el aburrimiento apagué la tele y me puse a escribir.


Creo que el verdadero culpable de este desvarío fue Payton Manning. El siguiente año que ganemos el Super Bowl estoy seguro que no me enfermaré, ni me dará cruda.


Les dejo este video del programa chileno que más veía.


domingo, 7 de febrero de 2010

El Columnista 050210. Sobre la tenencia


Mi colaboración de ayer en El Columnista. Sobre la propuesta de quitar la tenencia y lo que debe incluirse en ella.

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Señales en el camino

Menos dinero sin la tenencia

Como muchas otras cosas, las invitaciones a fiestas y grupos ya no se hacen personalmente. Incluso el teléfono se ha dejado de usar para invitar a un compromiso o para unirnos por una buena causa. Desde hace algunos meses facebook ha sido el medio por el cual me han pedido que apoye causas humanitarias, que me indigne contra las corridas de toros y que repruebe o apruebe la gestión de Calderón. Las causas facebookianas son como las marchas, en el sentido de que basan su éxito en la cantidad de participantes. Ponen un número como objetivo, sin importar si la cifra es irreal.

Esta semana me invitaron al grupo: A que junto 3 millones que no quieren pagar la tenencia. A pesar de que seguro hay muchos más de tres millones, ni siquiera se ha alcanzado el 3.5% de la meta. Al día de ayer había poco menos de 100 mil miembros. Según el Global Monitor Report, en noviembre de 2009 México tenía 7 millones de usuarios en facebook. Para alcanzar la meta, todos los niños que sólo juegan la granjita, así como los adultos que no saben ni siquiera ver fotos deberían inscribirse. Un escenario irreal ante un impuesto absurdo.

Si bien algunos fundamentan el absurdo de pagar tenencia en que somos el único país que la cobra, en España existe un impuesto de circulación de automóviles, recaudado también por los gobiernos locales para hacerse de recursos. La ventaja de la tenencia es que es un impuesto que sólo quita recursos a las clases medias y que se cobra fácilmente, sin mucha evasión. Todos los automóviles deben estar al corriente si no quieren sufrir mayores sanciones cuando son infraccionados, así como es un requisito para poder verificarlos.

A pesar de que los mexicanos saben poco de la historia de su país, la mayoría conocen que la tenencia surgió para obtener recursos de cara a los Juegos Olímpicos de 1968. El grupo de Facebook también hace mención a este hecho. Si bien ningún impuesto es popular por sí mismo, este es un caso especial. Ya no tenemos olimpiadas en puerta, pero los estados han continuado cobrando ese impuesto por muchos años. Lo peor es que se han hecho dependientes de esos recursos.

Afortunadamente parece que en Puebla la tenencia pasará a ser parte de la historia, sin importar si se juntan de manera virtual los 3 millones de mexicanos. Tanto López Zavala como Moreno Valle han prometido eliminar este impuesto como parte de su discurso de campaña. ¿Realmente quitar la tenencia es un asunto de voluntad como lo han propuesto o también se requieren de planes alternos?

Felipe Calderón propuso en su campaña que de llegar al poder, presentaría una iniciativa al Congreso para eliminar la tenencia. En sentido estricto cumplió con su promesa, pero se estableció que dicha medida sería obligatoria hasta el 2012 y que los estados que así lo dispusiesen podrían hacerlo antes. Una simulación más de las tantas que existen en este país.

El único estado de la República que ya eliminó el pago de la tenencia es Querétaro. El discurso de campaña del actual gobernador versó en la desaparición de dicho impuesto. Cuando llegó al cargo no pudo prolongar la desaparición, como hizo el ejecutivo federal. Para 2010 Querétaro otorgó un subsidio del 100% a personas físicas con vehículos cuyo valor fuera menor a 400 mil pesos. De igual forma quedaron exentas del pago las personas morales sin adeudos fiscales con el gobierno estatal. Dicho subsidio ocasionó que el estado dejara de recibir 400 millones de pesos por su parque vehicular de más de 400 mil vehículos y que más del 90% de los queretanos no pagaran tenencia. Una medida que los queretanos aplaudieron, pero que vino acompañado de recortes en otras áreas.

Puebla depende más de la tenencia de lo que depende Querétaro. En todo el estado hay más del doble del parque vehicular (850 mil vehículos) y se recaudan más de 720 millones de pesos al año. La cifra no es nada despreciable. En 2008, una de las secretarías más importantes del estado, la de Desarrollo Rural, recibió 704 millones de pesos.

Desaparecer la tenencia en este momento parece una medida que quizás tardó en llegar. La recaudación de la tenencia ha ido a la baja en todo el país en los últimos años. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda en febrero de 2008 la recaudación en Puebla había caído a 46.8 por ciento, y en 2009, hasta el mes de abril había caído casi 15%. Si tomamos en cuenta que en Aguascalientes, Yucatán y Nuevo León la recaudación cayó 93%, 37% y 21% respectivamente, la ausencia de pago en nuestro estado no fue tan alta. La gente ya no quiere pagar la tenencia o la crisis económica se lo ha impedido. En cualquiera de los dos casos, lo más sano es eliminar dicho impuesto.

Sin embargo, las eliminación de la tenencia debe ser acompañada de planes específicos sobre cómo se van a conseguir los recursos. Hace un año los priistas locales se rasgaron las vestiduras por la propuesta de un diputado panista por desaparecer dicho impuesto. Ahora los panistas se rasgan las vestiduras por lo que consideran un plagio. Más allá de los plagios o los cambios de opinión, lo mejor sería que ambos grupos presentaran opciones para que Puebla se hiciera de 700 millones de pesos adicionales.

La medida más popular sería reducir el sueldo a funcionarios, aunque también debe plantearse la posibilidad de eliminar algunos programas inútiles –como regalar pollos que sólo serán consumidos en la siguiente fiesta del pueblo. Sin duda la medida más sencilla sería subir el costo de algunos trámites gubernamentales, como la expedición de placas, licencias o verificaciones, ante lo cual entraríamos en una nueva simulación o una tenencia disfrazada. El verdadero reto es proponer y poner en marcha maneras innovadoras de hacerse de recursos.

En algunos países europeos como Alemania, los contribuyentes pueden decidir sobre el destino de un pequeño porcentaje de sus impuestos. De esa forma, las mismas secretarías compiten por hacerse de más recursos a través de trabajo y no sólo quedando bien con el jefe. Un sistema así fomenta que los ciudadanos se comprometan en el pago de sus impuestos y que al siguiente año decidan entre repetir en el programa de desarrollo social o el de mejora en el cobro de impuestos, por ejemplo.

La eliminación de la tenencia es un reclamo justo que no debe utilizarse sólo para ganar votos. Una propuesta que no sea demagógica debe explicar la forma en que el gobierno del estado se hará de recursos. No hacerlo implica versar en el mismo discurso del pasado sin ver al futuro. Una propuesta sin un plan para recaudar los 700 millones será tan útil como crear un grupo en facebook para invitar a que la gente deje de pagar la tenencia.