miércoles, 26 de agosto de 2009

La mujer presidenta

Pocas cosas disfruto tanto como comprar un libro. Cuando lo hago, difícilmente me voy por best sellers o recomendaciones de amigos (esos casi siempre me los prestan). Puedo tardarme el mismo tiempo escogiendo libros que una mujer buscando el par de zapatos ideal que combine con su vestido, bolsa, accesorios y cinturón para una cena.

Regularmente recorro los pasillos de la misma librería gigantesca. Me detengo cuando un título me llama la atención, leo la contraportada y si me hace click, me lo llevo. Puedo pasar horas sin que un autor o trama me cautiven.

Durante el último viaje a un super mercado mexicano me encontré con una gran oferta. En la sección de Libros se ofrecía un título amarillista y que no daba mucha confianza sobre su objetividad: “Bachelet. La verdadera historia”, escrito por un par de autores desconocidos. Ni el título ni la trama me atraparon, pero podría hacerme un poco de idea sobre el lugar de destino. Si bien podría haber encontrado mejores referencias en internet, en el avión no hay conexión y el libro costaba como 40 pesos (3.5 dls).

Terminé el libro en poco tiempo. La lectura era fluida y contaba con un buen guión, aunque estaba lleno de chismes y descripciones detalladas de personajes muy famosos. Si el libro hubiera sido sobre algún mexicano, lo habría tirado al instante. Al ser sobre alguien de otro país, me actualizó los nombres, perfiles y carrera de los políticos chilenos. Incluía referencias de presidentes, precandidatos y candidatos de varios procesos anteriores.

Antes del libro sólo sabía que Bachelet era la primera presidenta chilena y que era de la izquierda. Recordaba que fue electa en 2006 y ubicaba su rostro y voz. Más allá de la objetividad del libro aprendí algunas cosas interesantes, que después pude cotejar con la visión de los chilenos. Hoy siento una profunda admiración por ella.

Michelle Bachelet es hija de un militar. En Chile ocurrió un golpe de Estado propinado por el Ejército que derrumbó al primer (único?) gobierno comunista electo democráticamente. En el resto del planeta, los gobiernos comunistas llegaron al poder por medio de las armas. En Chile no fue así: su candidato se presentó en una elección y la ganó, aunque fue por poco margen. Después del golpe de Estado, los militares gobernaron más de 15 años. Reprimieron, escondieron y torturaron personas.

Cuando supe la profesión de su padre, imaginé que él había participado en el golpe militar. No fue así. Su padre fue de los pocos militares que habían colaborado con el gobierno comunista. Al ocurrir el golpe de Estado fue despedido, encarcelado y torturado. Murió al poco tiempo.

Michelle también sufrió de esta represión. Ella y su madre pasaron varias semanas encarceladas y torturadas por sus vínculos con la izquierda. Salieron del país buscando evitar el sufrimiento. Poco tiempo después regresaron a Santiago. Michelle continuó sus estudios de medicina y trataron de rehacer sus vidas. Aún durante el régimen militar, siguieron actuando en la clandestinidad, esperando pacientes que cayeran los militares. Esta parte de la historia es mucho más anecdótica, pero me llamó la atención lo radical de su actuar.

Al llegar la democracia, Bachelet no figura en la lista de políticos destacados. Colaboraba voluntariamente con el sector y el partido más izquierdoso del país, pero sin ningún cargo relevante.

Cuando empieza el gobierno de Ricardo Lagos, su predecesor, por una alineación inusual de los astros, Bachelet es nombrada ministra de salud. Durante los primeros días del gobierno de Lagos, él se compromete públicamente a que las colas en los consultorios se terminarían. Las filas llegaban a ocupar varias cuadras y el sistema tenía una pésima calificación de los usuarios. El presidente da una fecha y ofrece la cabeza de la ministra si no consigue su objetivo.

Los medios consideran que el presidente busca remover a su ministra finamente, poniéndole un objetivo imposible. Bachelet se pone a trabajar. Dos días antes del plazo fijado por Lagos, le anuncia al presidente que no ha logrado eliminar las colas. Presenta su renuncia y expone que las colas se redujeron en promedio 70% en todos los consultorios del país, pero que no se alcanzó el 100%. Sin embargo, la gente está contenta. En un plazo tan corto, nadie esperaba una redución tan amplia. Con base en puro trabajo se quedó en el puesto.

Tiempo después es removida de Salud por grillas con gente cercana al presidente. Para no perderla, Lagos la nombra Ministra de Defensa, una posición sumamente sensible, pues de ella dependería el ejército. La misma institución que la tuvo encarcelada años atrás, que encarceló y torturó a su padre y que dio el golpe de Estado.

El gobierno prepara una ceremonia para conmemorar los 30 años del golpe de Estado, un tema del cual los militares siempre se han mantenido lejanos. Con motivo de la celebración, un alto mando del Ejército lanza una promesa matizada de sinceridad a la población: Nunca más. La institución militar se compromete a nunca más arrebatar el poder, a siempre respetar las instituciones y la voluntad popular. La frase logra reunificar parte del país, aún dolido por las muertes y las desapariciones. El imaginario colectivo lo ve como un logro del gobierno de Lagos pero especialmente de Bachelet.

En otra ocasión, durante la entrega de víveres a una zona que sufrió un desastre natural, los medios reportan que la única ministra que se metió a lo más profundo sin importarle salir en la foto fue la ministra de Defensa. La parte más fea de la responsabilidad compartida nadie la tomó. Sólo Michelle.

El libro comenzaba con el presidente anunciándole a Bachelet que comenzara a preparar su campaña, poco después de estos acontecimientos. Ella se negaba. No quería grillas, sólo trabajar por su gente y su patria. Creo es el ideal de toda democracia: el electo está ahí porque se ganó las cosas con base en su trabajo.

El proceso de selección en que es candidata es aburrido: el presidente tenía su candidat aque no levantó en las encuestas y Bachelet se impone por sus niveles de aprobación. La gente la amaba. Hoy, a pesar de que pronto terminará su mandato no he escuchado grandes quejas sobre ella. No tiene posibilidades de reelegirse, porque lo prohibe la ley y nadie se pregunta si volverá a votar por ella.

En una fiesta reciente me puse a platicar con un muchacho izquierdoso, revolucionario, soñador e inteligente. Me contó la historia de Bachelet. No encontré una sola incongruencia entre el libro que compré y la historia de su país que me platicó.

A la siguiente confiaré mucho más en los libros de 40 pesos del súper mercado

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